Miguel Ezquerra Sánchez, aragonés de Canfranc y oficial provisional del bando sublevado durante la Guerra Civil, se incorporó a la División Azul, el grupo de voluntarios españoles que combatieron en el frente ruso al lado de las tropas de Hitler durante la II Guerra Mundial, en septiembre de 1943. Apenas duró un mes en primera línea de fuego, siendo evacuado a un hospital de retaguardia tras resultar herido durante un enfrentamiento con los soviéticos. Ya no regresaría a las trincheras congeladas, pues Franco ordenó el 12 de octubre la repatriación de todos los divisionarios.
Pero las peripecias del teniente provisional Ezquerra, acérrimo falangista, como casi todos sus compañeros de la División Azul, no terminarían ahí. En 1947, ya concluida la guerra, publicó en portugués sus memorias, con el título de Berlín a vida o muerte; unas páginas en las que narra una serie de episodios heroicos y ombliguistas sobre su papel en las operaciones contra los Aliados en Normandía o en la batalla de las Ardenas, con un colofón hagiográfico en la ya cercada capital del III Reich en abril-mayo de 1945. Por su "bravo comportamiento", según su versión, el mismísimo Hitler le recibió en su búnker para concederle la Cruz de Caballero.
El relato de Miguel Ezquerra, editado en España en 1975, es, sin embargo, "una desbordante fantasía", en palabras de Carlos Caballero Jurado, historiador militar y especialista en la unidad de los voluntarios españoles del führer, sobre la que acaba de publicar un ambicioso ensayo de ochocientas páginas titulado La División Azul. De 1941 a la actualidad (La Esfera de los Libros). Ahí destripa, entre otras muchas cosas, al "mitómano" Ezquerra que, tras ser enviado a casa, cruzó meses más tarde la frontera con Francia para ponerse a las órdenes de los nazis.
Lo cierto es que los méritos que el divisionario describió tanto en sus memorias como en entrevistas posteriores se ven enormemente atenuados en la solicitud que, como veterano de la Wehrmacht, presentó el 12 de agosto de 1965 en la embajada alemana de Madrid para reclamar la pensión que le pudiera corresponder. "Tan solo cita su muy fugaz paso por la DA, su adscripción a la Sonderstab F, su reclutamiento para el Abwehr [la inteligencia militar alemana], con el que hizo un curso de espía, y el encargo que finalmente recibiera de [el general] Faupel de agrupar a los contingentes españoles [que permanecían en liza en enero de 1945]", cuenta Caballero Jurado. Ni rastro de Normandía o las Ardenas; mucho menos de su entrevista con Hitler.
Y en este sentido, a pesar de que algunos relatos crean que Ezquerra formó una unidad con dos compañías bajo su mando, el especialista en la División Azul asegura que nunca llegó a dirigir a más de un centenar de españoles. De lo que no hay duda, por sus vívidos detalles, es que estuvo en la batalla de Berlín —"solo un testigo podría saber que allí había un batallón letón que dirigía un comandante llamado Wallis", expone el historiador—. Pero el encuentro con Hitler en el búnker donde unos días más tarde se suicidaría no es más que una trola. "Puestos a inventar mentiras, mejor que estas sean muy grandes, pues las personas normales no pueden imaginar que nadie tenga tal desparpajo", añade.
Para aquel que sienta curiosidad, este es el relato de Ezquerra sobre su supuesta audiencia con el jerarca nazi:"Mi entrevista con Hitler fue muy breve. Al verle, me cuadré y permanecí rígido como una estatua. El Führer se adelantó y, mirándome fijamente a los ojos, empezó a hablar. Entonces comprendí la fascinación que aquel gran conductor del pueblo alemán ejercía, lo mismo sobre los hombres que sobre las masas. (...) Me habló con lentitud, procurando hacerse entender. 'Enterado del bravo comportamiento de su unidad, le he concedido a usted la Cruz de Caballero y, además, la nacionalidad alemana'. Aparté la mirada de Hitler y, dirigiéndome a mi intérprete, le dije: 'Transmita al Führer mi agradecimiento por el honor que me hace, pero dígale que continuaré siendo español mientras viva'. (...) Hitler me alargó la mano y me miró, como si quisiera adivinar mi pensamiento. Repitió que se sentía orgulloso de nosotros y dio por terminada la entrevista".
Más mitos de la División Azul
Desde junio de 1941, cuando Hitler lanzó su ofensiva sobre la URSS, hasta octubre de 1943, unos 50.000 voluntarios españoles —de los cuales 5.000 perdieron la vida— combatieron en frente del Este. Su ferviente anticomunismo les empujó a enrolarse en una guerra que se desarrollaba a 5.000 kilómetros de sus hogares, y lo hicieron tras el archiconocido ¡Rusia es culpable! de Serrano Súñer, el cuñadísimo, que señalaba a la potencia de Stalin como la responsable de la Guerra Civil española.
Pero nadie puede reducir el hecho de que compartieron trincheras con los nazis. ¿Fue la suya solo una lucha ideológica? "En una guerra como la IIGM se libran muchos conflictos simultáneamente", responde Carlos Caballero Jurado. "En las filas del Eje, Finlandia no combatía por lo mismo que Alemania. Los divisionarios van a Rusia por un motivo muy concreto, que es su anticomunismo. Claro que lucharon en un bando en el que se cometieron crímenes espantosos, ¿pero eso les hace responsables? A cada uno hay que analizarlo en función a sus objetivos".
Y añade: "No lucharon por Hitler, porque también lo podían haber hecho en la campaña de Francia, en Polonia, en África o en los Balcanes. Solo se ofrecen voluntarios contra Stalin". No obstante, unos mil españoles quedaron encuadrados en unidades clandestinas del ejército nazi tras la retirada de la División Azul. Algunos de ellos, en torno a dos centenares, sí resistieron por convicciones ideológicas, el resto, por circunstancias bélicas, según Caballero Jurado.
En La División Azul, el historiador militar se centra en desmontar otros mitos más allá del de Miguel Ezquerra, como que en las filas de esta unidad hubo presos sacados de las cárceles ni reclutas forzosos. "Eso lo pusieron en marcha los ingleses y su propaganda, la BBC. Cuando acaba la guerra, Samuel Hoare, el embajador británico en España, publica un libro donde asegura que todas las afirmaciones de que los divisionarios eran carcelarios eran falsas", señala Caballero Jurado.
También desmiente que muchos de los integrantes de la División Azul se marchasen a la URSS porque la hambruna que padecía España era insostenible: "Estamos hablando del frente del Este, donde hacía un frío enorme y se moría a cascoporro. El cuartel más horroroso de España era mejor que cualquier trinchera en Rusia". Pero más allá de exageraciones y de hechos concretos, de mitos y realidades, esta unidad militar ha levantado un interés enorme entre los estudiosos de la II Guerra Mundial; y la obra de Caballero Jurado pretende ofrecer una visión global, muy ambiciosa, sobre todos los entresijos políticos y diplomáticos que la envuelven y las vivencias de los combatientes.