Los cinco instrumentos de tortura más despiadados de la Inquisición
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Era una suerte de organismo policial interestatal para reprimir a los herejes, un tribunal eclesiástico para castigar a protestantes y homosexuales. La Santa Inquisición se creó en el siglo XIII y su finalidad era establecer el catolicismo como única doctrina religioso válida. Su actividad se extendió durante seis siglos y actuó en países como Francia, Italia, Portugal o España, a donde llegó en 1478, bajo el reinado de los Reyes Católicos y el papado de Sixto IV.
Miles y miles de personas fueron asesinadas por sus pecados contra la religión católica, pero la Inquisición, sobre quien también pesa una potente Leyenda Negra, sobre todo procedente de la corriente anglosajona, ha sido recordada hasta nuestros días por los despiadados métodos de tortura utilizados para arrancar las confesiones. Muchos conocidos personajes de la historia fueron perseguidos y castigados por el Santo Oficio, como Juana de Arco o Galileo Galilei.
A continuación, cinco de los métodos de tortura más crueles utilizados por los inquisidores. En España, esta institución fue abolida por Napoléon en 1808.
1. La cuna de Judas
Era un método terrible y pensado para obtener una rápida confesión. La cuna de Judas estaba compuesta por dos elementos: un sistema de cuerdas que elevaba al prisionero y una pirámide de madera, sujeta sobre un trípode, con una punta afiladísima sobre la que quedaba suspendido. El reo, de relajarse, se clavaba la puntiaguda parte de arriba del artefacto en los genitales. Si seguía sin soltar prenda, los verdugos le dejaban caer con fuerza destrozándole las partes íntimas.
2. El potro
Se trata de uno de los instrumentos de castigo más conocidos. Al condenado se le colocaba boca arriba sobre una tabla y sus extremidades se ataban con cuatro cuerdas. Las de las muñecas estaban fijas, mientras que las de las piernas se iban enrollando en una rueda giratoria hasta quedar dislocadas (o desmembradas). El dolor que provocaba esa rueda en los huesos era insoportable.
3. La doncella de hierro
Era un sarcófago o ataúd vertical de dos puertas y con forma humana —de rostro femenino— en el que se introducía al preso. En su interior albergaba unos cuantos pinchos metálicos que, al cerrar las puertas, se clavaban en diferentes partes del cuerpo del condenado. La muerte no era instantánea a pesar de las multitudinarias heridas, sino que el objetivo de este método de tortura era que el reo se desangrase poco a poco.
4. La pera vaginal, anal u oral
Era un objeto ancho en una punta y más estrecho en la otra, es decir, con forma de pera, como bien indica su nombre. Se podía aplicar de forma oral —a aquellos castigados acusados de tendencias antiortodoxas—, vaginal —a las mujeres que habían mantenido relaciones con alguno de los hombres de su familia con el demonio— u oral —como tortura para los homosexuales—. Una vez en el interior, se abría accionando un tornillo y se expandía generando un dolor tremendo.
5. La sierra
Era una tortura tremendamente cruel y escalofriante. La sierra estaba reservada a mujeres que habían sido embarazadas por Satanás, según los inquisidores; para evitar que el niño demoníaco fuese dado a luz, los verdugos colgaban a la mujer boca abajo con las piernas abiertas y la segaban desde el ano hasta el vientre. Al estar en posición invertida, el cerebro de la prisionera estaba oxigenado y aguantaba mucho tiempo sin perder la consciencia o morir.