En el cementerio de Long Island, en Nueva York, una tumba yace entre otros centenares sin llamar la atención. No tiene nada especial, y en elle en letras mayúsculas se puede leer un apellido común: Stuart-Houston. Lo que pocos saben es que el apellido que debería estar escrito en esa lápida es ‘Hitler’, ya que allí se encuentran los restos del sobrino del dictador, uno de los últimos descendientes de la persona que mató a millones de personas.
Muchos se han hecho la misma pregunta, ¿qué fue del apellido Hitler? El dictador no tuvo hijos con su pareja, Eva Braun, pero sí que tuvo hermanos que extendieron el apellido más odiado de la historia. Casi todos han intentado ocultarlo o se han cambiado de nombre para evitar la humillación o consecuencias como no conseguir un puesto de trabajo. Esto ha hecho que el rastro de su legado se haya perdido.
Completar el árbol genealógico es lo que intenta el documental El juramento de los Hitler, que se puede ver en Netflix y en el que el director Emmanuel Amara recurre a historiadores y expertos para encontrar en EEUU el rastro del sobrino nieto de Adolf Hitler y última persona que se cree que llevó su apellido.
Lo que encuentra es algo más importante, el pacto de los últimos descendientes de Hitler para acabar con la sangre del dictador. Alexander, Louis y Brian son los sobrino-nietos del líder Nazi. Los tres hermanos nunca han hablado a cámara, pero el filme consigue adivinar dónde viven, hablar con sus amigos y la confesión de uno de ellos que cuenta fuera de cámara al realizador que todos ellos han hecho un juramento para no tener hijos. Es la única forma de no perpetuar el apellido que les ha marcado de por vida.
Todos se han recluido, y nadie en su entorno sabía nada. Dos de ellos habitan en la misma casa familiar y han construido una valla de madera alrededor para evitar a los periodistas extranjeros que han investigado el paradero de los últimos descendientes de Hitler. Estos tres hermanos (eran cuatro pero uno falleció) han vivido con el apellido como una condena, y aunque para la gente sean los “Stuart-Houston”, ellos saben la verdad.
De hecho, ese apellido no es una casualidad, sino que su padre lo eligió en honor a Houston Stewart Chamberlain, pensador británico antisemita que posteriormente se nacionalizó en Alemania y fue uno de los precursores ideológicos del nazismo. Por ello siempre se ha dicho que el padre de esta familia, sobrino de Hitler, nunca quiso acabar con la estirpe nazi, y otra prueba que muestra el documental es que al hijo mayor de la familia, Alexander, le bautizaron como Adolf en honor al dictador, aunque posteriormente se lo cambiara.
¿Hitler o Stuart-Houston?
El documental también reconstruye la trayectoria del sobrino de Hitler, William Patrick y quien fue el que se cambiaría el apellido Hitler por el de Stuart-Houston. Hijo de Alois, hermanastro de Adolf (compartían padre, pero no madre), nació en Liverpool, a donde había emigrado. William Patrick nació de su relación con Bridget Dowling, pero Alois regresa pronto a Alemania, en 1914, y desaparece durante la Primera Guerra Mundial. Muchos le dieron por muerto,pero la verdad es que Alois conoció a otra mujer y hasta tuvo un hijo con ella (Heinz, que murió en 1942).
William Patrick se quedó en Liverpool, pero pronto el apellido Hitler comenzó a ser un problema y fue despedido de su trabajo, así que regresó a Alemania. Decía que a probar suerte, pero realmente intentó ir a beneficiarse del apellido que en Reino Unido suponía un lastre. Su tío, el mismísimo Adolf Hitler, fue quien intercedió para conseguirle un trabajo y 500 marcos para establecerse. No duró mucho en el mismo y en 1938 huye de Alemania. Muchos dicen que hasta intentó chantajear al dictador con el rumor de que tenían un ascendente judío. Lo único que se sabe de verdad es que cuando regresó a Londres escribió un artículo para la revista Look que se llamaba ‘¿Por qué odio a mi tío?’.
En 1939 viaja a EEUU invitado por William Randolph Hearst, y la Segunda Guerra Mundial le pilla en un país extranjero que pronto toma como propio, ya que incluso pide al presidente Roosevelt unirse a la Armada de los Estados Unidos y acude a combate en 1944. No sería en los frentes de Europa, donde su tío claudicaría ante los aliados, sino en el Pacífico, contra los japoneses y como oficial farmacéutico.
Después de la guerra, Willy, como le llamaban, trató de borrar todo tipo de relación con el fürher: pasó a llamarse William Stuart-Houston y vivió lejos de los focos en Long Island, Nueva York, donde crió a sus cuatro hijos, Alexander, Louis, Howard y Brian. Los mismos que tras morir su padre y perder a su hermano Howard, firmarían el pacto que acabaría con el legado del nazismo para siempre.