Las cinco leyendas más locas sobre la historia de Cataluña que ha difundido el nacionalismo
El historiador Manuel Peña desgrana 50 momentos del pasado de Cataluña que han esquematizado la formación de la identidad catalana.
27 abril, 2019 02:51La Historia termina siendo en muchas ocasiones una disciplina maniquea, simplificada en buenos y malos. Un ejemplo claro es lo que pasa en Cataluña con los postulados del discurso independentista, que utiliza el pasado como arma de presente, para justificarse y denunciar muchos de los supuestos agravios que han sufrido a lo largo de los siglos.
En esta coyuntura, Manuel Peña Díaz, catedrático de Historia Moderna de la Universidad de Cordóba, acaba de lanzar un libro, Una historia no oficial de Cataluña, editado por Crónica Global, que pretender ser "un alegato crítico contra un discurso oficializado, la historia canónica de Cataluña que hemos leído durante muchos años y que algunos pretendemos cuestionar”.
En total, se trata de cincuenta episodios y momentos singulares del pasado catalán y las interpretaciones que han hecho de estos hechos los historiadores. Muchos de ellos "muestran hasta qué punto se ha esquematizado la formación de la identidad catalana" y "son ejemplos prácticos de la unidad del pasado para comprender cómo se ha abusado de su simplificación en el presente". A continuación, cinco de los más sorprendentes.
El primer catalán
El cráneo de un joven de unos 20 años, que fue devorado por los miembros de su propia especie, apareció en 1971 en la cova de l'Aragó, en Tautavell, en el Rosellón francés. Los análisis determinaron que los restos de ese joven robusto y de frente escasa tenían una antigüedad de 450.000 años. Pronto pasó a ser conocido como "el primer homínido conocido de la historia de los Países catalanes"; es decir, el primer catalán.
Hasta ese hallazgo, los restos más antiguos de presencia humana en tierras catalanas correspondían a la mandíbula del Hombre de Neandertal de Banyoles, datados del Paleolítico medio. "Habida cuenta que el Rosellón se consideraba Catalunya Nord, los prehistoriadores nacionalistas decidieron reivindicar como catalán dicho yacimiento. Todos sin excepción hicieron causa común", cuenta Manuel Peña, y añade: "La tesis nacionalista se ha normalizado y sigue aún vigente, hasta el punto que popularmente el cráneo se conoce como 'el catalán más viejo'".
Caspe y el origen del victimismo
El 28 de junio de 1412, en Caspe (Zaragoza), tras la muerte de Martín I y de su descendiente varón, se acordó elegir como rey de Aragón y conde de Barcelona a Fernando de Antequera, hijo del rey castellano Juan I. "La tesis más extendida entre los historiadores catalanes es que con la Sentencia de Caspe se terminó la llamada dinastía de Barcelona y comenzó la dinastía castellana de los Trastámara", expone Manuel Peña. Historiadores nacionalistas calificaron esta decisión de "criminal injusticia" y culparon a la oligarquía catalana de priorizar sus intereses sobre los de la región.
"La historiografía española", contrapone el Catedrático en la Universidad de Córdoba, "ha interpretado el Compromiso de Caspe totalmente al revés, como un episodio clave en el sueño unitarista político que culminaría en los Reyes Católicos. En Caspe se dio el primer paso hacia la dinastía común (el trastamarismo) y la construcción nacional se vio respaldada, nada más y nada menos, por el designio providencialista".
Bandoleros, ¿guerrilleros nacionalistas?
Sobre la figura del bandolero se han dibujado arquetipos diversos. Por un lado, los escritores del Siglo de Oro retrataron al personaje como un hombre comprometido con la defensa del honor, solidario con los pobres y galante con las damas, como el Rocaguinarda de Cervantes. Esto desembocó en el siglo XIX en que algunos historiadores nacionalistas hablaran del bandolero como un héroe patriótico y generoso; es más, se afirmó que el bandolerismo catalán del siglo XVII fue una reacción ante la política centralizadora y castellanizadora de la monarquía española.
Sin embargo, "lejos de leyendas de solidaridad con los pobres, los bandoleros eran cómplices de señores y autoridades locales", explica el autor de Una historia no oficial de Cataluña en relación a una supuesta rebeldía con la que se manifestaban valores y reivindicaciones de las comunidades campesinas contra el Estado. "Ni robinhoods de los bosques ni guerrilleros nacionalistas, los bandoleros catalanes fueron, como sus vecinos valencianos, violentos ladrones que nutrieron ejérctitos privados al servicio de una red mafiosa de potentados locales", concluye Manuel Peña
Los botiflers: traidores a la patria
En la Cataluña de los primeros años del siglo XVIII, inmersa en la Guerra de Sucesión, a los partidarios del borbón Felipe V se les denominó botiflers; mientras que los austricistas, favorables al archiduque Carlos, eran los vigatàs. El término botifler, todavía utilizado en la actualidad por los independentistas, se relaciona con una persona que colabora con los enemigos de su tierra.
Durante la citada guerra, a los botiflers se les tachó de ir contra Cataluña, de querer destruir las leyes catalanas, así como de absolutistas. Manuel Peña, sin embargo, citando varios ensayos más recientes, asegura que si hubo catalanes traidores, fueron los que incumplieron los acuerdos de sus propias cortes de 1701-1702, rebelándose contra Felipe V y apoyando al archiduque Carlos. "No es extraño que incluso algunos historiadores hayan afirmado que el 11 de septiembre de 1714 fuese la inevitable consecuencia de una traición ejecutada por aquellos que, paradójicamente, hicieron después responsables de su derrota a los botiflers", añade.
El timbaler del Bruc
A comienzos de junio de 1808, las tropas napoleónicas sucumbieron ante los resistentes catalanes en las inmediaciones de la localidad barcelonesa de Bruc. Ese enfrentamiento es el origen de la leyenda del niño del tambor, de un supuesto joven "caudillo" que condujo a los somatenes a la victoria al hacer creer a los franceses, con el enorme eco de su percusión, que un numeroso ejército español se estaba aproximando para atacarlos.
"Todo apunta a que no sucedió así, ya que al parecer este primer timbaler de 17 años (Isidre Lluçà) se unió al combate poco antes de que acabase", cuenta Manuel Peña. Sigue siendo esta la figura de un personaje popular, "aunque incómodo por su posible españolismo en un conflicto de exaltación patriótica", señala el historiador en base al carácter resistente, a la lealtad de Cataluña a la guerra antinapoleónica.