La primera conversación entre el duque de Wellington y el mago Jonathan Strange, allá por 1809 en Portugal, fue más o menos como sigue:
—Lo que necesito sobre todo, señor, es más artillería y más hombres. ¿Puede hacerlos aparecer? –le preguntó Wellington.
—Una interesante pregunta, mi señor –respondió el mago–. En el libro De Generibus Artium Magicarum…
—No me importa el libro De Generibus Artium Magicarum, señor. ¿Puede hacerles aparecer o no?
—Puedo hacer que llueva, mi señor.
—Ha llovido todo el invierno. Apenas ha dejado de llover. Usted y ese otro caballero han sido una gran molestia para el ejército. Esas visiones que han mostrado a los ministros los han convencido de que saben cómo son las cosas en Portugal. Pero no lo saben. Solo yo sé qué se necesita hacer en Portugal, señor, porque soy el único que conoce todas las circunstancias. Y lo que digo que es no tengo necesidad de un mago aquí.
—Podría desencadenar una plaga de langostas sobre los franceses, mi señor. ¡O ranas!
—¡Eso sería tan bueno como hacerles caer pollos asados, señor! Buenas noches.
Wellington volvería a la carga tiempo después para preguntar a Strange sobre sus medios para hacer magia.
—Para hacer magia, mi señor, hay muchos métodos. Tantos, me atrevería a decir, como para hacer la guerra. Buenos y malos.
—¿Puede un mago matar a un hombre por arte de magia? –dijo Wellington.
—Supongo que un mago podría –admitió Strange–, pero un caballero, jamás.
La reciente adaptación a televisión de Jonathan Strange y el señor Norrell de mano de la BBC y la oportuna reedición de Salamandra estos días nos permite traer de vuelta una de las mejores novelas fantásticas publicadas en lo que va de siglo, si acaso la mejor. En sus 800 páginas, la muy ambiciosa y muy británica Susanna Clarke imagina un siglo XIX en que la magia, que se creía desterrada del suelo inglés desde la Edad Media, surge de nuevo en la figura de dos magos, el aburrido Gilbert Norrell, un ratón de biblioteca con la vanidad de un elefante, y Jonathan Strange, joven con alma de poeta maldito.
Estamos a comienzos del siglo XIX y las pelucas de los lores se agitan muy preocupadas ante el ajedrez geopolítico desplegado por Napoleón. Con la idea de recuperar el brillo perdido de una práctica ilustre como la magia, Norrell y Strange deciden ponerse al servicio del gobierno en la guerra contra Bonaparte. Por el camino, que abarca más de 10 años, se dejan ver otros personajes reales, como Lord Byron o el rey Jorge III, que en realidad no estaba tan loco: puede que no conversara con ángeles, pero sí lo hacía con duendes.
Hechicería ‘mainstream’
A Susanna Clarke se le apareció por primera vez la imagen de Strange en 1992 mientras soñaba despierta en Bilbao, donde pasó un año dando clases de inglés. Durante la siguiente década trabajó como editora de libros de cocina en su país y se dedicó a escribir el manuscrito de Jonathan Strange y el señor Norrell, que finalmente fue publicado en 2004 por Bloomsbury –también casa de Harry Potter– como un blockbuster global: con una tirada de 250.000 ejemplares entre EEUU, Inglaterra y Alemania y una campaña de marketing con detalles encantadores, como el uso de carruaje de caballos y parodias de periódicos de la época.
Después llegaron las ventas y los reconocimientos, entre otros, los premios Hugo y Locus y su elección como “Novela del Año” para Time, que contextualizaba a la autora en un escenario que no es muy diferente al actual, en el que la literatura fantástica ha desbordado su propio nicho y muchas de sus limitaciones, rescatada de “debajo de una montaña de basura new age, juegos de cartas coleccionables y carátulas de heavy-metal” por autores como J.K. Rowling, Neil Gaiman, Phillip Pullman, China Mieville y George R.R. Martin, según la revista. Y nació así un fenómeno mainstream traducido a 32 idiomas.
¿Y en España? La novela fue publicada en 2005 por Salamandra –también casa de Harry Potter–, reseñada con interés en nuestro país y en Hispanoamérica y objeto de tres ediciones, además de una en bolsillo. Ahora, tras su salto a la televisión –siete capítulos, una única temporada y el mismo sabor de boca que deja una Downton Abbey imaginada por Poe–, llega una reedición revisada, también en bolsillo, con cubierta adaptada a los nuevos tiempos y mercados –es decir: con las foto de los actores en lugar de aquel cuervo que parecía sacado de un grabado de Goya, que de hecho también es mencionado en la novela como autor de “un esbozo de Jonathan Strange rodeado de los napolitanos muertos”–, pero con la misma traducción titánica a cargo de Ana María de la Fuente.
“No hubo dudas al leer el manuscrito, en el cual la autora había dedicado una década y que sobresalía del resto por su originalidad”, cuenta el editor Juan Milá sobre la decisión de ir a por todas con el libro. “Había cierto riesgo de que el tema de la magia confundiera ligeramente a una parte de los lectores de nuestra colección de narrativa, pero merecía la pena intentarlo. Además de la fuerza de los personajes y su mundo, es un libro que contiene, entre otras cosas, múltiples historias, contexto histórico y comedia social, es decir, es una novela con interés para lectores muy distintos”. En su opinión, la novela ya es un long-seller y siempre ha sabido moverse muy bien “en el ámbito de la novela mainstream y, simultáneamente, en otros ámbitos, como el de la literatura fantástica o la novela histórica”.
El Harry Potter de los bibliófilos
Los libros son muy importantes en esta historia. Antes de la aparición de Norrell y Strange, la magia había sido relegada a las bibliotecas. Eran objeto de estudio, pero ningún mago teórico se planteaba practicar la magia de la misma forma que “los botánicos no se preocupan de la creación de flores nuevas o los astrónomos de modificar la posición de los astros en el espacio”. Norrell representa el odioso arquetipo del coleccionista, un tipo que huele a cerrado incluso en lo relativo a la magia, que entiende como una actividad exclusiva y elitista. Strange está hambriento de saber y quiere llevar la magia conocida a sus límites, aunque eso suponga volver a tratar con hadas y duendes profundizar en la ambigua figura del mago John Uskglass, conocido como el Rey Cuervo, responsable de llevar la magia a Inglaterra.
Pero los magos se pelean por cualquier motivo, como es sabido. Y Strange y Norrel pasan parte de estas páginas enzarzados en una batalla de ideas y erudición que incluye el uso de la imprenta y la prensa como armas. Ambos escriben libros y extensos artículos sobre magia y se suman así a una detallada bibliografía que aborda todo tipo de temas mágicos. La propia Clarke incluye algunos de estos textos en la novela y trufa su novela de referencias a tomos y estudiosos. El lector se termina acostumbrado a citas sacadas de volúmenes imaginarios, como aquel De Generibus Artium Magicarum Anglorum, de Francis Sutton-Grove, así como a las peleas dialécticas entre strangianos y norrellianos.
Clarke es una gran lectora de literatura de fantástica, desde C. S. Lewis a Ursula K. Le Guin, pero también de literatura del siglo XIX, y uno de los grandes valores de la novela es que funciona como pastiche posmoderno donde su admirada Jane Austin convive con el irrepetible mundo creado por Neil Gaiman para su cómic The Sandman, especialmente en lo relativo al reino de Desesperanza, con sus bailes de salón oníricos y su vestidos cubiertos de pequeñas bocas que cantan canciones. Folletín, novela gótica, romántica, histórica y hasta guiños a Merlín. Solo falta el joven Potter como invitado.
Curiosamente, cuando salió Jonathan Strange y el señor Norrell, en medio del boom de Harry Potter, la mayoría de los artículos dedicados a la novela buscaban diferenciar su universo del de Hogwarts. Hoy tenemos a Potter completamente asimilado en la cultura pop, como nos ha demostrado tristemente la reciente muerte de Alan Rickman, y no es descabellado pensar que aquellos lectores de hace 10 años hoy se sientan tentados por un acercamiento adulto a la magia, con todo lo que implican las cursivas. “Es un pensamiento interesante. Y muy verosímil. Los lectores que han crecido leyendo Harry Potter no sólo no tienen resquemores ante los libros relacionados con la magia, sino que probablemente sientan una curiosidad natural por lo que propone esta novela en particular: una ficción más elaborada en torno a los supuestos orígenes de la magia en la Inglaterra medieval y su supervivencia a través de los siglos. Es cierto que, con el tiempo, se aprecia que recrean universos similares”, reconoce Juan Milá.
La vuelta de Strange y Norrell también pone sobre la mesa el futuro del original universo creado por Clarke. La autora no ha sido especialmente prolífica estos años. En 2006 publicó Las damas de Grace Adieu (2007 en España, de nuevo en Salamandra), que recoge ocho relatos conectados con el mundo de Jonathan Strange y el señor Norrell, pero protagonizadas por mujeres y en los que jugaba de nuevo con la autoría y la metaliteratura. “Desde entonces se sabe que trabaja en otra novela, en principio similar, ambientada en el mismo universo, aunque con distintos protagonistas”, recuerda Milá.