La dinastía española de los Austrias se extinguió por el sexo endogámico: su mandíbula lo decía todo
Un estudio confirma que los matrimonios entre tíos y sobrinas (2) y primos (7) a lo largo de dos siglos agudizó una serie de malformaciones que desembocaron en la esterilidad de Carlos II y la llegada de los Borbones.
2 diciembre, 2019 13:43Noticias relacionadas
Carlos II padecía tantas malformaciones y dolencias que terminaron por apodarle el Hechizado: en la corte se creía que solo un acto de brujería podría explicar su constitución canija y los constantes brotes de esquizofrenia o la epilepsia. "Es de aspecto enfermizo, frente estrecha, mirada incierta, labio caído, cuerpo desmedrado y torpe de gestos", describió el embajador francés en un informe remitido a Versalles. El marqués de Villars únicamente necesitó una frase para resumir el físico del rey: "Asusta de feo".
Hijo de la unión entre tío (Felipe IV) y sobrina (Mariana de Austria), Carlos II fue el último de los Austrias españoles. Murió siendo incapaz de concebir un vástago que continuase la dinastía —y eso que lo intentó con todos los brebajes posibles—, empujando al país (y a Europa) a una Guerra de Sucesión que se saldaría con la llegada de una nueva casa a Madrid: los Borbones.
Este monarca, tomando como ejemplo el retrato que realizó Juan Carreño de Miranda hacia 1680, ejemplifica a la perfección la deformación facial típica de los Austrias: una nariz enorme, con una punta nasal sobresaliente, que cae sobre el labio inferior prominente de una mandíbula prognática. Hasta ahora, se intuía que esta anomalía del mentón característica de los reyes y reinas españolas de los siglos XVI y XVII podía tener relación con esos cruces de la misma sangre, pero un estudio científico publicado este lunes en la revista Annals of Human Biology viene a confirmar el secreto a voces: la "mandíbula Habsburgo" es producto de la endogamia.
"La dinastía de los Habsburgo fue una de las más influyentes de Europa, pero se hizo famosa por la endogamia, que fue su caída final. Mostramos por primera vez que existe una clara relación positiva entre la consanguinidad y la apariencia de la mandíbula de los Habsburgo", asegura el investigador principal Roman Vilas, de la Universidad de Santiago de Compostela.
Para llegar a este resultado, un equipo de diez cirujanos maxilofaciales ha analizado el grado de deformidad facial de un total de 66 retratos de quince miembros de la Casa Austria, conservados en el Museo del Prado y en el Museo de Historia del Arte de Viena y pintados por artistas contemporáneos a los monarcas. A continuación, los investigadores han calculado el nivel de prognatismo mandibular y de deficiencia maxilar para concluir que las alteraciones físicas están relacionadas con la endogamia, una práctica que se prolongó durante unos 200 años. La extensión de esta consanguinidad se ha calculado a partir de un árbol genealógico a gran escala, con más de 6.000 individuos pertenecientes a más de 20 generaciones.
Genes heredados
Desde la llegada de Carlos V al trono español y hasta la muerte de Carlos II en 1700, se registraron dos enlaces matrimoniales entre tíos y sobrinas y siete en los que los protagonistas fueron primos carnales o segundos. No obstante, el análisis se remonta a María de Borgoña, casada con del emperador del Sacro Imperio Romano Germánico Maximiliano I en 1477, la persona del árbol genealógico que muestra menos trazas de deficiencia maxilar y prognatismo mandibular.
Por el contrario, la cara de Felipe IV, rey de España y Portugal entre 1612 y 1640, registra el mayor grado de sobrecrecimiento de la mandíbula; y los citados Maximiliano I, Carlos I y Carlos II, cuya autopsia determinó que tenía el corazón del tamaño de un grano de pimienta, los pulmones corroídos o un único testículo negro como el carbón, el nivel más agudo de deficiencia maxilar. Aunque la palma en esta categoría se la lleva una mujer: Margarita de Austria, hija de Maximiliano I. Todo iba en los genes.
Si bien el estudio detecta una fuerte relación entre el grado de consanguinidad y las dos enfermedades, las causas resultan más difíciles de determinar en cuanto a la deformidad facial. Los investigadores, no obstante, estiman que se debe a que el principal efecto de la reproducción entre parientes aumenta las posibilidades de que la descendencia herede formas idénticas de un gen de ambos padres.
Este hallazgo forma parte de un proyecto que pretende investigar la endogamia que se registró en todas las monarquías europeas y determinar las consecuencias para la salud de sus integrantes.