El día que De la Quadra-Salcedo coló a Franco un reportaje sobre Mao
En 1973, el periodista entra en China y escribe un reportaje en el que no encuentra nada malo en el "enemigo comunista".
21 mayo, 2016 01:07Noticias relacionadas
“A las cinco de la mañana nos despierta Tong con unos golpes en la puerta del cuarto del hotel. Me asomé a la ventana, bajo ella se oían cientos de timbres de bicicletas que sonaban alegremente”. Miguel de la Quadra Salcedo -junto a su cámara Juan Verdugo- está en la China de Mao. Hasta ese momento, 1973, nadie ha logrado el permiso del Partido Comunista para entrar y hacer un reportaje. Cinco años más tarde, los reyes Don Juan Carlos y Doña Sofía visitarán el país de la Gran Muralla, pero el reportaje del reportero y aventurero fallecido a los 84 años se emitió bajo el yugo de Franco.
Y no dejó que la dictadura en la que vivía influyera en su visión de la dictadura a la que había ido a conocer. De la Quadra Salcedo visita las fábricas, los campos, las casas y se sorprende en un quirófano cuando los médicos anestesian a un paciente con acupuntura. Los especialistas le van a abrir para extraerle una piedra de riñón y el periodista -con Verdugo- le pregunta en qué piensa. “En nada”, responde el hombre al que el médico le enseña un cálculo del tamaño de un meteorito. La operación finaliza y recién operado se incorpora, como si allí no hubiese pasado nada. Que en 1973 la Televisión de Fraga mostrara los avances del imperio comunista debió de ser de las mayores aventuras que corrió el intrépido atleta. Coló y siempre reconoció la entrevista con Chou En-lai como uno de sus grandes logros.
Además del reportaje para la televisión escribió sus impresiones del viaje en la publicación semanal La actualidad española, una joya del reporterismo de la Transición, que a pesar de recrearse en la llegada de la democracia, la creación de la Constitución, el gobierno de Suárez, el nacimiento del primer niño probeta, echó el cierre en el año 1979. En la revista de actualidad aparecían de vez en cuando artículos de los tres aventureros de cabecera: Félix Rodríguez de la Fuente, César Pérez de Tudela y el propio Miguel.
Pero no todos eran como Miguel, cuyo icono es la escena de la boa constrictor en el Amazonia. La grabación, en 1963, de la lucha entre el nuevo héroe televisivo y la bestia salvaje acaba con la serpiente asada y el ex deportista en la TVE. En una pieza de Pérez de Tudela publicada en La actualidad española, en julio de 1978, leemos una crítica velada al peculiar espíritu aventurero de De la Quadra Salcedo.
César escucha el disparo de su guía: “Esto de matar para vivir tiene una completa justificación. Pero es en lo único que mi espíritu se rebela. Esto de matar es algo feo y sucio, aunque sea a un jabalí de los pantanos. No admito más que la legítima defensa tipificada en el Código Penal. Pienso que no debo de ser un explorador completo, a pesar de mi experiencia y mi entusiasmo”. Aparece en la foto a página manejándose sobre una piragua por los canales de juncos flotantes de “uno de los parajes más desolados de la Tierra”. “Me gusta la naturaleza intacta, tal y como estuvo siempre. Ahí es donde es posible la aventura total del hombre sobre la Tierra”, escribe.
En China, como en casa
En China, Miguel y Juan llevan a un guía informador empotrado del Partido, que les conduce y cuenta por el país que más le interesa. “Nuestro automóvil bajaba la llanura y comenzaba a dar infinidad de vueltas y revueltas subiendo por una montaña rocosa en dirección a la Gran Muralla”, escribe. “Nos cruzamos con gente que iba en camiones, autobuses y carros tirados por caballos. Era domingo, y aunque en China la fiesta semanal es todavía a lo largo de la semana, con el fin de que no se aglomere la gente por dejar de trabajar todos el mismo día, sin embargo, el domingo sigue siendo descanso para un 25% de la población obrera y la peregrinación hacia la muralla era asombrosa”.
Cuenta que ellos dos son los únicos extranjeros en los 5.000 kilómetros de muralla
La muralla impactó en De la Quadra, que la define como una “fantástica serpiente de piedra” de más de 5.000 kilómetros. Era un astronauta en un planeta apenas conocido y su crónica escrita parece más viajera que política, pero la imagen que describe de China es el de un país normal: “Niños en brazos de sus padres; compañeras de trabajo con ramilletes de flores en las manos, haciéndose fotos de recuerdo. El conjunto tenía el aspecto de una romería de colegiales”.
Cuenta que ellos dos son los únicos extranjeros en los 5.000 kilómetros de muralla. Y recoge los testimonios de la población que encuentra a su paso, con lo que el paisaje de bienestar se multiplica: “Es una muestra de la inteligencia y sabiduría del pueblo chino de la antigüedad y estamos muy orgullosos de ello”. También pasaron por Xiáng, la antigua ciudad imperial, donde vio los túmulos de los reyes de la dinastía Zhouy las sepulturas de los emperadores Tang. Unos meses después de su estancia, un golpe de suerte harían aflorar de los enterramientos imperiales a los famosos guerreros de terracota.
El artículo no desvela ni una grieta contraria a la sociedad o la política comunista. Todo le parece perfecto
En Tiananmen había mucha gente congregada delante del monumento de granito en honor de los héroes del pueblo. “Hice parar el coche y atravesé la barrera humana mientras la muchedumbre, en posición firme, cantaba la Internacional en chino, claro está. Tong me dijo que era el juramento de los guardias rojos”. Cantaban: “Yo quiero ingresar voluntariamente en la liga de la juventud comunista y estudiar el marxismo leninismo y el pensamiento del presidente Mao para construir el comunismo”, decían con el libro rojo levantado en la mano izquierda mientras el puño de la derecha lo mantenían cerrado a la altura de la cara”, contaba.
La humanidad casera
De la Quadra no dejó de ir a oír misa, escribe, e incluso habló con un obispo que le aseguró que el artículo 88 de la Constitución china -cuando España todavía no tenía- permitía la existencia “en esta nación libertad de culto”. El artículo no desvela ni una grieta contraria a la sociedad o la política comunista. Todo le parece perfecto, da vueltas por Pekín para “recoger escenas humanas en las calles”.
El enemigo comunista no parece tan malo a ojos del periodista. Es más, dice que son normales. En sus paseos por las calles estrechas y desiertas curiosea el interior de las casas desde el otro lado de la ventana y descubre un mundo sorprendente: es igual al suyo. “Las casas de barrio son pequeñas y de tres por dos metros, una cama, una colcha de colores, un retrato de presidente Mao, un termo una cama, una colcha de colores, un retrato del presidente Mao, un termo grande de té, y dentro, una familia hablando; un padre acostando a sus hijos o dándoles leche con una tetera para que no se incorporen o unos recién casados arrullándose como en cualquier ciudad del mundo”.
Siempre que hablé con el responsable obtuve autorización para hacer las fotografías
Sólo deja caer la obsesión por la amenaza de espionaje en la que viven los chinos. Quiso fotografiar desde el coche a unos campesinos y los intérpretes se lo prohibieron, porque era zona militar y a lo lejos podía haber alguna fábrica. Para fotografiar lo que sea debe pedir permiso al responsable. “En todos los sitios de China hay siempre un responsable”, que “observa todo y al que todo el mundo respeta con temor”. Y a pesar de la censura previa, “siempre que hablé con el responsable obtuve autorización para hacerlas”. Miguel de la Quadra Salcedo no encontró nada malo en la casa del enemigo de Franco y lo contó.