Es una buena noticia para David Leo García, pero es una mala noticia para la poesía: si quieres vivir de los poemas vete a concursar a la tele. Sin demérito de la proeza del joven poeta malagueño de 27 años, que ha completado el famoso “rosco” de Pasabalabra y se ha embolsado 1.866.000 euros (el premio más alto dado por Telecinco). ¿Las tres últimas palabras que le han hecho batir el récord del bote más deseado? “Lascivo”, “péndola” y “ranzón”. Precisamente, con la segunda, la pluma de escribir, la péndola, ya ven ustedes, ha firmado el filólogo el cheque con el que tocará el cielo del Bienestar que a duras penas habría conquistado a fuerza de versos y estrofas.
Dos mundos tan dispares, tan diferentes, tan antagónicos como la poesía y la televisión unidos en una persona de prodigiosa memoria
Pero fueron ellas las que le llevaron a un botín que ni el Nobel de Tomas Tranströmer. La suerte no existe en la vida de quien hace diez años, a los 17, conquistó el Premio Hiperión de Poesía con la obra Urbi et Orbi (ex aequo con Los hijos de la ira, de Ben Clark). Con su segundo poemario, Dime qué, gana el XXIII Premio de poesía Cáceres de Patrimonio de la Humanidad, en DVD. Todo lo demás han sido apariciones en antologías.
El oficio
Últimamente le preguntaban si no iba a publicar nunca más, impacientes. No sabían que David estaba preparándose para el gran asalto a la palabra, lejos de la poesía y cerca de la televisión. Dos mundos tan dispares, tan diferentes, tan antagónicos unidos en una persona “de prodigiosa memoria”, como dice su amigo y poeta Unai Velasco, y “con ganas de divertirse”, como dice su pareja Laura Rosal. David Leo García ha logrado soldar la alta y la baja cultura, el espectáculo y la contemplación, la exhibición y la intimidad, el protagonismo y la marginalidad, el aplauso y las desdichas.
Sí, llevaba preparándose para el concurso un año. “Se ha visto todos los programas que hay online, más de mil”, dice Laura a este periódico. Repasándolos una y otra vez como si fueran los test teóricos del carné de conducir. Ensayaba la rapidez, los reflejos y se inventó una base de datos de palabras aleatorias para cuando terminó los más de mil programas. Laura también le hacía “roscos”. Ninguna persona de su círculo íntimo ha quedado fuera de la cita.
Estuvo estudiando un año antes de entrar como si fueran unas oposiciones y ahí lleva desde marzo
“Es raro verle ahí, con la fauna televisiva”, dice Unai. Pero está acostumbrado, como Laura, porque al tiempo que daba sus primeros pasos como poeta lo hacía como concursante. Ha pasado por Saber y Ganar (donde también rascó), Avanti (uno de Carlos Sobera donde también tuvo éxito), visitó Cifras y Letras, Gran Slam, Gafapastas y debe sonar las alarmas cada vez que pretende presentarse a uno.
“Se lo ha currado mucho”. ¿Estudiar el Diccionario? También. “Estuvo estudiando un año antes de entrar como si fueran unas oposiciones y ahí lleva desde marzo”, comenta Laura. En total, 109 programas grabados. Su única dedicación. Lo ha apostado todo y ha ganado.
La venganza
“Yo lo veo como una especie de venganza de la inteligencia frente al mundo del espectáculo”, añade el poeta. “Le gustan los concursos y los juegos porque es una persona curiosa. Disfruta, se divierte y hay muy buen rollo entre los concursantes. Ahora les dejará sus apuntes”, comenta su novia. En esto tampoco tiene que ver con el universo poético. “Es verdad, lo hemos comentado muchas veces. La televisión es mucho más amable que el mundo de los poetas”.
El mundo de la televisión es mucho más amable que el mundo de los poetas
Unai, que destaca su memoria como su mayor don, dice que David conoce cualquier verso de memoria, que se puede ser muy inteligente pero que en estos programas sin memoria no vas a ninguna parte. Esta noche estaban todos en casa de David viendo el programa, aunque llevaban tiempo guardando el secreto.
La primera parada de este premio es Japón, donde irán Laura y David. “Ahora tiene todo el tiempo del mundo para pensar y escribir. Ha conquistado su tiempo”, recuerda Laura, que señala que la situación para un filólogo que ha estudiado español para extranjeros… no es sencilla. Tampoco le veía sentido a las oposiciones, aunque se haya preparado Pasapalabra como si fuese una más.
El poema
Y como no podía ser de otra manera, David Leovigildo García cerró su participación en el programa recitando su poema Signo, del libro Dime qué (completamente descatalogado después del cierre de la editorial que lo publicó), que dice así:
“Cuando vence en dos cuerpos la tormenta/ su destreza con sal, no la coraza,/ y la corriente de ser uno abraza/ los apellidos y la vestimenta;/ cuando la luna se encamina, lenta,/ sin saber de sí misma, hacia una raza/ de cazadores presas en la caza/ y cruza por la noche y la reinventa;/ cuando dos nos besamos, lo más digno/ es la vida, que deja de ser signo/ para ser vida. Queda en cien verdades/ lo aún no pronunciado por la boca,/ la luna es luna y luce y llena edades,/ la mano es mano y ama lo que toca”.
La noche en la que más de tres millones de españoles (Urbi et orbi lo compraron 1.000) escuchaban cantar palabras a un poeta, la única noche en la que este país ponía atención a lo que decía un poeta, él iba directo a su sueño (después de darle a Montoro su parte correspondiente): una librería-cafetería. Los poetas no tienen remedio.