Mucho antes de que Picasso pintara el Guernica, años antes de que retratara a sus numerosas amantes de las formas más variopintas posibles, el malagueño estuvo al borde de la muerte cuando tan solo tenía 16 años. España no solo hubiera quedado vacía de su artista vanguardista de renombre, sino que el mundo entero hubiera notado la ausencia del mayor exponente del cubismo.
Si bien Kandinsky se retiró a Murnau y a los alrededores de Baviera para encontrar la inspiración de un nuevo estilo que le acercaría a su definitiva abstracción, Picasso hizo lo propio en Horta de San Juan. Malagueño y estudiando en Madrid, el joven pintor había enfermado de escarlatina. Sus padres, por otra parte, le habían retirado la ayuda económica que recibía y se veía obligado a regresar con ellos a Barcelona, donde se habían instalado por motivo de trabajo. Para el artista era un paso atrás en su vida. Se había mudado a la capital a iniciar los estudios en la Academia de San Fernando.
Sabedor de tal dilema, su amigo y también pintor Manuel Pallarés le invitó a pasar el verano en Horta, un pequeño pueblo situado al sur de Tarragona. Era junio de 1898 y aquella estancia, que duró alrededor de ocho meses, cambió por completo la vida del pintor. Paseó por las interminables cuestas del pueblo, buscando nuevas vistas que plasmar con su pincel. Hizo excursiones por la región y su naturaleza agreste, llena de cascadas, montañas y ríos salvajes. Fue en una de estas salidas cuando Picasso estuvo a punto de caerse por un barranco que daba al río Estrets. Justo en ese instante, Pallarés consiguió agarrar a su amigo y evitar que las fuertes aguas se lo llevaran consigo. "¡Nunca olvidaré que me salvaste la vida!", agradeció el joven pintor. Picasso no sabía nadar.
Poco a poco Picasso se fue adaptando a la vida de Horta. Pintó todo tipo de paisajes, pero también se atrevió con retratos populares de sus vecinos. La inspiración le llegaba por todas partes. "Todo lo que sé lo he aprendido en Horta", llegó a decir. Cuando marchó del pueblo catalán jamás olvidó su estrechas calles y la calma que lo rodeaba. Ni en Barcelona ni en París encontró el hueco que se había hecho en Horta de San Juan.
Picasso, amenazas y una pistola
Su segunda etapa en la pequeña localidad de Tarragona fue una década más tarde. En 1909, el consagrado pintor que triunfaba en París regresaba a Horta. Esta vez no lo hacía solo. Le acompañaba la modelo y artista francesa Fernande Olivier. La parisina fue compañera sentimental del pintor durante años y la relación destacó principalmente por su toxicidad. La violencia y los celos eran el pan de cada día en las vidas de Picasso y Olivier.
En esa atmósfera tempestuosa llegaron ambos al pueblo. Su visita revolucionó por completo a los ciudadanos de Horta, quienes terminaron escandalizados. Fernande Olivier era una mujer acostumbrada a la ciudad y a un mundo completamente diferente. "Siempre juego al dominó y escandalizo la población femenina con mis chales de colores, en concreto con el que usted me dio", escribió la modelo a Alice Toklas sobre su estancia en Horta.
Tampoco gustaba que la pareja de moda expresara su amor públicamente sin haber contraído matrimonio previamente. Se alojaban en un hostal que daba a la céntrica plaza del pueblo, a la vista de todos. Picasso y Fernande se asomaban recurrentemente al balcón hasta que un día un grupo de mujeres arrojaron piedras a sus ventanas por el hecho de no estar casados. En un arrebato de ira, el pintor cogió su pistola y comenzó a amenazar y a gritar desde el balcón. "¡El genio tenía mal genio!", indica el Centro Picasso de Horta de San Juan.
De Picasso queda mucho todavía en Horta de San Juan. El pequeño centro artístico recoge numerosas obras de su primera y segunda etapa, así como anécdotas y vivencias del pintor en el pueblo que le inspiró para convertirse en uno de los artistas más reconocidos del siglo XX. Allí se encuentra La fábrica de Horta de Ebro y La montaña de Santa Bárbara, la cual veía todos los días desde Horta.
El auge del cubismo
El surgimiento del cubismo como movimiento artístico no se creó de la noche a la mañana. La pasión de Picasso por El Greco —cuyas obras tantas veces había observado durante su estancia en Madrid— y la influencia de Cezanne y la incursión del arte africano dieron rienda suelta a la deformación de la realidad visual hacia elementos rectangulares.
En 1909, tal y como indica el Centro Picasso, Picasso "se encontraba en los inicios del cubismo, que tuvo en la obra creada en Horta un punto de inflexión destacado". Asimismo, trabajó "de manera obsesiva y cultivó sobre todo el paisaje, el retrato y la naturaleza muerta para producir algunas de las imágenes más emblemáticas del cubismo".
El poeta Josep Palau i Fabre afirmó en su obra Picasso vivo, 1871-1906 que Horta de San Juan representaba el "Paraíso perdido, aquel paraíso que casi todo el mundo, en una forma u otra, lleva dentro". De hecho, tras su segunda estancia en el pueblo que le había brindado la imaginación que necesitaba, jamás volvió. "Horta me gustaba mucho. A veces pienso que me tendría que haber quedado a vivir, pero mis amigos me decían: '¿Qué harás allí?' No sé, tal vez estaría mejor que ahora", dijo el pintor en 1969.
Tan solo 4 años más tarde fallecería en su casa de Mougins (Francia), a los 91 años. Su legado está presente en ciudades como Madrid, Barcelona, Málaga, París; también en la pequeña localidad de Horta de San Juan.