Los enganchones públicos entre Arturo Pérez-Reverte y el almirante Juan Rodríguez Garat, director del Instituto de Historia y Cultura Naval, siguen in crescendo. La polémica gira en torno a la retirada de las paredes del Museo Naval, reabierto a mediados de octubre tras dos años de renovación, del cuadro El último combate del Glorioso, una de las obras más insignes del pintor Augusto Ferrer-Dalmau, y se ha visto acrecentada en las últimas horas por un intercambio de cartas en el que ambos se acusan de incurrir en "pataletas".
El escritor, que acaba de publicar Línea de fuego (Alfaguara), fue el encargado de denunciar a través de Twitter que el lienzo de su amigo, un encargo del propio museo y que fue presentado en un acto que contó con la participación del rey Felipe VI, ya no formaba parte del recorrido expositivo. El almirante justificó su decisión amparándose en el nuevo discurso del Museo Naval, en el que se priorizan las victorias de la Armada española a lo largo de la historia y se minimizan las derrotas.
"El Museo Naval no es un museo de arte, tiene la misión de explicar una historia que sea equilibrada y sin complejos y los españoles tienen una imagen de la Armada que se asocia con la derrota de Trafalgar y esos acontecimientos negativos. Eso es un desaire para los héroes que durante dos siglos y medio mantuvieron el dominio del Atlántico", explicó Rodríguez Garat.
El cuadro de Ferrer-Dalmau representa, como se dice en el título, el último combate del Glorioso, un navío de 70 cañones que en 1747 regresaba de las colonias americanas con un importante botín y fue atacado por al menos cuatro contingentes británicos. A pesar de contar con menos potencia de fuego y ser superados en número, la embarcación capitaneada por Pedro Mesía de la Cerda logró frenar hasta tres embestidas enemigas. Sin embargo, al final, con 33 muertos abordo y ya sin munición, tuvieron que arriar la bandera. Fue una derrota épica, y así se refleja en el lienzo. Rodríguez Garat opinó que al capitán no le hubiera gustado "ser representado en el momento más triste de su carrera".
El debate, que parecía ya enterrado, se avivó la semana pasada en las páginas del diario británico The Times, donde se publicó un artículo titulado "El Museo Naval español borra la memoria de las derrotas". Pérez-Reverte aprovechó para mandarle un recado al almirante a través de Twitter:
Y Rodríguez Garat no pudo contener su impulso de responder al académico de la RAE. En una carta publicada en ABC, justificó con mayor detalle la decisión de la retirada del cuadro "estimando que tal saturación de derrotas honrosas podría provocar el síndrome que patentaron Les Luthiers con su 'luchamos como nunca y perdimos como siempre' –lo que en absoluto hace justicia a lo que fue la historia de esas décadas [entre 1739 y 1783, cuando España mantuvo tres guerras con Gran Bretaña]–".
También aprovechó para despacharse a gusto contra el escritor: "Pérez-Reverte no ha visitado el Museo Naval desde su reapertura. Pero eso no le impide defender al amigo que cree atacado con las armas que tiene: su tribuna en algunos periódicos y sus cuentas en las redes sociales. Su superioridad de medios es abrumadora. Sin embargo, tendrá que hacer más de lo que hace para que nos rindamos".
El director del Instituto de Historia y Cultura Naval acusó también al autor de Cabo Trafalgar de avivar la leyenda negra y discutió su argumento en torno a la actitud que tendría el capitán del Glorioso ante el cuadro: "Pérez-Reverte, sin embargo, asegura que a Messía de la Cerda le habría gustado ser recordado en el momento de su honrosa derrota. Puede que ese sea el caso del propio novelista, que, quizá porque es más fácil destruir que construir, vende a su público una España triste e irremediablemente fracasada". "Cálmese, pues, Pérez-Reverte, que no está en edad de pataletas. Duele ver que uno no es todopoderoso, pero es parte del proceso que lleva a la madurez", ha concluido.
Respuesta de Reverte
La versión del escritor no se ha hecho esperar, y la compartió este lunes con otra misiva publicada en Twitter. En ese intercambio de descalificaciones, Pérez-Reverte señaló que la actitud de Rodríguez Garat es "la pataleta del orgullo herido de un almirante", quien, "acostumbrado a mandar y ser obedecido, no le gusta que civiles ajenos a su jerarquía cuestionen sus decisiones". Desveló también que a Ferrer-Dalmau no se le informó de la decisión de prescindir de su cuadro y que solo la polvareda levantada ha evitado que el lienzo acabase en un despacho del Ministerio de Defensa —se expondrá finalmente en el Museo Naval de San Fernando—.
"Para complicar más su propio naufragio, el almirante difundió entre el personal del Museo Naval un supuesto mensaje telefónico del pintor Ferrer-Dalmau en el que éste le mostraría su 'comprensión' y apoyo por el desaguisado, mensaje que el propio pintor ha desmentido ante instancias de la Armada situadas muy por encima del almirante Garat (y lo ha hecho en conversaciones de las que yo mismo, como amigo del pintor desde hace años, he sido testigo)", confesó el novelista.
Pérez-Reverte añadió que Rodríguez Garat, con su carta, pretendió atribuirle "la responsabilidad del asunto (...); con tanto énfasis y hasta tal punto, que cualquiera diría que la ofensa de retirar el cuadro sin dar aviso a Ferrer-Dalmau me la hubiera hecho Garat a mí, y no al pintor". También recordó su colaboración con el Museo Naval desde hace más de veinte años, institución a la que defenderá "siempre frente a la mediocridad, la estupidez y la contumacia de cualquiera, vista uniforme o ropa civil".
"Y por cierto, ya que los defensores de Garat (por suerte para él los tiene, y no está solo en sus aciertos o errores) recuerdan estos días que el almirante posee la Gran Cruz del Mérito Naval, tal vez sea oportuno señalar el hecho de que Augusto Ferrer-Dalmau y yo mismo también tenemos otra", zanjó el novelista. Una bronca que ya espera un próximo capítulo.