Bien es sabido que en la Antigua Grecia y en el Imperio romano la homosexualidad era una práctica aceptada y sin ningún tipo de carácter negativo como ocurría en la Edad Media. La razón de aquella evolución se debe al emperador Justiniano, quien comenzó a perseguir políticamente la homosexualidad.
Tal y como escribe Emilio Del Río en Calamares a la romana (Espasa), en el mundo antiguo "la mayoría de los homosexuales eran bisexuales y se presentaban en público como tales". Por poner un ejemplo, a Julio César le atribuían una vida repleta de relaciones tanto con hombres como con mujeres. "Marido de todas las mujeres y mujer de todos los maridos", le llegaron a llamar en el Senado.
Pero esta aceptación de una libre sexualidad, fuera la que fuera, se vio mermada con el paso de los siglos. A partir del siglo IV el Imperio romano, que tantos años había mantenido el Viejo Continente bajo una civilización, entró en una crisis que difícilmente podrían solventar los emperadores. Se dividió el territorio en dos partes: el Imperio romano de Occidente y el Imperio romano de Oriente —también conocido como Imperio bizantino—.
Como emperador cristiano que era, buscó devolver a Roma su histórico poder y realizó numerosos cambios tanto en el ámbito de la política exterior como dentro de sus fronteras. "Justiniano, un emperador fervientemente cristiano, quiso fomentar la uniformidad religiosa anunciando de qué parte estaba el régimen de los debates teológicos de la época", narra el historiador Tony Spawforth en Una nueva historia del mundo clásico (Crítica).
De esta manera, también intervino en la moral sexual. El código legal de Justiniano reiteró una ley del primer emperador romano que condenaba a muerte a los ciudadanos que "se atrevieran a practicar lujuria abominable con hombres". Así, se convirtió en el primer emperador en aplicar leyes en contra de la homosexualidad de forma contundente. Fue una persecución "sin precedentes". Hasta el momento, las autoridades imperiales adoptaban una postura de laissez-faire que terminaría para siempre.
Justiniano ordenó que todos los que fueran hallados realizando prácticas homosexuales fueran calificados como pederastas y fueron castigados a castración. "Desde entonces en adelante, quienes experimentaban deseo por otros hombres vivían sumidos en el terror".