A la civilización romana siempre se la ha visto como una extensión más del pueblo griego. Gracias a Roma conocemos la mayoría de la cultura helena; desde sus dioses hasta su arte; de su arquitectura a su manera de pensar. Sin embargo, si bien se pueden encontrar paralelismos entre ambas civilizaciones, también existieron enfrentamientos bélicos.
Grecia y Roma combatieron por su supervivencia en numerosas ocasiones, pese a que dichos episodios hayan quedado en el olvido. El resultado casi siempre sería el mismo y pocas dudas quedan al respecto. El futuro imperio se impondría con autoridad y demostraría que la legión romana era superior a la falange griega.
El escritor Myke Cole, reconocido novelista de ciencia ficción y fantasía, se aventura ahora en un proceso de documentación histórico donde analiza ambas formaciones y su desenvoltura en el campo de batalla. Lo hace en su reciente libro, Legiones frente a falanges (Alianza).
El autor neoyorquino no es el primero que profundiza sobre este tema. Dos milenios antes, el historiador Polibio dejó constancia sobre sus ejercicios por descubrir la razón de que los romanos siempre obtuvieran la victoria frente a los griegos. "Consideré necesario examinar este asunto con detenimiento porque, en su momento, a muchos griegos les pareció increíble que los macedonios hubieran sido vencidos y, en el futuro, habrá muchos que no se expliquen la inferioridad de la falange respecto al sistema militar romano", escribía en su mítica obra Historias.
Falange y legión
Formada por hoplitas, la falange clásica representó el apogeo de su época hasta que Filipo II, padre de Alejandro Magno, adaptó la táctica a los nuevos obstáculos que se cernían sobre la antigua Hélade. Los hoplitas llevaban una lanza de punta de hierro de aproximadamente dos metros que les permitía avanzar en conjunto con sus compañeros aniquilando al enemigo que se encontrara enfrente. "Organizada correctamente, la falange es impenetrable", escribe Cole.
El autor agrega que en la falange clásica y en las posteriores todo dependía de mantener los escudos trabados y de mantenerse juntos. "En el momento en que se rompe la cohesión, aparecen huecos en la línea y el hoplita queda expuesto", apunta.
La flexibilización de la formación a manos de los macedonios permitió que la falange se innovara y fuera capaz de extender sus triunfos hacia Oriente. "A la falange se debió la caída del Imperio persa, el mayor del mundo en aquella época, que en su máximo apogeo se extendía de los Balcanes hasta el valle del Indo", relata Myke Cole y considera qud Alejandro Magno sería un hombre más si no fuera "por los milagros que la falange realizó a sus órdenes, una y otra vez, en las condiciones más desfavorables".
Por lo tanto, la pregunta está clara. ¿Por qué sucumbió ante la legión romana? Esta consistía en un cuerpo de infantería pesada de unos 4.200 hombres -el número podía ascender hasta los 6.000 acompañados de otros 300 jinetes- y estableció las pautas de la organización militar, "sentando las bases de la profesionalización de los ejércitos que permitió a la Roma imperial alcanzar alturas que ni siquiera los persas habrían soñado".
En este sentido, Polibio señalaba que la formación macedónica, es decir la falange renovada, a veces resultaba de poca utilidad o incluso de utilidad nula, porque el soldado no podía actuar en unidades más pequeñas o individualmente. Mientras tanto, defendía que la formación romana era más flexible y que podía adaptarse igual de bien a cualquier lugar o momento para hacer frente a un ataque en cualquier dirección. Cole lo deja claro en su libro: "La falange necesita un terreno completamente llano sin accidentes para operar eficazmente".
Seis batallas
La experiencia también probó lo que era evidente, aunque su primera toma de contacto terminó con el triunfo griego. La primera prueba se dio en Heraclea en el año 280 a.C., cuando las polis de la Magna Grecia trataron de impedir la expansión por la península itálica de la joven República romana.
El rey Pirro de Epiro se enfrentó a lo que él pensaba que serían un puñado de bárbaros romanos. No obstante, estos supieron desbaratar la falange y tan solo gracias a los elefantes de guerra fueron derrotados los legionarios romanos.
Un año más tarde, Ásculo sería otro de los escenarios donde aún los helenos se mostrarían superiores al ejército romano. Fue debido a esta batalla con grandes pérdidas para ambos bandos cuando se creó el término "victoria pírrica" para referirse a una victoria que se consigue con un gran coste humano.
En Benevento, en el año 275 a.C., obtendría Pirro su desgaste definitivo. Las batallas anteriores, pese a haber salido vencedor, le habían dejado una posición muy delicada y este último conflicto decantaría un patrón que se repetiría en los episodios bélicos siguientes. En Cinoscéfalas la falange no pudo desplegar su poderío porque no se trataba de un terreno liso y las legiones romanas inclinaron la balanza. En Pidna (168 a.C.), la legión y la falange se encontraron cara a cara una vez más, y como no pudo ser de otra forma, los falangitas fueron incapaces de mantenerse unidos ante dos legiones que atacaron las fisuras griegas con contundencia.
Decía el historiador Tony Judt que el sistema militar de una nación no era una sección independiente del sistema social, sino un aspecto de este en su totalidad. Roma se había impuesto. "La falange se había enfrentado a la legión en múltiples ocasiones, con líderes diferentes y en condiciones muy distintas de terreno, tiempo atmosférico, disciplina de las tropas y aprovisionamiento, además de factores que influyen en la moral como la inspiración divina y los presagios", recoge el autor. "La legión fue la vencedora indiscutible y seguiría dominando el campo de batalla durante cientos de años", concluye.