La de Juan Tallón (Vilardevós, 1975) es la prosa de una ciudad pequeña del norte. Puede ser ésta o esta otra, pero allí, en su milagro local, siempre hay una ferretería maldita en la que nadie entra, un gin tonic que no se derrama, unas braguitas guiñando desde un tendedero. Normalidad masticable que deviene en hechizo. Tallón camina por ahí, todo despistado, como si acabase de aterrizar. Deja cierta estela de desconcierto y atina en sus conclusiones sin querer: se enraiza en el absurdo y llega a buen puerto, Dios sabe cómo. No lo tiene claro ni él. 

Es honesto, metaliterario y se explica a borbotones, con una urgencia intermitente: no puede ocultar que vive con una novela dentro y eso, a ratos, es como un gato en el estómago. Resulta algo irrefutable porque tiene siempre a mano la anécdota, la frase lapidaria, el recuerdo que respalda su teoría. Sus argumentos son la combinación inteligente de todos los libros que ha leído; un mosaico mental hecho a retazos de páginas subrayadas. 

En Mientras haya bares (Círculo de Tiza), Tallón recolecta años en forma de columnas -publicadas en El País, El Progreso, Jot Down y su blog, descartemoselrevolver.com- y hace apología del vermú que todo lo puede. Del país que se levanta perseverando en las terrazas. De montar el guateque un ratito, por qué no: hasta que escampe el drama.

¿Cómo sabe uno que es escritor?

Bueno, es del tipo de cosas que uno no acaba de saber. Uno sólo sabe que quiere ser escritor. Yo, ahora, después de siete u ocho libros, empiezo a dejar de sentir pudor a referirme a mí mismo como escritor. Recuerdo después de publicar mis tres primeras novelas, considerarme escritor era algo que me producía sonrojo. ¿Cómo voy a ser yo...? ¿Cómo voy a llamarme a mí mismo escritor sin que los demás piensen que soy un poco cretino? Me parecía una cosa muy seria.

Luego te vas naturalizando con el oficio y puedes ser un escritor, que al final no es nada del otro mundo, pero que tú, íntimamente, lo vives como un acontecimiento absolutamente increíble. No se me ocurre nada mejor que ser en la vida. Aunque haya muchas cosas que no te puedes permitir porque eres un modesto escritor. Pero, en la intimidad, no hay modestos escritores, ¿no? Cuando crees que tienes el mejor oficio del mundo, te sientes un gigante. Pero claro, eso no se lo puedes contar a nadie, porque harías el ridículo.

¿Por qué nunca habla de amor?

(Como si acabara de reparar en ello). Ah, es verdad.

Ah, eso, ¿no? El amor.

Es un tema que no sale mucho en mis textos. Tal vez porque no soy yo un escritor lo suficientemente maduro como para saber tratarlo. Quiero pensar que es eso y que no es una limitación.

¿Hay algo de pudor ahí?

Tal vez sin ser yo consciente de que es pudor; pero si no sale, o si no ha salido hasta ahora, tal vez es por eso. El amor a veces tiene mucho que ver con el desamor, porque el amor también significa la pérdida del mismo, como un final natural. Lo he tratado con cinismo, con lo cual parece que ya no es un tema de amor, porque si lo tratas con esa actitud parece que estés hablando ya de otra cosa. Yo soy una persona que a los reveses procuro siempre darles cierta lejanía, porque no me gusta sufrir, y creo que es un buen modo de superar ese dolor. Nótese, el cinismo o el humor. Para convertirlo en un asunto sin demasiada importancia.

¿Cómo escribiría si hubiese nacido mujer?

No sé... ni siquiera sé cómo voy a escribir mañana siendo un hombre. Dependería de lo que hubiera leído, claro. Un escritor es los libros que ha leído, en el orden en que los ha leído y cómo se han mezclado entre sí. Y, además, de una forma muy misteriosa. Las influencias que todo autor tiene me resultan de lo más enigmático. Uno se siente concernido por lo que ha estado leyendo. Pero yo creo que es imposible determinar cómo esas influencias, digamos, son decisivas. Sin duda, detrás de todo lo que tú escribes está esa combinación, que además es exclusiva. Ningún escritor ha leído los mismos libros y, sobre todo, no los ha leído en el mismo orden. Por lo tanto, necesariamente, todos los escritores son distintos entre sí. Ningún gran escritor se parece a otro gran escritor. Sin embargo, los mediocres sí. Son más iguales. 

¿Cómo escribiría si escribiese en serio? Quiero decir, con solemnidad.

Peor, seguramente. Creo que uno no debe nunca renunciar al humor aún cuando la situación que pueda describir no sea en absoluto humorística. Me gusta hacerlo con un humor absolutamente sutil que no tiene que hacerte gracia. Un humor que no te hace saltar las alarmas y decir "mm, esto no es pertinente". No, puede serlo. Todos, a veces, en mitad de un conflicto somos capaces de sacar una frase que produzca una distensión. El humor negro no es ningún invento, ya está ahí... y a mí no me escandaliza. Aunque es cierto que en esta sociedad cada vez más políticamente correcta hemos ido achicando el espacio del humor negro, y de muchas otras cosas, claro.

¿De quién es la culpa de que pase esto? ¿De dónde proviene..? En la pirámide de la autocensura, estando nosotros abajo, ¿quién está en la cúspide?

Yo creo que se ha ido diseminando la responsabilidad cada vez más, hasta el punto en el que estamos todos imbuidos por ese pánico y somos ya incapaces de identificar la causa primera, y de repente todos tenemos miedo a que lo que hagamos, escribamos o afirmemos nos afecte desde el punto de vista laboral... ¿sabes? Y nos afecte desde el punto de vista social, y pueda acabar aislándonos... no sé de dónde procede, pero de pronto todos tenemos miedo. La sociedad ha ido multiplicando estos pequeños pánicos.

El escritor y periodista Juan Tallón. Moeh Atitar.

¿Nos molestan los escritores ricos?

Bueno, eso es un prejuicio. A mí no me molestan los escritores ricos.

¿Molestan a España?

Sí, pero tal vez ni porque sean escritores, sino que el prejuicio es hacia el rico. Que no me parece ni la mitad de grave que el prejuicio hacia los pobres. Es mucho más escandaloso el rechazo que nos genera la pobreza. Al final, todos los grandes conflictos, el conflicto del racismo... es siempre un conflicto hacia el que no tiene.

Entonces, ¿no somos racistas, somos clasistas?

Sí. No vamos a negar el racismo, pero el primer problema es ese. Somos más clasistas que racistas. Sería más difícil generar un sentimiento de repudio hacia un negro rico que hacia un negro pobre, ¿verdad? Pero en el fondo, los dos son negros. Pero en uno no se aplica ese rechazo.

¿Es más fácil para un escritor caer bien siendo de izquierdas o nunca posicionándose que siendo de derechas?

Es cierto que por lo menos en este país los escritores que se han posicionado en términos de derecha o de conservadurismo han envejecido mal desde el punto de vista de la historia de la literatura. Lo expresa muy bien Trapiello. Los escritores de derechas, por ejemplo, de los años 30 o 40... son los escritores que ganaron la guerra pero perdieron la historia de la literatura. No pasan a la historia. Sí, yo creo que los escritores de izquierdas, que son más -o por lo menos, son más los que se declaran de izquierdas que los que se declaran de derechas- juegan con una posición de ventaja.

A veces no entiendo esa obstinación del escritor de convertirse en un personaje público, ¿no? Que, además de aportar sus libros, tiene que proyectar una imagen. A mí del escritor, en general, me interesa lo que ha escrito. No me suelen interesar sus posiciones políticas.

¿Cómo son sus resacas? ¿Se siente culpable, se pone existencialista...?

No, no. Mis resacas cada vez son más largas y cada vez más irrecuperables. A veces me vienen resacas de 2008 o de 2009 y digo ¡es ella! ¡ha vuelto! Hay un estoicismo. Me digo "amigo, tú mismo te has situado en esta posición, ahora hazle frente titánicamente". Ese modo en el que sufres forma parte de la épica de lo que estuviste haciendo ayer, y es importante que admitas que todo tiene consecuencias. Todo deja una marca.

¿Cuál es su bar perfecto?

Todos los bares pueden ser perfectos en un determinado momento. He escrito varias veces sobre el día en que yo era un estudiante universitario y entré en Santiago en un bar mugriento, con unos amigos, y me encuentro al fondo a Paul Auster. Aquel fue un bar perfecto. Aunque yo no volvería a él, en aquel momento generó un hecho fabuloso: Paul Auster pasaba por Santiago para recibir el Premio San Clemente, que daban los estudiantes del Instituto Rosalía de Castro. Nunca des la espalda a un bar común en el que crees que no puede pasar nada, porque sí puede pasar.

El escritor y periodista Juan Tallón. Moeh Atitar.

¿Se ha enamorado en un bar?

Digamos que sí, entendiendo siempre por bar las variantes de pub o discoteca. Es casi inevitable... que todos nosotros hayamos sentido una locura por un chico o una chica con el que acabas liándote en el bar. Igual lo conocías de antes, ¿no? Pero pasó en un bar. Estoy pensando en mi pareja actual; yo la conocía, pero nos enrrollamos en un pub. Pero no puedes poner esa cara de ¡oh, lo que me estás contando es magnífico! Porque es algo de todos nosotros, de la vida de todos.

¿Ha tenido sexo en un bar?

Sí.

¡Mientras haya bares...!

Claro. Entendiendo, de nuevo, por bar, las variantes de pub o discoteca (sonríe)

¿Para quién está hecha la poesía?

Yo creo que para el que la escribe. El poeta escribe lo que él quiere escribir, no lo que otros quieren leer.

¿Y el prosista sí cae más en la audiencia?

No generalizaría. Yo escribo para satisfacer únicamente mi ambición. Yo escribo el libro que quiero leer. Escribo el libro que quiero, y punto. Como si no existiesen lectores en la tierra, y yo creo que esa es la actitud para escribir el libro auténtico, y que el lector incluso puede agradecer, porque ha sido un libro honesto. Porque no ha sido escrito para seducirte o complacerte. ¡Este escritor ha pensado en lo que ha ambicionado, sin pensar en mí! Además, es que no existe el lector. No existe sólo una clase de lector. Tú no puedes entrar en ese juego. Porque caes en algo que no es literatura, es tacticismo.

¡Escribe un libro, ve hacia la dificultad! Es cuando la literatura da más juego. Uno ha de buscar un reto y situarse ante la posibilidad de fracasar en él, pero yo creo que ahí, en ese terreno, en esa posibilidad de naufragio, es donde la escritura puede alcanzar más luz. Lo menciono a veces, que lo decía Augusto Monterroso: ¿cuál es el sitio más seguro para una mosca? El matamoscas. Es el ojo del huracán, ¿no? Pero ahí, en ese vértigo, es cuando brota siempre el mejor libro que uno puede escribir.

Porque la literatura es salir de las dificultades en las que cada vez te vas metiendo. Si escribes un libro donde no hay obstáculos, al final, tu propio libro es un obstáculo. "Oh, he leído las 600 páginas sin levantar los ojos". Un buen libro es el que te obliga a procesar, a salir a respirar. El que en la página, tal vez número 15, te hace levantar la cabeza y decir ¡hostia, qué hijo de puta!