Hace unas semanas, la Universidad de Oxford anunciaba la puesta en marcha de un proyecto centrado en indagar los orígenes del dinero. Dirigido desde la Facultad de Clásicas, las investigaciones, que se prolongarán durante cinco años y cuentan con un presupuesto de dos millones de euros, estarán centradas en recopilar evidencias sobre el desarrollo de la economía monetaria en Anatolia, que ocupaba parte de la Turquía actual. Allí, a finales del siglo VII a.C., se realizaron las primeras acuñaciones de la historia, un elemento que ha marcado las relaciones comerciales hasta nuestros días.
Pero las interacciones de bienes y objetos entre personas y pueblos ya existían desde mucho antes de ese siglo VII a.C. Cada época tuvo su particular forma de dinero. A principios de la Edad del Bronce, esta tarea la cumplieron objetos de bronce como aros, hojas de hacha o lo que los expertos han denominado "costillas", una especie de varillas curvas y aplanadas. Pero lo más sorprendente es que las gentes prehistóricas llegaron a estandarizar el peso y la forma de estas creaciones para poder cuantificar su valor de una manera bastante precisa.
Así se desprende de un nuevo estudio publicado esta semana por los arqueólogos Maikel Kuijpers and Cătălin Popa, de la Universidad de Leiden. Los investigadores han analizado unos 5.000 artefactos de metal de comienzos de la Edad del Bronce, entre 2150 y 1700 a.C., descubiertos en forma de conjuntos en un centenar de yacimientos repartidos por Europa Central. Los resultados han evidenciado una relativa uniformidad tanto en el tamaño como en el peso que les lleva a sugerir que esos objetos fueron utilizados como una forma primitiva de dinero.
"Los euros de la Prehistoria llegaron en forma de aros de bronce, costillas y hachas", han señalado los autores del estudio, publicado en la revista PLOS ONE. En su investigación, analizaron y compararon estadísticamente 2.639 hallazgos de los primeros, 1.780 de las segundas y 609 de las terceras siguiendo los principios de la Ley de Weber-Fechner, que establece que si los objetos son lo suficientemente similares en masa, un ser humano que los pesa a mano no puede notar la diferencia.
Con los aros, por ejemplo, a pesar de sus lógicas variaciones —en la Edad del Bronce no había ni mucho menos fábricas que produjesen en cadena artilugios idénticos—, descubrieron que el 70% de ellos eran suficientemente similares en cuanto a su peso para no poder ser distinguidos a mano. Sus cálculos revelaron que uno de estos objetos comprendido entre 176 y 217 gramos sería percibido de la misma forma que otro de 195g, la medida estándar acordada por los investigadores. En cuanto a las 1.106 costillas más pesadas, de entre 167 y 204g, se halló un 71,5% de idéntica perceptibilidad con la media de 186g.
Además de los datos estadísticos, el estudio tuvo en cuenta otros requisitos para que artilugios como los estudiados sean considerados dinero: deben de haberse producido a una escala suficientemente importante, haber sido utilizado para intercambios y haberse estandarizado de alguna manera. Si bien el número de descubrimientos y la amplia geografía en la que fueron localizados cumplen las dos primeras premisas, los análisis estadísticos conducen a corroborar la tercera, la más compleja, porque los registros arqueológicos arrojan pocas pistas sobre cómo era el sistema de medición del ser humano a principios de la Edad del Bronce.
Sí hay más evidencias, sin embargo, sobre los elementos utilizados para acometer este tipo de funciones a medida que avanza la era y que adquieren mayor complejidad. "Sugerimos que la producción de copias perceptiblemente idénticas de aros, costillas y hojas de hacha y su uso como moneda mercancía condujo a un mayor reconocimiento de las similitudes de peso y al surgimiento independiente de un sistema de pesaje en Europa Central", concluyen los investigadores en su estudio.