Como cada 11 de septiembre, el presidente de la Generalitat, en este caso Quim Torra, ha realizado la tradicional ofrenda floral en el monumento a Rafael Casanova. El jurista español, quien combatió en la Guerra de Sucesión española a favor del archiduque Carlos de Austria, es uno de los héroes históricos para el independentismo catalán.
Para comprender la figura de quien fuera la máxima autoridad militar y política de Cataluña durante el sitio borbónico de Barcelona, se debe retroceder al siglo XIX cuando, en pleno movimiento de la Renaixença —liderada por hombres como Joan Maragall o Jacinto Verdaguer—, se retomó la figura de Rafael Casanova como símbolo de la lucha por las libertades de Cataluña. Durante la Exposición Universal de Barcelona de 1888 la estatua que construyeron en su honor se convertiría en punto de encuentro para numerosos catalanistas.
No sería hasta la dictadura militar de Miguel Primo de Rivera cuando, guiado por su profundo rechazo al nacionalismo catalán, prohibió cualquier tipo de conmemoración de la fecha del 11 de septiembre. El por aquel entonces gobernador civil de la ciudad condal Carlos Losada prohibía asimismo la colocación de coronas, ramos y flores o cualquier ofrenda en la estatua de Casanova. Lo mismo ocurrió en la dictadura de Franco, donde dicha prohibición acrecentó la ligación entre el sentimiento nacionalista catalán y la trayectoria del Conseller en Cap de Barcelona.
Guerra por el trono
La Guerra de Sucesión española fue, para muchos historiadores, el principio del fin de la hegemonía española en el globo. Tras el reinado de Felipe III y Felipe IV llegaría el reinado de Carlos II, un hombre débil que, pese a todo lo que se le ha criticado desde la contemporaneidad, mantuvo el Imperio español unificado y una estabilidad económica. No obstante, la falta de herederos al trono sumió a España en una larga guerra entre 1701 y 1715.
El reino se dividió entre los partidarios de Felipe de Anjou —futuro Felipe V— y el archiduque Carlos de Austria, quien se había autoproclamado rey de España una vez le dieron la noticia de la muerte de Carlos II. El conflicto, en el que tanto holandeses, ingleses y franceses participaron en pos de sus intereses, finalizó en 1713 con el Tratado de Utrecht. De esta manera, España perdió territorios geoestratégicos claves como Gibraltar o Menorca.
Sin embargo, la guerra continuó dentro de las fronteras españolas. Los austracistas seguían resistiendo ante Felipe V en la zona de Cataluña. "Uno de los episodios más mitificados e invocados en los últimos años ha sido el asedio de Barcelona durante la guerra de sucesión, que culminó el 11 de septiembre con las tropas borbónicas", escribe el catedrático de Historia Moderna Manuel Peña Díaz en Historia no oficial de Cataluña (Crónica Global). Así, y tal y como narra el también historiador José Enrique Ruiz-Domènec en Informe sobre Cataluña: una historia de rebeldía (Taurus), "Francia no podía perder Barcelona si quería consolidar en el trono de España a Felipe V".
El polémico Casanova
El 30 de junio de 1713 se reunió la Junta de Brazos para deliberar si Cataluña debía someterse a Felipe V o proseguir la guerra en solitario. Se optó por lo segundo y aunque consiguieron aguantar a los borbones durante un año, hacia septiembre de 1714 la situación era insostenible. "La misma noche del 10 de septiembre el teniente mariscal Antonio de Villarroel, después de darse un paseo por la muralla dañada por el asedio, ya previno a las autoridades de la ciudad que el asalto (de los borbones) era cuestión de horas", relata Peña Díaz.
El militar de origen gallego había dejado de ser comandante en jefe de las tropas austracistas "harto de la incompetencia de las autoridades catalanas que seguían enfrentadas a Felipe V". Así, Villarroel propuso a la Conferencia de los Tres Comunes de la Ciudad (Generalitat, Consell de Cent y Brazo Militar) la necesidad de capitular. La Junta de Gobierno decidió por 24 votos frente a 4 seguir con la guerra.
En esta coyuntura, la actitud de Rafael Casanova toma una deriva incierta en términos históricos que posteriormente han influenciado a independentistas y no independentistas. En la Diada se recuerda anualmente al héroe que defendió Barcelona hasta el final mientras que Peña Díaz publica que "el actualmente venerado Rafael Casanova era partidario de capitular". De todas formas, prolongó la agonía de los civiles catalanes hasta el final.
Finalmente sucedió lo inevitable; los habitantes barceloneses llevaban ya un año sufriendo un sitio en condiciones infames por un conflicto del cual apenas eran conscientes. "¿Por qué se combate? Por Cataluña, se suele decir. Pero, ¿cuál Cataluña? ¿La que en 1714 aparecía en las proclamas oficiales pidiendo un esfuerzo a los ciudadanos o la de la gente que permanecía en su casa esperando con ilusión la entrada de las tropas del duque de Berwick?", comenta Ruiz-Domènec.
Con el decreto de 1716 se realizó el fin de la Corona de Aragón y se consolidó el absolutismo monárquico bajo el reinado de Felipe V. Como hecho curioso, el máximo responsable de la resistencia catalana no fue ejecutado. Su vida y propiedades fueron respetadas tal y como se había acordado en la capitulación con el duque de Berwick y se desempeñó como abogado. Murió en 1743 en San Baudilio de Llobregat, viviendo en paz en una España que no le representaba.