La gran cruzada de los caballeros templarios: así crearon la banca moderna
Los monjes guerreros no solo se dedicaron a defender el bienestar de los peregrinos que viajaban a Tierra Santa, sino también su dinero.
2 febrero, 2019 11:41Noticias relacionadas
Los caballeros templarios, pertenecientes a la Orden del Temple, fueron una de la órdenes militares cristianas más poderosas de la Edad Media. Eran monjes guerreros que defendían a los cristianos que peregrinaban a Jerusalén, Tierra Santa, tras su conquista en la Primera Cruzada en 1099. La orden se creó entre 1118 y 1119 al ofrecer Hugo de Payns y otros nueve caballeros sus servicios al rey Balduino II de Jerusalén para defender a los soldados que regresaban de las batallas en Oriente.
Pronto se labraron una reputación de hombres honestos y valerosos, y comenzaron a recibir donaciones de la nobleza, que a su vez utilizaban para reforzar la seguridad de los peregrinos que emprendían la arriesgada empresa de viajar hasta Jerusalén. Ellos nunca tuvieron ambiciones económicas, ánimo de lucrarse, sino que se debían exclusivamente a los devotos de Dios.
Esta fiabilidad a la hora de manejar el dinero -crearon libros de cuentas y pagarés, por ejemplo- les acarreó una fama de gestores intachables, y más nobles y reyes de la época vieron en los templarios la salvaguarda ideal para sus abultadas riquezas. Pero la buena fama también se propagó por las clases más bajas y los peregrinos que se planteaban qué hacer con su capital mientras se embarcaba en el largo trayecto hasta Tierra Santa.
Y ahí fue cuando nació una de las primeras manifestaciones de la banca moderna: el viajero podía dejar su dinero en una de las encomiendas templarias que había en Francia (un pequeño inmueble territorial dirigido por un preceptor) para no verse obligado a cargarlo durante todo el recorrido y ser blanco fácil para los ladrones. Una vez entregado el depósito, los peregrinos recibían una letra de cambio que podían enseñar en otras delegaciones de la Orden que se encontraran a lo largo del recorrido y recuperar así su dinero.
Era una especie de cuenta corriente que le permitía a una persona disponer de su dinero más o menos de forma inmediata, con las limitaciones que Edad Media conllevaba, y ahorrarse el riesgo de ir cargado con fondos de más. También aprovecharon los reyes este sistema para hacer transferencias entre Francia e Inglaterra, y para enviar recursos a las tropas destinadas en Jerusalén.