Fue la primera monarca plenamente constitucional de la Historia de España, pero la figura de Isabel II ha estado asociada desde siempre a multitud de tópicos denigrantes sobre su personalidad. Caracterizada como una mujer caprichosa y débil por unos y definida como una gobernante eficaz por otros a pesar de las argucias de palacio, la reina estuvo condicionada por su género desde el nacimiento. "Un heredero, aunque hembra": ese fue el comentario más escuchado en la Corte al nacer la primogénita de Fernando VII y María Cristina de Borbón el 10 de octubre de 1830.
Isabel II fue manipulada por su madre, obligada a un matrimonio sin sentido con su primo, el infante Francisco de Asís de Borbón -el día del matrimonio le dijo a un diplomático: "Qué voy a decir de un hombre que en la noche de bodas llevaba en su camisa más bordados que yo en la mía”-, e instrumentalizada por una serie de políticos sin escrúpulos que la manejaban a su antojo. Pero si algo ha trascendido especialmente de la reina española han sido sus líos amorosos, convertidos en cuestión de Estado.
"Es puta, pero pía". Se dice que esas fueron las palabras reales utilizadas por el papa Pío IX para definir a Isabel II momentos antes de concederle la Rosa de Oro de la cristiandad. Su recua de amantes, especialmente el general Francisco Serrano, le granjeó fama de ninfómana. Así la describen todas las crónicas de la época, como una mujer con un apetito sexual insaciable, que invitaba a su lecho a cualquiera y como una monarca a la que le interesaba más el placer que el poder.
Sin embargo, algunos historiadores como Isabel Burdiel, Premio Nacional de Historia de España en 2011 por Isabel II: una biografía (1830-1904), por lo tanto una voz respetable en cuanto a las aventuras de la reina, aseguran que la etiqueta de ninfómana fue una artimaña de la propaganda, de sus detractores, y que a pesar de ser cierto que tuvo muchos amantes, esto era lo habitual entre la aristocracia y la realeza de la época.
Un síntoma de esta propaganda pudo haber sido la serie de acuarelas satíricas firmadas por el seudónimo SEM, normalmente atribuidas a los hermanos Bécquer, Gustavo Adolfo y Valeriano, y tituladas Los borbones en pelota. Los dibujos, que alcanzan el nivel de pornográfico, fueron publicados en las revistas de aquel entonces, entre 1865 y 1872, y retratan de forma satírica a la reina Isabel II y a su corte en las alcobas masturbándose y copulando. A la monarca de los tristes destinos siempre le acompañó esta supeusta adicción.
Cuando estalló la revolución de 1866 que desembocaría en la Primera República, Isabel II huyó a París y desde su exilio, donde murió en 1904, se confesó con el novelista Benito Pérez Galdós en una conversación que ha sido glorificada por la capacidad de análisis y crítica de una mujer bien anciana. "Ha faltado tiempo, ha faltado espacio... Yo quiero, he querido siempre el bien del pueblo español. El querer lo tiene una en el corazón; ¿pero el poder dónde está? El no poder ¿ha consistido en mí o en los demás? Ésta es mi duda".