La de Emilio Castelar parece una figura reducida a resaltar sus dotes oratorias, que lo aúpan a una suerte de Demóstenes o Cicerón español —personajes clásicos insertos en su gran monumento en el Paseo de la Castellana, realizado por Mariano Benlliure en 1908—, y a su breve desempeño como presidente ejecutivo de la Primera República durante apenas cuatro meses, entre septiembre de 1873 y enero de 1874. Pero la obra intelectual del escritor, político y periodista gaditano lo convierten realmente en uno de los grandes difusores de las ideas democráticas de la España de la segunda mitad del siglo XIX.
A juicio de Azorín, cabría comparar los trabajos intelectuales de Castelar con los de gigantes como Flaubert, Galdós y Balzac. Claramente fue un referente para sus contemporáneos como hombre de Estado y firme europeísta, pero su estela se ha ido apagando con el paso del tiempo, hasta quedar reducido al tópico de orador retórico y florido. Así lo considera el investigador Manuel Serrano Vélez, autor de una nueva biografía sobre el personaje, Emilio Castelar. La voz de la República (Almuzara), con la que pretende divulgar la vida de un hombre que brilló con luz propia entre las más destacadas figuras españolas decimonónicas.
"Castelar era más lúcido y más moderno que la mayoría de sus contemporáneos, un auténtico profeta, un precursor de la modernidad", apunta el autor. "A diferencia de la generalidad de los dirigentes y militantes republicanos de finales del siglo XIX, condenó los intentos de golpes de Estado militares, censuró los motines populares como formas de expresión política, su lucha por la libertada estuvo acompañada por la defensa de la legalidad y la necesidad de la autoridad y defendió la existencia de una república, liberal, democrática y conservadora que amparara a todos los españoles y no solo a los republicanos".
En un célebre discurso en 1899, muy poco antes de morir en la localidad murciana de San Pedro del Pinatar y tras más de una década fuera de la política, resumió así esta última idea: "Jóvenes, oíd a un viejo a quien oían los viejos cuando era joven. Desechad toda idea de fundar una República con los republicanos solos y para los republicanos solos; es la República como el sol para todos los españoles, forma suprema de la libertad y del derecho".
De hecho, como político, defendió el ideario federal de sus admiradas Suiza o EEUU, aunque siempre con unos límites: tuvo claro que no se podía desmembrar una nación con profundas raíces históricas como España para volver a articularla federalmente. La trayectoria de Castelar, que vivió soltero y entre rumores de homosexualidad, guarda cierto paralelismo con la de Manuel Azaña, según Serrano Vélez: intelectuales volcados a la política por patriotismo y con el empeño de construir una república para todos que muy pronto se vieron sobrepasadas por una realidad muy distinta a la que soñaban.
Conciencia europea
Tildado de hombre bondadoso y noble, aunque también vanidoso —se dijo de él que era "el alma de un Don Quijote en el cuerpo de un Sancho Panza"— Emilio Castelar destacó en otros registros más allá de su labor parlamentaria. Sobre todo como periodista, con miles de artículos que publicó durante cuarenta años, algunos tan importantes que llegaron a desatar dos crisis políticas que debilitaron enormemente a la monarquía de Isabel II y sacudieron la regencia de María Cristina.
Como escritor, Castelar está considerado uno de los iniciadores de la literatura de viajes en España con obras como Recuerdos de Italia; y actuó también de historiador, aunque con menos ciencia y más artificio y teatralidad de la que se considera obligatoria en la actualidad para un estudioso del pasado. En cualquier caso, proclamó que la historia no era solo de las élites, sino necesariamente del pueblo, y que no se podía limitar a los sucesos políticos, bélicos y religiosos, sino que tenía que abarcar todas las facetas de la vida.
También es destacable su notable interés por historiar las vidas de las mujeres (bíblicas, asiáticas, griegas, romanas o a la Virgen María). En total, dedicó ocho tomos a esta Galería histórica de mujeres célebres, a medio camino entre el género histórico y biográfico. Y apoyó la entrada de las mujeres en la Real Academia Española, de la que era miembro, así como de la de la Historia.
A la hora de su fallecimiento —se organizó una de las ceremonias fúnebres más masivas de la historia de Madrid—, Castelar, según apunta Manuel Serrano Vélez, era "una gloria universal y gozaba de tanto prestigio tanto en Europa como en América". De hecho, el autor señala que la imagen del intelectual español se encontraba a la altura de los Garibaldi, Victor Hugo o Bismarck
"Castelar fue doblemente europeo, tanto en el sentido de ser admirado y respetado por Europa entera como por ser un convencido europeísta que con su palabra y sus escritos contribuyó a forjar la conciencia europea y la necesidad de afrontar el siglo XX con una política democrática común a todo el viejo continente", cierra el autor. "Sin embargo, la prédica europeísta y democrática de Castelar fue escuchada con más atención fuera de España que dentro de ella".