El búnker de Miaja, último bastión de la República en Madrid: visitamos los 2.000m cuadrados
En el Parque de la Alameda de Osuna se instaló el cuartel general del Estado Mayor republicano en el verano de 1937, huyendo de los bombardeos.
30 marzo, 2019 02:38Las bombas que caían a escasos metros del edificio del Ministerio de la Guerra, en el Palacio de Buenavista, no empujaron al general José Miaja a suspender la sesión de la Junta de Defensa de Madrid. Mientras la cristalería de los ventanales estallaba y los marcos de las puertas eran violentamente arrancados, todos los presentes cruzaban miradas aguardando la orden de su jefe de guarecerse en el sótano. La actitud estoica —o imprudente— de Miaja la explicaría Antonio Fernández, su secretario: "No era bravuconería. Era que había que dar ejemplo. Y, además, que de nada servía el abrigo que había disponible".
Se trataba de una escena rutinaria en la capital durante el mes de noviembre de 1936, cuando Franco y la aviación italo-germana iniciaron un bombardeo aéreo y artillero sistemático sobre Madrid, detallado recientemente en un plano. El objetivo principal eran las sedes de los Ministerios, establecidos la mayoría entre la Puerta del Sol y la Plaza de Cibeles, como el de Hacienda, a donde Miaja trasladó el cuartel general de la Junta de Defensa cuando la lluvia de obuses empezaba a destripar los edificios.
Resistió malamente la sede de Hacienda y su refugio subterráneo a los bombardeos indiscriminados de la aviación franquista, que rebajaron su intensidad a partir del día 23, cuando el futuro dictador constató su fracaso, la imposibilidad de tomar Madrid mediante un ataque frontal. El edificio, "un empedrado de documentos empapados de lluvia y hollín: proyectos económicos, borradores de presupuestos, planes de reforma de la contribución... con millones de insectos y ratas", según relata Arturo Barea en La forja de un rebelde, fue entonces abordado por las obras de reparación. Pero la seguridad de Miaja y el resto del Estado Mayor republicano no podía ser totalmente garantizada en esa ubicación.
Durante los primeros meses de la guerra, el Parque de El Capricho, en Alameda de Osuna, al noreste de la capital, fue incautado por el Socorro Rojo Internacional para construir un hogar-escuela modélico para los hijos de los obreros. Sin embargo, la escalada del conflicto motivó que el jardín se convirtiese en una base militar para concentrar los tanques soviéticos T-26 que Stalin enviaba como apoyo a la República. En ese periodo fue cuando se ordenó construir un búnker subterráneo en las inmediaciones del Palacio de la Alameda.
En algún momento comprendido entre el 13 de marzo y el 6 de abril de 1937, según explica la investigadora María Isabel Pérez Hernández en el libro Posición Jaca. La Alameda de Osuna durante la Guerra Civil 1936-1936, el jefe del Estado Mayor del Ejército de Centro —que acababa de ser constituido tras la batalla de Brunete y unificaba el mando de las fuerzas republicanas—, Vicente Rojo, comunicó verbalmente al capitán jefe de la compañía obrera, Bennito Crippa Jordán, la orden de Miaja de acondicionar urgentemente el lugar.
El general, exhausto del continuo tronar de las bombas que desfiguraban el centro de Madrid, decidió establecer el cuartel general del Ejército del Centro en El Capricho, que pasó a denominarse con un nombre en clave: Posición Jaca. Era una guaridia estratégica por varios motivos: lejanía del frente y del rango de alcance de la artillería sublevada, presencia de un frondoso arbolado que permitía el camuflaje ante posibles vuelos de reconocimiento, proximidad al aeropuerto de Barajas y rápida conexión, en línea recta siguiendo la calle Alcalá, con el Ministerio de Hacienda. La orden de traslado del puesto de mando se firmó el 5 de agosto de 1937. Al día siguiente el Estado Mayor republicano comenzó a operar desde allí.
Un refugio para autoridades
Ochenta años después, el búnker de Miaja —que técnicamente nunca llegó a utilizar porque los aviones de Franco no bombardearon la Posición Jaca; a pesar de que existen informes de los sublevados sobre el conocimiento de la residencia clandestina— conserva un aspecto muy similar al de la guerra: los azulejos blancos, originales, con dos franjas rosa ¿republicano? siguen fijados en las paredes; también la carpintería de barco corroída con la que se construyeron los marcos de las puertas. Y es curioso el suelo modernista, un mosaico de baldosas de diferentes figuras geométricas. La temperatura es siempre estable, de unos 15º, el mismo número de metros bajo tierra sobre el que se bifurcan en diversas estancias los 2.000 metros cuadrados del refugio.
"El jardín de El Capricho se utilizó durante la Guerra Civil como posición estratégica, muy secreta", cuenta a este periódico Isabel González, jefa de unidad de Parques Históricos y Singulares de Madrid. "Se construyó entre el año 1936 y 1937 y es bastante singular porque es precursor de todos los refugios y búnkers que se hacen para la II Guerra Mundial. Es un refugio para autoridades, estaba preparado para la lucha química, se cerraba herméticamente y tenía un sistema tanto de electricidad como de gasoil para reciclar el aire del refugio. Estaba preparado para acoger a unas 200 personas durante 2-3 meses". Y resistir bombas de hasta 100 kilos.
Pisar el búnker, atravesar las puertas de hierro oxidado de alguno de sus cuatro accesos —el refugio, construido sobre un viaje de agua, estuvo inundado durante un tiempo— no provoca sensación de agobio ni de claustrofobia. No se iba a amontonar la élite republicana de la defensa de Madrid en guaridas raquíticas como las que se ofrecía al resto de habitantes de la ciudad. Son espacios amplios, diáfanos, tanto la zona de las duchas como las salas donde estuvieron instaladas las literas.
La Posición Jaca es hoy en día uno de los mayores secretos del Parque de El Capricho, construido en 1784 por los Duques de Osuna y declarado Bien de Interés Cultural. La Dirección General de Intervención en el Paisaje Urbano y el Patrimonio Cultural del Ayuntamiento de Madrid organiza anualmente dos jornadas de visitas concertadas durante los fines de semana —para grupos de 20 personas y con una duración de 30 minutos— que se extienden durante tres meses.
El búnker después de la Guerra Civil
A media noche del 5 de marzo de 1939, la guerra estalló dentro del bando republicano. El coronel Segismundo Casado declaró la constitución del Consejo Nacional de Defensa rebelándose contra el Gobierno de Juan Negrín. La Posición Jaca fue motivo de enfrentamientos armados entre casadistas y los otros cuerpos del Ejército de Centro comandados por oficiales comunistas al encontrarse ahí el puesto de mando y el cuartel general. Las luchas internas finalizaron el día 12 con la victoria de los leales a Casado, cuya intentona de obtener de Franco una rendición honrosa fue un fracaso absoluto.
El 26 de marzo de 1940, casi un año después del fin de la contienda, la revista Semana publicó un reportaje especial de la Alameda de Osuna con motivo del "Aniversario de la victoria nacional". El pie de foto de una fotografía del ramal del parque no tiene desperdicio, ejemplo fidedigno del lenguaje implantado por el nuevo régimen: "La gran avenida, entrada a la hermosa finca, de donde la victoria de Franco expulsó al general Miaja. Reinan hoy de nuevo la paz y el silencio que turbaron unos meses los enlaces y las guardias del cuartel general rojo". No parece que conocieran los periodistas los entresijos del refugio, pues dicen que "el Estado Mayor rojo apenas salió de los sótanos". Lo cierto es que Miaja, que tenía su despacho en el torreón derecho del Palacio, casi no pisó el búnker.
La titularidad del Parque pasó a manos del Ayuntamiento de Madrid en 1974 e inició los trabajos de reforma hasta su reapertura al público —solo se puede acceder los fines de semana— en el año 2000. Como curiosidad, el búnker de Miaja ha sido escenario de rodajes de varias películas como El gran amor del Conde Drácula (1975), protagonizada por Paul Naschy, o Un rayo de luz (1960). En esta última, Marisol, con solo 12 años, pasa sentada en un carrito por delante de la entrada del refugio antiáereo, revestido de vegetación y prácticamente inapreciable. Son los secretos —y la memoria— del Madrid de la Guerra Civil.