El secreto mejor guardado del 'faraón' Hatshepsut se escondía entre las piernas
- La gran reina egipcia de la dinastía XVIII tuvo que vestirse con los atributos masculinos de los hombres para reforzar su autoridad.
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Gobernó el Alto y Bajo Egipto casi 22 años. Durante su reinado se renovaron y levantaron palacios y templos tan impresionantes como el de Deir el-Bahari. Y le temía más a caer en el olvido que a la propia muerte por haber osado proclamarse faraón siendo mujer. Hatshepsut desafió todas las leyes y costumbres del Estado egipcio para materializar sus ambiciones de poder convirtiéndose en la gran reina de la dinastía XVIII. Tras su muerte, y como ella sospechaba, trataron de eliminar toda referencia a su figura; incluso su nombre fue borrado de la Lista de los Reyes hasta que la arqueología la rescató siglos más tarde.
Hija de Tutmosis I y su esposa principal, la reina Ahmose Nefertari, el matrimonio de Hatshepsut con su hermanastro Tutmosis II la convirtió en reina consorte y, tras la prematura muerte de su marido, asumió la regencia hasta que su hijastro Tutmosis III –hijo de Tutmosis II y de una de sus mujeres secundarias– cumpliese la edad mínima exigida para hacerse con el gobierno.
Las creencias religiosas del Antiguo Egipcio dictaban que el papel de rey no podía ser desempeñado por una mujer, algo que a Hatshepsut no pareció preocuparle demasiado. Sin embargo, para combatir este sacrilegio y refrendar su autoridad, la reina optó por disfrazarse de hombre y acicalarse con los atributos de los faraones hombres: el tocado, la falda shenti y la falsa barba, sin rasgos femeninos; además de adoptar los epítetos reales de Rey del Alto y el Bajo Egipto y Señor de las Dos Tierras.
Poco después de su muerte, se inició una cruzada para eliminar todo lo que tuviese que ver con la faraona: sus monumentos y estatuas fueron atacadas y destrozadas. Sus títulos e iconografía, desfigurados. Siempre se pensó que el responsable de esta campaña para silenciar el reinado de Hatshepsut, y para tildarla de gobernanta cruel, había sido Tutmosis III, su hijastro, pero investigaciones posteriores han demostrado que la operación se llevó a cabo de forma paulatina, sobre todo durante las dinastías XIX y XX.
Aunque el arqueólogo Howard Carter halló en 1903 el sarcófago de Hatshepsut en la vigésima tumba descubierta en el Valle de los Reyes -la KV20-, la momia de la reina no estaba allí dentro. En 2005, Zahi Hawass, director del Egyptian Mummy Project, inició una nueva investigación con la que por fin se resolvería el misterio del paradero del cadáver de Hatshepsut: enfocaron su trabajo en una momia denominada KV60a que había sido desempolvada más de un siglo antes. No tenía ataúd ni tampoco los tesoros que acompañaban a todos los faraones.
El cuerpo se correspondía con el de una mujer de unos 40 o 50 años, calva y obesa, pero registraba una postura relevante: el brazo izquierdo estaba doblado en la posición típica de las reinas difuntas. Aunque al principio no se le prestó demasiada importancia, el hecho de que le faltase un molar, que resultó coincidir con otro que a ciencia cierta pertenecía a la faraona, y tras las correspondientes pruebas de ADN, fue la clave para poder confirmar la identidad de la momia. En hallazgo arqueológico, anunciado en 2007, fue calificado por algunos como el más importante desde que Howard Carter se topó con Tutankamón en 1922.
Actualmente, Hatshepsut es consagrada en una de las dos salas de Momias Reales del Museo Egipcio de El Cairo, con placas en árabe y en inglés que la proclaman como Hatshepsut, “La Reina Hombre de Egipto”.