Miguel de Cervantes podría ser cualquiera. Total, de él nos queda el retrato verbal que hizo en el prólogo de Novelas ejemplares -"rostro aguileño de cabello castaño, frente lisa y desembarazada, de alegres ojos y nariz corva, aunque bien proporcionada..."- y aquel dibujo atribuido a Juan de Jáuregui: sobrio con su bigote, su perilla y su gorguera. Podría reencarnarse y nadie lo reconocería, podríamos cruzárnoslo por la calle vestido de mortal sin inmutarnos. Hemos depositado el credo en un hombre abstracto, enigmático de puro volátil, literato en retrato robot. Tiene hasta algo de amor platónico esto, de romance por correspondencia: una adoración antigua apoyada en la letra.
Vamos hilando su vida, su obra, su carne y su leyenda de mala manera, a retazos lentos que cuestan siglos. Vamos por el mundo queriendo de verdad que sean suyos los huesos aquellos de la iglesia de las Trinitarias de Madrid. Ahora que se celebran 400 años de su muerte y tenemos, como sociedad, una deuda con su nombre, la Biblioteca Nacional de España acoge la muestra Miguel de Cervantes: de la vida al mito (1616-2016). 210 piezas para saldar algunas viejas cuentas.
Potencia civilizadora
Lo cierto es que en el imaginario español, el padre de la lengua castellana tiene una tara básica de la que no acaba de recomponerse: lo confundimos con Don Quijote. Así, como si fueran uno. Le ponemos un escudo, un corcel y un Sancho Panza al lado y a volar. "Es al contrario que el Saturno devorador de hijos", señala Javier Gomá, escritor, filósofo e invitado de lujo. "En este caso, el hijo ha devorado al padre: Don Quijote ha eclipsado la luminosidad de su autor".
Sin embargo, aunque el lunático y encantador hidalgo no pierda fuelle como elemento literario venido a más, Gomá cree que sólo hay cuatro españoles verdaderamente universales: "Tres son pintores: Velázquez, Goya y Picasso. El otro es escritor y es Cervantes. Y, entre todos ellos, la figura que quedará visible y la que tiene potencia civilizadora en el presente es Cervantes".
Cervantes no es una figura arqueológica o de anticuario ni un santón para ponerse de rodillas, sino una figura unificadora
El filósofo va más allá y señala que Cervantes no es "una figura arqueológica o de anticuario" ni "un santón para ponerse de rodillas", sino que su emblema "sigue moldeando la conciencia actual" y emerge "en una sociedad como la nuestra, tan llena de banderías, partidismos y divisiones, como una forma de cohesión, alguien que tiene el consenso de todas las partes". Vaya. ¿Sabrán eso Albert Rivera y Pedro Sánchez? Aquí hay anzuelo de investidura conclusiva. Un empujón último en el estreñimiento gubernamental: Miguel de Cervantes, el hombre de todas las caras o de ninguna, el que podría ser cualquiera pero sólo fue uno, uno y no más.
Gordo, flaco, qué importa
Un rostro abstracto en los carteles de campaña, una letra sabia y edificadora. La idea se hace espiral y se vuelve cada vez más confusa, porque hay un busto inaugural en la exposición cervantina -rematado con una proyección sobre su cara mediante la cual parece que se mueve y habla- en el que el autor eterno luce una cabeza diferente a la que nos tiene acostumbrados: un cráneo más grueso, unos mofletes más rollizos. Gordo, flaco, qué importa, es él, político clave debajo de todas las cosas. "El Congreso de los Diputados debería dedicar una jornada para Cervantes frente a la división con la que a veces teatraliza", continúa Gomá. "Aquí tenemos una figura suprapartidista".
El año de homenaje a Cervantes, como apunta Elvira Marco -directora de Acción Cultural Española- no busca sólo dirigirse "a los expertos en el autor, sino también acercarnos a él desde ángulos más didácticos y lúdicos, trascender al Quijote presentando a otros personajes como Galatea o el licenciado Vidriera". Esto último será en una exposición posterior que se celebrará en otoño en el mismo espacio, la Biblioteca Nacional de España. "Sobre todo, hay que leerle", alega Ana Santos Aramburo, directora de la institución, "porque muy poca gente le ha leído".
Para homenajear a Cervantes, sobre todo, hay que leerle -señala Santos Aramburo-, porque muy poca gente le ha leído
José Manuel Lucía Megías, catedrático de la Universidad Complutense de Madrid, presidente de honor por la Asociación de Cervantistas y comisario de la muestra, señala que, cuando le plantearon vertebrar la exposición, pensó en componerla en base a tres pilares: el primero, "saldar la deuda que teníamos con Cervantes: nunca se había realizado una exposición de estas características, con esta importancia", explica. "En 1616 era el momento, pero los hechos bélicos de la I Guerra Mundial no lo propiciaron". El segundo, "hacer un homenaje a Cervantes y no a El Quijote"; y el tercero "evocar el poder del Siglo de Oro".
Sinónimo de libertad
Cervantes es también politólogo de raza porque, como añade Megías, "es diálogo, comprensión de las diferencias del otro, sinónimo de libertad". La muestra arranca en Un hombre llamado Miguel de Cervantes, una primera parte sobre la vida del autor -cuenta hasta con su partida de nacimiento y autógrafos de su letra- que detalla qué conocemos sobre él: lugares, acontecimientos en los que se desarrolló su carrera personal y literaria, momento y circunstancias vitales en las que escribió sus obras y cómo sobrevivía entonces.
Una imagen llamada Miguel de Cervantes, el segundo eje de la exposición, está dedicado a la reconstrucción del personaje a través de sus retratos y Un mito llamado Miguel de Cervantes, el tercero y último, recoge cómo a través de los siglos se ha ido edificando el mito del escritor como símbolo de la lengua española y de la propia nación.
Cervantes también es politólogo de raza porque, como añade Megías, es diálogo, comprensión de las diferencias del otro, sinónimo de libertad
Está, ha estado en todas partes: su cara imaginaria plasmada en un medicamento de 1914 contra los insomnios nerviosos, también en un envoltorio de librito de papel de fumar. Hay que conmemorarlo porque la estela de Cervantes, en cualquier formato posible, "crea las bases para una sociedad más justa y una vida personal más honesta", recuerda el comisario.
Porque derrochaba "idealismo, cortesía y chiste", subraya Gomá, porque su chiste "no rebaja ni ridiculiza, es humor al servicio de la admiración", y porque "era una constante referencia a la urbanidad y al comedimiento". No hay más, caballo ganador por mayoría absoluta. Que tomen nota desde el hemiciclo.
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