Dice Michael Nast (Berlín, 1975) que somos la generación de los "incapacitados relacionales"; es decir, una prole obtusa emocionalmente y condenada a la insatisfacción, a ver pasar amores raudos como platitos de comida china en esos restaurantes con barras móviles. Cree que confundimos el amor al otro con el amor propio. También el amor con el sexo. Y el sexo con el amor. Cuando habla de "generación" se refiere a los millenials -un término del que no se han precisado aún sus fechas de inicio y fin-, pero que, a grandes rasgos y con fluctuaciones, alude a los nacidos entre 1980 y el 2000.
Sin compromisos (Zenith) es el típico ensayo pubescente y simplón -teniendo en cuenta que el autor no es psicólogo ni sociólogo, sino, como él dice, "narrador"- que, de repente, el público acoge como a una biblia: el libro surge de una columna online con una cantidad ingente de visitas. Es como Hitch, especialista en ligues pero sin el carisma de Will Smith.
El propio yo es nuestro gran proyecto. Nos hemos convertido en nuestra propia marca
Nast cuenta que un día empezó a comparar su vida con la de sus padres y descubrió que, a su edad, "ya lo tenían todo arreglado": casa, hijos y dos coches. "Visto así, soy un fracasado. Y no soy el único". El autor sostiene que si la vida moderna se ha aplazado profesional y personalmente es porque "actualmente, el trabajo es más que un simple trabajo; una profesión exige vocación", y que "esto está ligado al hecho de que ninguna generación como la actual ha deseado jamás con tal determinación ser alguien especial".
"Nunca hubo un deseo tan grande de autorrealización: el trabajo sirve como expresión de la personalidad propia, de los sueños y deseos de cada uno. Ya no separamos el trabajo de nuestra vida", escribe. "El propio yo es nuestro gran proyecto. Nos hemos convertido en nuestra propia marca". Lo redacta desde Berlín y se nota, porque en el plano educativo y laboral español -sumido en la precariedad- la realidad es bien distinta. Desde los licenciados en carreras en las que nunca trabajarán a los consecutivos contratos en prácticas y no remunerados.
¿Ama a alguien? ¿Está seguro?
El autor relata que otro vicio de nuestra generación es adaptarse a las expectativas de otros, y que, al final, "cumplir con esas expectativas significa adaptarse al sistema": "Somos alumnos de hoy en escuelas de ayer con profesores de anteayer y métodos sacados de la revolución industrial, y tenemos que estar preparados para solucionar problemas de pasado mañana". Esto también es aplicable al campo sentimental. El escritor suizo Max Frisch formuló en su diario 25 preguntas que hoy en día se conocen en el mundo entero. Dos de esas preguntas dicen lo siguiente: "¿Ama a alguien? En caso afirmativo, ¿cómo llega a esa conclusión?". A continuación vendría la de "¿de qué hablamos cuando hablamos de amor?", que diría Raymond Carver.
Nast propone que lo que consideramos amor es, en realidad, una borrachera de ego: utilizamos a los demás para reafirmarnos, y esta tendencia está condicionada por la sociedad de consumo
En el ensayo, Nast propone que lo que consideramos amor es, en realidad, una borrachera de ego: utilizamos a los demás para reafirmarnos, y esta tendencia está condicionada por la sociedad de consumo. "Vivimos en un mundo moderno que tiene como fin cubrir necesidades. No necesitamos un teléfono, necesitamos el último Iphone (...). La compra de productos nos aporta un breve momento de satisfacción, de felicidad, por así decirlo. Pero ese sentimiento no es duradero, y por eso tenemos que comprar más y más. Tenemos que estar permanentemente insatisfechos con nosostros mismos para que el sistema funcione. Desgraciadamente, esto también lo aplicamos al terreno personal".
Además de "nuestra imagen en el espejo de alguien que nos halaga", nos enamoramos de la "intersección de los conjuntos". Esto es interesante: el autor plantea hasta qué punto nuestros sentimientos tienen que ver con otras personas. Más bien, dice, no nos enamoramos de otras personas, sino de la parte de una persona que se parece a nosotros. ¿Qué es el amor, entonces? Ilústranos, Nast. "Es la posibilidad de romper, de abandonar las estructuras, de cambiar las perspectivas. El amor verdadero nos da la posibilidad de volver a ser personas, y no un producto degenerado de esta sociedad".
Amigos, polígamos y 'mingles'
Otro punto tratado en el libro es la amistad entre hombres y mujeres: ¿es posible? "Sólo si el otro es un cardo", bromea un encantador amigo del autor con el que comenta la jugada. Él dice que, aunque parezca una exageración, es real. Y retoma: "Sí: sólo es posible cuando se suprime la sexualidad, cuando ninguno de los dos tiene esperanzas de mantener una relación amorosa". Por otra parte, la fórmula "seamos amigos" no significa eso realmente: "es sólo una manera de decirle a esa persona que no te interesa: visto así, es un insulto".
Siguiente cuestión a atender: el hombre no está hecho para ser monógamo según la enciclopedia emocional de Nast. "Los hombres quieren reproducirse. Es un instinto. Cuando un hombre, por decir algo, se acuesta con 30 mujeres al año, supuestamente genera más descendientes que otro que sólo mantenga relaciones sexuales con una mujer. No obstante, una mujer que en el mismo tiempo se haya acostado con treinta hombres no tiene por qué dar a luz a más bebés que una mujer con solo una pareja sexual".
La amistad entre hombres y mujeres sólo es posible cuando se suprime la sexualidad, cuando ninguno de los dos tiene esperanzas de mantener una relación amorosa
Después de esta honda interpretación biológica, el autor culpa a la religión de que exista la monogamia: "Nos presiona los instintos con un corsé". Desmonta también el concepto de mingle, que es una palabra artificial creada a partir de mixed y single, y alude a dos solteros que se acuestan sin comprometerse, pero que a la vez pasan juntos el tiempo libre: cocinan, van a exposiciones o al teatro... vamos, como un follamigo con el que además pasas tiempo libre.
"Esto no existe: si uno tiene follamigos es porque no te interesan como personas. A mí, cuando una mujer no me interesa como persona, tampoco me apetece pasar más tiempo con ella, aparte del tiempo que necesitemos para mantener una relación sexual de mutuo acuerdo". Oh, oh: aquí se quiebran las falsas dignidades de "le gusto mucho, pero no se ve en una relación conmigo" y, por otro lado, la triste justificación de "no estoy buscando nada serio... ahora mismo".
Últimos dardos: basta con el discurso de que Tinder es una plataforma para encontrar amistad o amor. "No va de eso. Es una app de citas. Va de sexo". "Contigo estoy solo/a", como fórmula de ruptura y "oxitocina" como la hormona que explica que, cuando una mujer se relaciona físicamente con un hombre, haya mayor disposición al compromiso que en el caso contrario. Al final, querido Nast, sobran los manuales. Lo decía Karl Lagerfeld: "Sólo tengo talento para las cosas que me interesan". Y nos pasa lo mismo con las personas.