Al emperador romano Domiciano, cuyo gobierno se extendió entre los años 81 y 96, se le ha retratado tradicionalmente como a un megalómano loco, inhumano, codicioso y despiadado sanguinario. ¿La razón principal? Ordenó ejecutar a al menos once senadores de rango consular, todos ellos acusados de traición y corrupción, y exilió a muchos otros. Era la única forma que tenía de luchar contra los ataques que amenazaban su mando y su vida —acabaría siendo asesinado en su propia habitación, desangrado tras recibir una puñalada en la ingle—.
Según recoge el historiador romano Suetonio en su Vidas de los doce Césares, Domiciano "solía decir que la condición de los príncipes no podía ser más desdichada, pues cuando afirmaban haber descubierto una conjura, no se les creía hasta que esta hubiera acabado con sus vidas". No solo acertó el emperador en sus predicciones, sino que tuvo que pagar su rebeldía ante sus enemigos con una damnatio memoriae, una condena póstuma que consistía en eliminar cualquier resto visible del poder que aquel hombre había ejercido sobre Roma: estatuas, inscripciones, relieves o monedas.
De esta forma, el Senado enterró prácticamente cualquier resquicio de las numerosas y positivas políticas de Domiciano. El emperador fue un brillante gestor de finanzas, uno de los mejores de Roma, realizó donaciones al pueblo y aumentó los niveles de pureza de la plata hasta límites que nunca se volverían a alcanzar. Sin embargo, quien se llevó el beneplácito de la historia fue Trajano, su sucesor, que se encontró las arcas llenas y se le otorgó el aura de adalid de la justicia, la paz y el bienestar en contraposición al despotismo del anterior emperador. Que Suetonio fuese un protegido suyo y cobrase del Estado probablemente influyó (mucho) también en el relato que ha sobrevivido...
La tergiversación que ha sufrido la figura de Domiciano fue lo que empujó definitivamente al arqueólogo y divulgador cultural Néstor F. Marqués a escribir un libro sobre toda la propaganda y las mentiras que se han ido consolidando a lo largo de los siglos sobre la época romana. Bajo el título de Fake news de la Antigua Roma (Espasa), la obra pretende, según su autor, desmontar todas estas falacias y "entregar el conocimiento real desde la divulgación, hacerlo llegar a la gente que no se lee revistas científicas".
Domiciano rivaliza con Calígula y Nerón por el título de peor emperador de la historia de Roma. "Esto es culpa de que los escritos que nos han llegado son los de sus enemigos", explica Marqués a este periódico. Al primero, un emperador furioso y arrogante, se le acusó, para desacreditar políticamente su imagen, de mantener relaciones incestuosas con sus hermanas. La historia terminaría convirtiéndole en un demente que supuestamente habría nombrado cónsul a su caballo favorito, Iniciatus, cosa que descarta el arqueólogo al no aparecer ninguna referencia en las fuentes clásicas en ese sentido.
Calígula, que según Suetonio tenía como leitmotiv que me odien, con tal de que me teman, "puede que fuera arrogante y atrevido, irresponsable y demasiado joven e inexperto para soportar una responsabilidad tan enorme", expone Marqués, "pero probablemente no el loco maníaco que nos han vendido durante tanto tiempo y cuya historia se gestó después de su muerte tras las puertas del Senado". Ley de Roma: quien humillara a los senadores, estaba abocado a sufrir su venganza.
La imagen que se tiene de Nerón es todavía más perniciosa: en sus catorce años al frente del Imperio romano, tuvo tiempo a asesinar a su hermano adoptivo, a su madre, a su esposa embarazada, a incendiar y arrasar Roma para construirse un mega complejo palacial, a castrar a uno de sus libertos y casarse con él, a ejecutar a miles de cristianos, etcétera. La lista es infinita; y o bien el emperador fue el ser más despreciable de la historia o se granjeó muchos enemigos.
Pero tan cierto es que a Nerón como no puede declarársele inocente de algunas de las cosas antes referidas, sí es cierto que Roma vivió durante su reinado un período de esplendor que se vislumbraba como una nueva edad de oro. El incendio que asoló Roma en el año 64, sin embargo, contribuyó a generar la leyenda negra contra el emperador: desde bien pronto se le señaló como el ejecutor del fuego e incluso se propagó el bulo de que se había encaramado al tejado de su palacio para tocar la cítara mientras la ciudad quedaba convertida en cenizas. Una habladuría que se convirtió en una condena eterna.
En el bando contrario se sitúa Augusto, un propagandista que supo dejar la imagen que él quería de sí. "Sabía muy bien cómo manejar su imagen pública y cómo manipular a los órganos políticos y al pueblo para conseguir lo que perseguía", explica el Néstor F. Marqués. El emperador logró desprenderse de la etiqueta de sanguinario que le propinaron las proscripciones para convertirse en una venerable figura respetada por todos. "Él hace ver a todos que los dioses tenían un plan predeterminado para él, cosa que no es verdad", añade el arqueólogo.
La muerte de Augusto en el año 14 dio lugar a otra confabulación que en este caso no es más que una artimaña para vilipendiar a una mujer empoderada y libre, una anomalía en la Antigua Roma. A Livia, esposa de Augusto, no solo se le acusó de haber manipulado a su marido, sino también de envenenarlo. El desprestigio procede de la obra de Tácito, que va sembrando las sospechas a cuentagotas y asocia a Livia con la figura de la "malvada madrastra". Pero Marqués rechaza estas acusaciones: "Fue una mujer excelsa, el pueblo la quería muchísimo; incluso llegaron a proponer que se llamara Madre de la Patria. Y hoy sabemos que no asesinó a nadie".
¿Y qué pasa con Julio César, la figura más destacada de toda la Antigua Roma? ¿Qué mitos envuelven al dictador? "Lo conocemos bastante bien: fue un gran general y militar, magnánimo, siempre con un carácter compasivo. La única controversia que le acompañó sobre su vida fue que, supuestamente, se había dejado sodomizar por el rey de Bitinia. Esto lo utilizaron sus enemigos para llamarle afeminado", responde el investigador. Lo más probable, según señala, es que todo fuese una treta para desprestigiarle. Nunca se le conoció otro escándalo similar.
Asimismo, las obras de ficción han contribuido a propagar ciertas nociones falsas pero muy extendidas sobre la historia de Roma. Es el caso de la película Gladiator. "Como obra histórica no vale nada: ni Cómodo mató a su padre ni murió en el coliseo luchando contra Máximo Décimo Meridio", asegura Marqués. "Solo son ciertos los nombres del emperador y su padre. Cómodo fue muy querido por el pueblo y supo mantener muy bien el Estado en materia militar", añade, mencionando la importancia de determinar la frontera entre historia y ficción.