Decía el divulgador histórico Max Hastings que la guerra nunca es una novela de aventuras, sino una tragedia en sí misma. El conflicto entre seres humanos ha existido en todas las épocas y períodos históricos. Es innegable, la experiencia y el pasado lo corroboran, que para el hombre ha sido más fácil hacer la guerra que hacer la paz.
Pero la forma de batallar y el desarrollo de los combates difieren con el paso del tiempo. La tecnología ha sustituido en la actualidad las ingentes cantidades de soldados y los drones han reducido las bajas en los ejércitos. A su vez, la forma de hacer la guerra no solo varía con el paso del tiempo. Cada continente y cultura tienen y han tenido sus propios rituales y tradiciones.
Las llamadas "guerras de las flores" de los aztecas y los combates "amok" de los isleños de Indonesia causaban derramamientos de sangre reducidos, ya que su objetivo era adueñarse de gente en lugar de un territorio concreto. En este sentido, el teórico militar Sun-Tzu afirmaba que "someter al enemigo sin lucha es el colmo de la destreza". Ahora, de la mano del historiador Geoffrey Parker, Akal edita el libro Historia de la guerra, donde elabora un recorrido histórico de las prácticas bélicas.
La úlcera española
Según considera Parker, la superioridad técnica rara vez ha sido determinante en la guerra. Ante las invasiones externas provenientes del continente asiático, donde los ejércitos superaban por miles a los europeos, estos últimos tuvieron que aprender a resistir de otra forma; a saber batallar en inferioridad. Así se explicarían las victorias de Alejandro Magno frente a los persas.
Lo mismo sucedió siglos después cuando los españoles llegaron a América. Se encontraron con unas tierras enormes con ciudades más grandes de lo que jamás habían visto en el viejo continente. "La capacidad para compensar la inferioridad numérica, pues tanto al defender Europa, como al someter los imperios azteca, inca o mongol, las fuerzas occidentales se hallaron siempre en inferioridad numérica en una proporción de, al menos, dos a uno, y a menudo mucho mayor", escribe el historiador.
De esta manera, la astucia, la estrategia militar y la inversión en infraestructura cobró importancia. Siglos más tarde, eran los españoles los invadidos —esta vez por un Napoleón Bonaparte que había engañado a la monarquía— y la táctica militar pasaba por una fusión de la tradición militar y planificación de guerrilla. Desde que el líder francés instalara a su hermano José en el trono, "provocó una lesión permanente que sangró a Francia y consumió sus recursos durante cinco años".
En España se juntaron prácticamente soldados de todos los países. Franceses, ingleses, portugueses y, evidentemente españoles, campaban por las tierras del país. Los guerrilleros españoles aterrorizaron a los franceses y redujeron su capacidad para vivir del terreno. Peleo, oficial del Estado Mayor francés, describió cómo los guerrilleros intentaban destruirlos "al por menor, cayendo sobre pequeños destacamentos, masacrando a hombres enfermos y aislados, destruyendo convoyes y secuestrando mensajeros".
Y es que los españoles fueron todo un incordio para los soldados franceses. "La presencia de fuerzas regulares británicas, portuguesas y españolas impedía a los franceses dispersarse y combatir a los guerrilleros; pero si no se dispersaban, se encontraban con dificultades para ocuparse de las bandas de guerrilla o abastecerse mediante el pillaje", relata Parker.
Por lo tanto, tal y como indica el escritor, la "úlcera española" sangraba lentamente a Francia, mientras que el país sufrió una hemorragia masiva en Rusia. La forma de proceder que tuvieron los españoles es solo uno de los cientos de ejemplos en los que Geoffrey Parker expone la complejidad de un arte que ha acompañado a la humanidad desde siempre: el arte de hacer la guerra.