"Que la crítica borre toda mi poesía, si le parece. Pero este poema, que hoy recuerdo, no podrá borrarlo nadie", recitaba Pablo Neruda observando el enorme barco francés conocido como El Winnipeg. El poeta chileno, gracias a su posición como cónsul consiguió que 2.365 españoles partieran desde el puerto francés de Pauillac hasta la ciudad chilena de Valparaíso.
La Guerra Civil española obligó a miles de españoles a exiliarse en países como Francia. Muchos de ellos cruzaron la frontera a pie y sacrificaron todo lo que tenían por llegar sanos y salvos al país galo. Sin embargo, allí no eran del todo bienvenidos y el viejo continente vivía una atmósfera de tensión debido al auge de los fascismos. De esta manera, el poeta chileno decidió implicarse directamente e ayudar a los republicanos que habían huido del régimen de Franco. Colaboró en los trabajos necesarios para fletar la nave, gestionó los visados, reunió a las familias separadas por la guerra y consiguió la financiación necesaria para costear los pasajes. Además, si no hubiese sido por sus presiones al gobierno de Chile este jamás habría aceptado el asilo de los españoles.
Esta semana se cumplen 80 años de la llegada de El Winnipeg a Chile. Zarpó el 4 de agosto de 1939 y tras una travesía de casi un mes arribó el 3 de septiembre, dos días después del inicio de la Segunda Guerra Mundial. No obstante, los republicanos españoles estaban ya muy lejos de aquella Europa que viviría un infierno durante los próximos seis años. Ellos, a miles de kilómetros, fueron recibidos por las autoridades y un gran público que cantaban canciones izquierdistas que daban la bienvenida a los más de 2.000 españoles.
Con motivo del aniversario, la ministra española de Justicia Dolores Delgado ha acudido al acto celebrado en Valparaíso. "Entre los exiliados estaba representado todo el espectro ideológico que salió de España: comunistas, socialistas, anarquistas, nacionalistas, republicanos; había catalanes, vascos, andaluces, gallegos, valencianos, madrileños; todos unidos por una idea común, la de la libertad", ha expresado la ministra. Asimismo, en la ceremonia donde también han estado presentes los descendientes de los españoles republicanos, Dolores Delgado ha querido recordar las oportunidades otorgadas por el gobierno chileno a los refugiados, un tema que vuelve a acaparar portadas hoy en día.
El día de mañana
Llegaron el 3 de septiembre a un país que les había abierto los brazos. Pero el reto vendría a partir del día 4 cuando, tras el recibimiento, las miles de familias debían reorganizar sus vidas y adaptarse a un nuevo país. A bordo de El Winnipeg había personas de todas las edades aunque destacaba un gran número de niños que crecerían en un nuevo hogar. Agnes América Winnipeg Alonso Bollada fue la primera persona que nació en la nave, dos días después de haber embarcado. Sus padres, de origen vasco, quisieron aludir el segundo y tercer nombre al deseo de una vida mejor en el continente americano.
Es lo que buscaban todos. La mayoría eran personas formadas, con estudios y un oficio de prestigio para la época. Víctor Pey Casado, ingeniero, profesor y empresario español, se nacionalizó chileno después de llegar al país con 24 años. Había combatido en el bando republicano, integrado en la Columna Durruti, pero abandonó el país tras la caída de Barcelona. En Francia fue detenido y llevado a un campo de prisioneros en Perpiñán. El gesto de Neruda, con quien se llegó a entrevistar, le salvó de una época de penurias. "Lo que recuerdo muy bien es que en el momento en que El Winnipeg levó anclas y empezó a navegar, en la popa del barco había un coro que ya habían formado los catalanes y empezaron a cantar L'Emigrant. Me causó una gran impresión que he recordado siempre", comentó en 2014. Ya en Chile, fue amigo personal de Salvador Allende, por lo que tuvo que volver a exiliarse del país que le había acogido tras el golpe de estado de Pinochet en 1973. Se marchó a Venezuela y no volvería al país hasta el retorno de la democracia.
Como Agnes y Víctor hubo más de 2.300 españoles republicanos que pudieron rehacer sus vidas y crecer en Chile, un país que les había acogido tras abandonar una España que no les representaba. Aquel poema no escrito, aquella intervención de Neruda para ayudar a los exiliados españoles, fue la dedicatoria más hermosa del poeta chileno a la memoria histórica de España.