La serie literario-histórica Para escépticos de Juan Eslava Galán (Arjona, Jaén, 1948), de ritmo vibrante y prosa ácida, suma un nuevo episodio. Tras enfangarse con la Guerra Civil y los dos conflictos mundiales, el divulgador y doctor en Letras se remonta varios siglos, hasta la época de Cristóbal Colón, Hernán Cortés o Francisco Pizarro entre otros, para abordar una etapa histórica, la del descubrimiento del Nuevo Mundo, que aún levanta rencillas hoy en día; sino que le pregunten al presidente mexicano López Obrador.
El escritor, con una abultadísima obra llena de títulos y de premios, publica ahora La conquista de América contada para escépticos (Planeta), un ensayo en el que, sin desprenderse de su peculiar sentido del humor, trata de elaborar un relato coherente y riguroso sobre la llegada de los conquistadores españoles al otro lado del Atlántico, alejado de todo tipo de leyendas y fanatismo.
España descubrió el Nuevo Mundo, pero se puede decir que perdió el relato histórico…
Diría que hay una continuidad histórica. Había terminado la conquista de Granada y de pronto los españoles descubren el Nuevo Mundo. Lo que quieren es ir a la especiería, en busca de especias, pero se topan con América, que era desconocida, y continúa una especie de conquista haciendo provincias españolas, como habían hecho en la Reconquista.
¿De verdad estamos tan mal vistos en el extranjero?
Tenemos que considerar dos niveles: hay uno, el de los estudiosos de la Historia, los académicos extranjeros, que conoce bien lo que fue la conquista de América y la colonización española, que está bastante por encima en cuanto valores de otras colonizaciones que llegaron después. A nivel popular existen las raíces de la Leyenda Negra que denigran el pasado de España, sobre todo las de la crueldad de la conquista y la Inquisición.
En su libro hace énfasis en que la conquista del Imperio español fue mucho menos violenta en comparación con otros países.
Hubo abusos, efectivamente, pero los indios no eran unos angelitos, como nos los pintan ahora: tenían cotas de civilización bastante interesantes, pero también tenían crueldad con otros pueblos, dominio, y esos detalles tan desagradables como los sacrificios humanos. Al fin y al cabo, los españoles llevaron la cultura europea, el idioma, las universidades, la imprenta… No solo fue explotación.
¿Cómo se debería combatir la Leyenda Negra a nivel popular?
Depende de cultura y de divulgar la verdad. Ya que los historiadores a nivel académico están fijando la verdad, es necesario que haya otros niveles, como la historia de divulgación, que es la que yo practico entre otros muchos; y también el cine, las series, todo eso. Divulgar la mentira muchas veces tiene más morboso, pero es conveniente decir la verdad.
De hecho, recientemente se ha publicado un libro que viene a concluir que a Hollywood le gusta utilizar la Leyenda Negra española.
Todo lo que sea morboso, en cuestión de crueldad o de sexo, vende bien. A una película lo que le interesa es vender, no le interesa la verdad. La idea que dan del Imperio romano, por ejemplo, tradicionalmente es falsa. También es cierto que hay películas muy estimables que estudian la Historia con rigor, como las que hacen los alemanes sobre su propia historia. El submarino o Stalingrado son extraordinarias.
¿Qué razones hay para reivindicar al español como un imperio generador y no depredador?
Primero: los reyes, desde Isabel la Católica, formulan una serie de leyes que intentan proteger al indio y lo consideran ciudadano con los mismos derechos que los españoles. Allí [en el Nuevo Mundo] se constituyen provincias como en España, y obviamente abusos porque son los propios de la época, los propios de la falta de comunicaciones, pero en todo momento están intentando corregir esos abusos. Luego hay un deseo de la propia Isabel la Católica de mezclarse con el indio, de hacer una especie de mestizaje que solamente se ha dado en grandes imperios de la Antigüedad, como fueron el Romano o el de Alejandro Magno; otros imperios han sido simplemente depredadores, como el inglés o el francés, a quienes no les ha interesado divulgar cultura, sino explotar a los pueblos que tenían bajo su dominio.
Pero como usted bien señala, durante la conquista hubo excesos. ¿Hasta que punto hay que creer a Bartolomé de las Casas?
Si se lee y se analiza su libro, él da como verdad todo lo que le están contando en los distintos lugares donde no ha estado presente. El fondo es cierto: hay una abuso del indio porque los colonos no están obedeciendo las leyes que se emiten desde España. Lo que ocurre es que esa verdad, Bartolomé de las Casas la exagera. Y basándose en su relato, luego hay una serie de poderes europeos, particularmente los de la imprenta, que están en manos de protestantes o de países muy opuestos a España, la gran potencia, que eso lo exageran, lo divulgan y forman la Leyenda Negra. Lo que llega hasta nuestros días no es más que el resultado de la divulgación de todas estas cosas. Y luego claro, no hay leyenda negra sobre esos imperios, como el inglés o el belga.
¿Cuál fue el aspecto más reprochable de la conquista, con el que no se puede hacer la vista gorda?
El empeño que tienen los Reyes Católicos, y a partir de ahí todos lo demás, es que hay que convertir a los indígenas al cristianismo: es decir, que no se concibe que haya súbditos españoles que no sean cristianos. Los encomenderos, a cambio de convertirlos y explicar la doctrina cristiana, tienen bajo su tutela a una serie de indios y poblados. Pero no les interesa convertirlos, sino explotarlos como si fueran esclavos. Esa es la parte negativa.
A Cristóbal Colón le corresponde el mérito de descubrir América, ¿pero qué tipo de persona fue él realmente?
No era una buena persona. Era un trepa al que le interesaba enriquecerse y acceder a la nobleza. Toda su vida es la de un marrullero que no deja de intentarlo. Como gobernante fue pésimo, no puede haberlo peor, era un tirano auténtico. Después sí, es cierto que Fernando el Católico no le respetó los términos que habían tratado acerca de los privilegios sobre las tierras descubiertas. Pero claro, es que los Reyes Católicos tampoco esperaban que se descubriera un continente nuevo. Por otra parte, él también engañó a los reyes. Hay algo de reprocidad en eso.
El segundo bloque de su libro discurre por la aventura de Herán Cortés y su puñado de hombres por México. Una figura muy actual, más aún después de todo el lío montado por López Obrador. ¿Cómo habría que recordarle?
Es un personaje muy positivo. En primer lugar, como conquistador, es un hombre culto que ha pasado por la universidad. Él tiene como imagen la de Julio César, incluso cuando escribe. Es un aventurero también, obviamente. Hay un imperio muy bien asentado, el azteca, y él lo destruye, lo conquista; con ayuda, siempre hay que decirlo, de los otros pueblos indios que estaban sometidos y abusados por los aztecas –como mucho tuvo a 900 soldados españoles a su cargo–. Se unieron a Hernán Cortés para cargarse al imperio, eso conviene subrayarlo, y sobre todo subrayárselo al presidente mexicano, que no lo ha tenido en cuenta.
¿Y Francisco Pizarro? ¿Qué fue lo más importante que hizo?
Realmente es la continuación. Francisco Pizarro, que por cierto era pariente de Hernán Cortés, conocedor de sus conquistas, intenta hacer lo mismo, y de hecho lo hace, con el Imperio inca. Por supuesto, la obsesión siempre es el oro, la ganancia. Ese es el motivo que muchas veces mueve la Historia, no solo en el caso de la conquista española sino en la historia del mundo.
¿Qué podrían aprender los políticos actuales de la etapa de la conquista?
Hay cosas admirables en los conquistadores: el sentido que tienen del esfuerzo; es gente con una pasión por lo que hacen muy notable. También hay que tener en cuenta el esfuerzo de tipo colonizador y de entender a otros pueblos que hacen sobre todo los monjes, los frailes que acompañan a los conquistadores.
¿Es peligroso utilizar la Historia como un elemento para hacer política? Véase la terminología de la Reconquista.
Es muy peligroso. A la Historia hay que juzgarla con los parámetros de cada época. Una de las cosas facilonas y absolutamente equivocadas es juzgar a personas del siglo XVI con la mentalidad buenista que tenemos ahora ahora. Ahora se tienen en cuenta los derechos del hombre, obviamente antes no era así. Lo que tampoco debemos hacer, y lo digo por estos pueblos que avivan la Leyenda Negra, es que ellos no ven la viga en su ojo, sino la paja el nuestro. Por eso también es conveniente, como hago yo en los capítulos finales del libro, decir qué han hecho las otras colonizaciones de los belgas, los franceses, los ingleses… con los indígenas.
¿Para escribir un libro de Historia hay que ser escéptico? Es decir, ¿no podemos dar por bueno todo documento que manejemos?
Conviene ser escéptico siempre porque cuando uno hecha mano de las fuentes y de lo que se ha escrito, hay que hacerlo con un cierto escepticismo, que es lo que intento hacer, y eso te permite dar alguna nota de humor que siempre es conveniente y los lectores lo agradecen.