Muchos de los instrumentos que usamos actualmente todos los días tienen una historia curiosa detrás. Por ejemplo, nadie se pregunta cuál es el origen del tenedor, simplemente se ha hecho indispensable en la vida cotidiana y no podríamos vivir sin él, pero durante mucho tiempo no fue tan normal, e incluso fue repudiado por parte de la iglesia, que no entendía qué podía aportar ese aparato.
Muchos dicen que el tenedor se empezó a usar en la Edad de Bronce, y aunque es cierto que por aquella época había instrumentos parecidos, estos se empleaban para trinchar, pero no como ese elemento que sirve para comer, para pinchar y para ayudarnos en dicha labor. Otros sitúan en la Grecia Clásica o en el Imperio Romano su origen, pero realmente se fecha en Constantinopla en torno al siglo XI.
Fue gracias a la princesa bizantina Teodora Ana Ducaina, hija del emperador Constantino X, por lo que se adapta aquel trinchador y se convierte en un tenedor con el que ella no se manche sus dedos al comer. Al principio constaba de dos púas, y aunque parecía destinado a colonizar todas las casas, se encontró con un enemigo inesperado: la Iglesia.
El cardenal benedictino Pedro Damián, luego santificado y convertido en San Pedro Damián, lo calificó desde su púlpito como un “instrumento diabólico”. No fue suficiente para parar su extensión por el mundo. El matrimonio de Teodora con el duque de Venecia, Doménico Selvo, consiguió que el tenedor llegara a Europa, donde tuvieron que pasar unos siglos para que dejara de considerarse algo ‘de lujo’ y se usara en todas las casas.
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