Azahara Alonso, asturiana, 28 años, filósofa de formación, autora de pensamiento y escritora sin experiencia cargada con más de 200 aforismos jóvenes y sabios, nihilitas y templados, atrevidos y sensatos, poéticos (muy poéticos) y tajantes. Bajas presiones (Trea) es su primer libro, un fogonazo para leer despacio. Porque “leer con prisa obstruye las arterias”, sobre todo si es breve y perenne. También podría haber sido un Bajas pasiones, porque Alonso hace del género más universal, un asunto personal con el que ajusta cuentas, sobre todo, a las violaciones lingüísticas (“Los adjetivos son las escamas de los escritores malos”) y la libido lectora (“La lectura es una terapia. La escritura, un tratamiento de choque”). Como todos los aforismos, los de Azahara Alonso retumban a mandamiento, pero tiene la cortesía de rebajarles el trueno: no te asustes, “un aforismo da sombra de bonsái”.
Acabar con un "no" es un gesto esperanzador. ¿Para qué es bueno el "no"? ¿Echa en falta más noes? ¿Hay que reivindicarlo?
¿Es esperanzador? Tengo mis dudas. El “no”, más que bueno, me es inevitable. Lo bueno es entonces aprender a convivir con el “no” radical, asumirlo y casi disfrutarlo. No echo en falta el “no” de los demás, todos convivimos con él, otra cosa es que no se enuncia tanto como la coherencia exigiría. En todo caso, su reivindicación me parece una paradoja para la que no estoy capacitada.
¿El aforismo ayuda al "no"?
Creo que más bien todo lo contrario, muchas veces se usa como oráculo positivo. En el caso de este libro, quise utilizar el aforismo como una manera de darle consistencia a ese “no”.
¿Cuál es el pecado del aforismo?
Resultar demasiado taxativo, tal vez pedante, moralizante.
¿Por qué se ha empeñado en acabar con la amabilidad, con los trapos calientes? ¿Es un libro anticonfort?
La intención en Bajas presiones era generar un juego de contrapesos. De entre las barbaridades que dijo, Jardiel Poncela dejó alguna observación tan acertada como que lo que nos queda a los descreídos es el humor. Algo así. Eso pretendía ser este libro, un escepticismo lúdico, aunque al final me ha salido un pequeño-pero-matón.
¿Contra qué escribe sus aforismos?
Me gusta mucho aquel mensaje enviado desde el Cuartel del Simancas en el ’36: “El enemigo está dentro. Disparad sobre nosotros”.
¿Son los aforismos de una filósofa o de una filóloga?
Desde que acabé la carrera siempre pensé en la suerte de los licenciados en Biología, por ejemplo, que pueden decir que son biólogos sin faltar a la verdad –más o menos–. Con la filosofía no ocurre lo mismo. Yendo al grano, diría que son los aforismos de alguien que se resiste a separar un supuesto contenido de una supuesta forma. Hay en ellos un gusto desmedido por el lenguaje, a pesar de las carencias y al mismo tiempo por ellas mismas, y una tendencia inevitable y casi nociva a la reflexión.
¿'Bajas presiones' es un homenaje a la lectura y a la escritura?
De ser un homenaje, lo es a una época que yo viví: desde que llegué a Madrid sin ganas, en absoluto, hace cuatro años, hasta casi ahora. El libro quedó cerrado hace casi dos años, pero a día de hoy creo que puedo reafirmar su contenido (no sé si su forma, aún no tengo perspectiva). Desde el presente una siempre se cree más cabal que antes y Bajas presiones transmite este momento: rutinas, observaciones, casi creencias. En ese marco, la lectura y la escritura suponen no sólo una parte fundamental sino un elemento catalizador de la supervivencia, en varios sentidos. Desde hace unos años desayuno leyendo y escribiendo, creo que es significativo.
Leer, escribir, traducir, ¿son animales de la misma especie?
Leer, escribir y traducir son animales de la especie del pensar. Se piensa con palabras, no hay otra manera, aunque quizá me estoy poniendo demasiado wittgensteiniana.
¿El aforismo es más osado que el poema? ¿El aforismo es más valiente que una novela?
Creo que es más osado o quizá más indiferente, porque se permite no explicarse a sí mismo, no llevar tanto de la mano al lector como otros géneros. “¿Qué querías decir con…?” es algo que me han preguntado varias veces desde la publicación. Y casi nunca respondo. Me interesa el aforismo (este tipo de aforismo, moderno) en tanto invita al lector a participar y completar, pero también, si desea comprender al autor, a resolver el enigma del artefacto completo que es el libro.
¿El aforismo es un género autobiográfico o puede crecer al margen de la experiencia del autor?
Soy de las que piensan que ningún género puede crecer al margen de la experiencia del autor, ni el ensayo. Lo que sí es posible es que un aforismo sea la enunciación o bien de una evidencia personal o bien de una más general, pero en cualquiera de las dos está la mirada, que es intransferible.
¿Cuál es el peligro del aforismo, la autoayuda? ¿Cómo se evita?
El aforismo facilita la tarea de la bibliomancia para quien la practica: abrir un libro y encontrar una frase bien cerrada y sugerente (qué es sino un aforismo) es como acudir al oráculo al que antes me refería. No caer en ello creo que depende, sobre todo, del lector. En todo caso, yo intento evitar a toda costa una escritura sabihonda o afectada.
¿Está de moda el aforismo? ¿Cada vez pensamos más? ¿Cada vez escribimos más? ¿Cada vez afilamos más nuestros pensamientos?...
Creo que está de moda o que, al menos, ahora se acepta de buena gana. He escuchado “¿Aforismos? ¿Y eso qué es?” menos veces de las que pensaba… De todos modos, no creo que esté tan de moda como para que haya aumentado el número de lectores de Pascal o Cioran. No puedo aventurarme a afirmar que pensamos más, no lo sé, tampoco sé qué sería pensar en este contexto, porque quizá una frase bien vestida transmite más pensamiento del que inicialmente concebía su autor. Sí creo que escribimos más: el uso del mail es mucho mayor que el de las cartas ordinarias hace años. Lo usamos para todo. La comunicación escrita es enorme: a diario hablamos por mail, Whatsapp, Telegram, mensaje privado de Facebook y Twitter… con muchas más personas de las que podríamos haber imaginado. En cuanto a una escritura con motivaciones literarias, creo que hay mucha más gente ejercitándola, con mayor o menor éxito y calidad. Pero es que hay más de todo. Somos muchísimos.
¿Los aforismos son el barbecho del escritor?
Antes de publicar el libro, me llegaron a decir que escribir aforismos es escurrir el bulto de la novela o evitar un poema. No lo creo: los aforismos tienen entidad y autonomía propias, no son una anotación, menos aún un libro completo de aforismos, que tiene su propia coherencia interna. En ese sentido, los aforismos de Bajas presiones no fueron para mí un barbecho perezoso, pero ahora sí me encuentro en uno: la duda en cuanto al género con el que me gustaría continuar.
¿Uno puede ponerse a escribirlos o son el rato libre de la escritura?
Para mí son una labor arqueológica. En primer lugar, no entiendo la escritura ni como trabajo ni como ocio, sino como hábito, también en el sentido aristotélico. Escribo a diario unos cuadernos, al margen de reseñas, artículos o proyectos más cercanos a la narrativa. Y si bien por encargo he llegado a escribir cosas que me apasionaron, creo que en esa otra escritura habitual está el poso que me interesa rescatar y que luego cristaliza: en este caso, en los aforismos del libro.
En el aforismo, ¿es más importante lo que se calla?
Una literatura sin silencios sería un manual de instrucciones: aburrida, expositiva. En el aforismo es así (si no sería autoayuda, como sugerías), pero también en la novela o en la poesía. De todos modos, no creo que el silencio sea lo capital, porque enunciar ciertas cosas que tradicionalmente se evitan es también una necesidad literaria. Como siempre, el contrapeso.
Por cierto, ¿los aforismo se escriben o se piensan?
Más bien creo que son como una moneda y tienen dos caras: su pensamiento y su formulación escrita. Aunque, vale, hoy probablemente esa moneda caiga siempre por la cara de la escritura.
¿Prefiere la verdad universal o la verdad personal?
La primera clase a la que asistí en la carrera de Filosofía fue de Lógica, y en ella el profesor nos dijo algo así como: “Durante los próximos meses veremos muchas cuestiones relativas a la verdad, pero sepan de antemano que nunca sabremos qué es la verdad. Yo aún no lo sé, después de tantos años dedicándome a ella”. Es un comentario muy técnico, pero un poco descontextualizado me convenció. Así, sin Verdad con mayúscula, sólo quedan las pequeñas verdades. No es preferencia, es circunstancia, supongo.
¿Qué es la verdad? (¿Esa es la pregunta que se hace todo aforismo?).
Diría un poco lo que comenté en la pregunta anterior. De todos modos, creo que los aforismos más clásicos, como la sentencia o la máxima, sí buscaban la verdad, las observaciones generales y sin excepciones, pero no así los aforismos de tipo moderno, mucho más cercanos a la mirada de un sujeto poético que se interroga casi retóricamente.
¿Un aforismo cabe en un tuit?
Sí. De lo que no estoy nada segura es de si un tuit cabe en el género literario del aforismo.
“Los adjetivos son las escamas de los escritores malos”, dice, ¿y de los poetas? ¿El novelista es más de verbo?
Aquí “escritores” vale para cualquier género. Será por novelistas adictos al adjetivo o a las florituras redundantes…
¿Qué beneficio tienen las bajas presiones?
Son una descarga y, además, se supone que detrás de ellas viene la calma. Sea o no cierto, ¿qué hay mejor que una proyección esperanzada?