El mundo parece haberse escandalizado con la última ocurrencia de Donald Trump: comprar Groenlandia. La gran isla norteña, propiedad del Reino de Dinamarca, es el objetivo del presidente estadounidense para expandir las fronteras de su país. Aunque no se trate de una actividad común hoy en día, no es la primera vez que se da el caso. En 2014, el diminuto país de Kiribati compró tierras en Fiyi por valor de 8,7 millones de dólares con motivo del aumento del nivel del mar, que resulta una amenaza real para el archipiélago —según un informe de la ONU Kiribati será el primer país en desaparecer a causa del calentamiento global—.
Por lo tanto, el atrevido movimiento de Trump no es un hecho insólito en la política internacional actual. La historia es cíclica y aunque en el siglo XXI no se hayan dado demasiados casos de tal magnitud, no es una novedad que Estados Unidos compre un territorio a golpe de talonario.
"La historia ocurre dos veces: la primera vez como una gran tragedia y la segunda como una miserable farsa", decía Karl Marx. Y es que en 1946, el por aquel entonces presidente Harry Truman ofreció 100 millones de dólares por Groenlandia, aunque finalmente no trascendió. Su última adquisición fue en 1917 cuando el país norteamericano compró las Islas Vírgenes por 25 millones de dólares a, casualmente, Dinamarca.
Las paradisíacas islas habían sido descubiertas por Cristóbal Colón y con el transcurso de los siglos pasaron por manos inglesas y francesas hasta formar parte de las Indias Occidentales Danesas. Por su propia naturaleza, la historia de España con sus territorios de ultramar y Estados Unidos también guarda un sinfín de negociaciones por diferentes tierras en las que ambas potencias compartían intereses.
Ridículo en Luisiana
Francia poseía Luisiana desde 1801 a 1803 —por aquel entonces Luisiana era un territorio mucho más grande que el actual estado—. Una de las partes de la gran Luisiana, el este concretamente, había sido cedida a España. No obstante, tras el caos de la Revolución Francesa y el liderazgo final de Napoleón Bonaparte, se firmó el Tratado de San Ildefonso, donde se devolvía la soberanía de Luisiana a Francia además del Ducado de Parma. Como compensación, España recibía el Gran Ducado de Toscana.
El triste desenlace para el bolsillo español vino precedido de la inteligente estratagema de los franceses. Habían prometido no vender Luisiana a un tercer país, promesa que romperían tres años más tarde, vendiendo las tierras a los Estados Unidos de América. Así, EEUU comenzó la expansión hacia el oeste bajo el mandato de Thomas Jefferson.
La estafa de La Florida
El 22 de febrero de 1819 se acordó en Washington el Tratado de Amistad, en la que firmaron Luis de Onís, quien representó al rey Fernando VII, y John Quincy Adams, quien representó a Estados Unidos. Tal y como explica la Biblioteca Nacional, "el documento original presenta siete páginas donde ambos representantes de cada nación ponen fin a las diferencias entre los dos países y se establecen una serie de límites fronterizos en lo que respecta a América Septentrional".
De esta manera, España vendió Florida por una cantidad de 5 millones de dólares a Estados Unidos. Por otra parte, los norteamericanos aceptaron que la corona española fuera el único país soberano de Texas, territorio hasta el momento en disputa. El tratado entró en vigor el 10 de julio de 1821 y España se deshacía de sus únicas tierras al este del río Mississippi. Sin embargo, los estadounidenses jamás entregaron la cantidad acordada justificando su impago por deudas pasadas que mantenían los españoles respecto a los americanos.
Fin del Imperio español
El año 1898 significó la debacle de un imperio que llevaba siglos en decadencia. El desenlace de la guerra hispano-estadounidense fue una catástrofe y España tuvo que reunirse a regañadientes con los vencedores para aceptar prácticamente todos los términos que se les exigían.
Las negociaciones, que se llevaron a cabo en el Ministerio de Asuntos Exteriores en París, se basaron principalmente en el futuro de Cuba. Finalmente, sin más opción que ratificar las demandas estadounidenses, Cuba declaró su independencia y Filipinas fue oficialmente entregada a los Estados Unidos por 20 millones de dólares. Asimismo, Guam y Puerto Rico pasaron a ser propiedad de los vencedores de la guerra.
A España nunca le benefició del todo la compra-venta de tierras mientras que Estados Unidos, por lo general, lo empleó de forma eficaz para controlar puntos geoestratégicos. Mundialmente conocida es la venta de Alaska por parte del Imperio ruso a EEUU —un precio insignificante para los recursos naturales que se descubrieron décadas más tarde en el gélido estado—. Es evidente que el último capricho de Trump, aunque polémico, cuenta con una tradición histórica que lo respalda y que no entiende de gobiernos republicanos ni demócratas.