Dos protagonistas llevan un diálogo alocado desde hace un par de semanas en abierto, en Twitter. Las cuentas de “Yoli Aranda” y “Alexandra López” mantienen un relato que avanza sin digresiones, mientras apedrean el diccionario (“como llevas la conjuntevitis?”), por un fin de semana de sexo, drogas y rock and roll. Realismo desgarbado y febril, tan descarado como el Almodóvar de los tiempos en que viajaba en autobús y ponía el oído. Un clásico de la literatura generacional que se revela adolescente y aparece para acabar con las correcciones y los paños calientes. Narrativa que pretende rebelarse contra las correcciones.
No es la primera vez que la literatura entra en el callejón de las birras y los tacos -Historias del Kronen, de José Ángel Mañas-, pero sí es el momento en el que los trapicheos after hours se han independizado de la industria. Se hacen creíbles (dentro del histrionismo). No hay intermediarios, no hay prescriptores, es un gesto aparentemente espontáneo, una conversación en medio de tantas millones. No es un libro, no hay una industria que lo legitime -de momento- y ponga el sello: “Esto es literatura. Se puede comprar”.
El poder subversivo de este disparatado relato reside en la autonomía que tiene del libro y su mundo. Son dos personajes -quién sabe si cosidas por el mismo autor- cuya imaginería no es templada por reglas. La trama -insensata- es lo de menos, la transgresión es lo importante. Emerge, sin avisar, contra los contenidos didácticos y moralizantes, contra las normas y la instrucción del comportamiento. “siempre q tomamos cristal se lia una gorda”, contesta Yoli a Alexandra cuando ésta reconoce el desfase del pasado fin de semana. Un disparo en medio de cualquier conversación o chiste sobre el pacto por el sí entre Rivera y Rajoy.
Contra el prototipo de lector de Twitter, dos personajes que rompen con el perfil de trabajador liberal con estudios superiores. Un mismo canal para todas las clases, un choque de (cruda) realidad. Ni un guiño a un maestro pintor, un genio de la literatura o un dios pianista. Cero profundidades intensas, todo es del material superficial en el que se refleja la procedencia de sus protagonistas. Trabajos de mierda en cadenas de venta de producto informático, escuelas públicas del extrarradio con aulas de mayoría emigrante, drogas de diseño, baños asquerosos y grasa de gasolinera.
Las nuevas historias del Kronen es una novela río disparada hacia el acontecimiento inesperado. Cada vez más grotesco, cada vez más exagerado, cada vez más real. El descontrol parece imparable en su trayecto por el extrarradio. De un neocostumbrismo rotundo, no le falta ni el recurso coral. En la historia entran y salen cientos de personajes esporádicos, “la negra”, “el lalo”, “el fabian”. Extras que van colando discursos de clase y sexo en abundancia.
El viaje loco, loco camina por el sendero que rompe con el lenguaje hegemónico. Al hacerlo, no teme ser racista, clasista o pisar en cualquier bomba anticorrección. “mira yo no se q paso la tia esa y yo conectamos”. “conectamos? q eres ahora? poeta?”, responde Yoli. Le recrimina que se ha liado con “una negra” cuando en el colegio pidió el cambio de aula porque había “un uevo de ecuatorianos”. “pero haber gilipoyas una cosa es una negra y otra cosa es un ecuatoriano joder”.
Como las pautas de su género, el asunto nihilista llega a la tragicomedia. Es un mundo de adolescentes incomprendidos sin referencias a los que no comprenden de lo que hablan. Están en su trinchera de drogas y descontrol. Bromean, se interrumpen y estallan. “KIERES DEJAR DE INTERRUMPIR PUTA HINCULTA”. Es confesional, desinhibido, escatológico, vulgar e impudoroso, un relato imposible de abandonar.