Tal día como hoy, a las doce de la noche, millones de españoles se agolpan frente a los televisores de sus casas, tras la cena familiar, para ingerir con ansia las doce uvas de la suerte y recibir el año nuevo con buen pie. Después hay besos, abrazos, brindis; pero el ritual arranca en la tradición de las uvas.
¿Desde cuándo arrastramos este símbolo, que retrotrae al placer, la alegría y la unión, como dejó en el imaginario el dios griego Baco? La creencia popular señala que las uvas empezaron a tomarse en España en la Nochevieja de 1909, tras un excedente de la cosecha de este fruto en Alicante. Las productoras trataron de incrementar las ventas con una potentísima campaña de navidad que aseguraba que traían buen fario.
Desde entonces, la uva blanca Aledo se volvió un adherido a la Nochevieja patria y se volvió un clásico de todos los hogares en sus paquetes de doce, ya preparados: una para celebrar cada mes del año venidero. No obstante, hay pruebas de que esta costumbre existía desde antes y que la mítica campaña de 1909 sólo sirvió para confirmar la tradición: allá en 1880, la alta burguesía madrileña copió a los franceses la tradición de celebrar fiestas privadas en Navidades en las que se bebía champán y se comían uvas como acompañamiento. En esa misma década, el ayuntamiento de la ciudad prohibió los festejos callejeros que se celebraban en la noche de reyes.
Los chulapos, enfadados, decidieron rebelarse contra la norma del consistorio con mucha sátira: aprovecharon que aún estaba permitido reunirse en la Puerta del Sol para escuchar las campanadas del reloj en Nochevieja y propagaron el plan de que había que comer uvas, a fin de mofarse del ritual aristócrata. Suerte para ellos que las uvas eran un producto asequible en la época. Numerosos periódicos de 1882 recogen guiños a esta tradición, y en 1884 la bautizan como “imperecedera costumbre”. Posteriormente, se fue repitiendo año tras año y acabó perdiendo su carácter reivindicativo.
En Grecia, por su parte, toman un pastel llamado Vassilopitta (dentro se coloca una moneda de oro o plata, que dará suerte a aquel comensal que la encuentre en su porción). En Italia se comen lentejas estofadas. En Portugal, uvas pasas. En Polonia y en ciertas zonas de Alemania consumen arenques en escabeche. En Holanda, los tradicionales oliebollen, que son unos bollitos de aceite parecidos a los buñuelos (rellenos de trocitos de manzana, pasas o fruta confitada).