La clase media ha acabado con la conciencia de la clase obrera. Esa es la tesis del ensayo La clase obrera no va al paraíso, que firman Ricardo Romero (Nega) y Arantxa Tirado, publicado por Akal y presentado por Pablo Iglesias y Diego Cañamero, en el Círculo de Bellas Artes. El libro pasa por ser una de las referencias ideológicas del enfoque del Podemos que viene, que quiere extremar sus diferencias con el resto de grupos políticos en la representación de los trabajadores menos representados. El propio libro critica que partidos de izquierdas, como Podemos, se hayan olvidado de incorporar en sus filas a trabajadores o trabajadoras, que permitan un reflejo de los márgenes mayoritarios de la sociedad.
La clase obrera no suena a Coldplay. Suena a otra cosa, suena a Estopa. Suena a Rosendo, aunque es muy políticamente correcto
En el acto, el líder de Podemos aclaró que “los que faltan” no son los votantes de la clase media, sino los trabajadores más castigados: “La transversalidad se debe reconstruir en lo popular no en la clase media, porque si no, no podemos ganar. Nosotros sólo podemos ganar si somos capaces de politizar el orgullo de lo popular y para ello hay que ser políticamente incorrecto. Es arriesgado, pero siempre lo vamos a tener difícil porque defendemos a la clase obrera”. Es decir, el objetivo es hacer entender a la clase media que son más obreros de lo que creen. El orgullo de lo popular, según cuenta el libro, ha desaparecido y será difícil que regrese. Ha sido aniquilado en los años setenta, tras las políticas de Thatcher y Reagan.
La nueva pelea cultural por la conquista de lo popular se libra entre clase media y clase trabajadora. Ciudadanos se centran en los primeros, Podemos en los otros. Para Iglesias el desclasamiento se ve nítido en la publicidad, que presenta las aspiraciones de la clase obrera. “Por eso se creó el Estado de Bienestar para la clase media, la centralidad, el sentido común, el pueblo, el país”, asegura. Reclama una idea de la clase obrera no vinculada a una organización política, prefiere rescatar el sentimiento de clase.
Gasolina para el pueblo
Y en este nuevo tránsito, que le aleja de posturas más centristas como la de Íñigo Errejón, se aclaran los referentes en el discurso ideológico del partido: el barrio como territorio de la clase obrera, los abuelos trabajadores represaliados, la hipocresía de la Transición y la reivindicación de los orígenes. “La gasolina es el orgullo y la rabia. Somos hijos de quienes somos hijos”, cuenta. Aprovechó para recomendar a los más jóvenes a leer Los santos inocentes, de Miguel Delibes, y amplió la lista a los músicos: “La clase obrera no suena a Coldplay. Suena a otra cosa, suena a Estopa. Suena a Rosendo, aunque es muy políticamente correcto. Suena a películas como Navajeros”.
Sobre el libro La clase obrera no va al paraíso aseguró que demuestra que “es imposible, gracias a dios, no escribir contra algo o contra nadie”. El texto no abre las diferencias evidentes entre Podemos y el resto de las opciones políticas, sino la necesidad que tiene el grupo de identificarse. En busca de esa identidad que les permita gobernar el país o defender los derechos de sus representados, dijo Iglesias que “este es un libro contra la izquierda académica”. Contra “el narcisismo de los intelectuales de izquierda”.
Ahora su nieto está en la tribuna del Parlamento cagándose en sus muertos
Para Iglesias el orgullo de obrero, aunque reconoce que sus padres no lo fueron, tiene que ver con la “mala leche” de reivindicar lo propio. Explica que la democracia no es ir a votar cada cuatro años, sino que el hijo de un obrero manual pueda estudiar en la universidad. Y recordó a sus ancestros para confirmar su propia ascensión social y reivindicaciones: “Ahora su nieto está en la tribuna del Parlamento cagándose en sus muertos”.
Obreros sin fábricas
Es un libro contra la imagen estereotipada de la clase obrera. Mono azul, cigarro en mano y atosigando a alguna mujer. “La conciencia obrera trasciende el empleo, exista fábrica o no”, asegura Nega, de Chikos del Maíz. “Vallecas es un barrio de carácter obrero a pesar de que la mayoría de los asalariados del barrio trabaja en el sector servicios. Pero hay una conciencia heredada”, pone el ejemplo para explicar que la conciencia obrera trasciende el empleo.
Además, Romero niega que la lucha de clases haya desaparecido. “La lucha de clases es el último grito. La lucha de clases es el pensionista que estira la pensión para que coman sus hijos y sus nietos, la madre soltera que no llega a fin de mes y su hijo sufre bullying, la camarera que trabaja a dos euros la hora o los teleoperadores con dolor de espalda. La lucha de clases es que Rosa muera sola y a oscuras en Reus, porque Gas Natural le corta el suministro. Rita Barberá muere en un hotel de cinco estrellas”, añadió el músico.
La clase trabajadora es más antisistema de lo que piensa la izquierda y es muy permeable a discursos incendiarios como el de Trump
Para el coautor la clase obrera no ha desaparecido: “La clase obrera es como Terminator, siempre vuelve. Cuando Trump y Le Pen arrasan es gracias a la clase obrera. Los obreros han vuelto. Esta resurrección pone de manifiesto que la clase trabajadora existe y es más antisistema de lo que piensa la izquierda y es muy permeable a los discursos incendiarios como el de Trump. La clase obrera está muy harta y pide soluciones radicales”.
Por su parte, Arantxa Tirado explicó que escribieron este libro por “orgullo y rabia, por venir de una familia sin tener manos manchadas de sangre. También es un lujo no pertenecer a la clase que explota. El libro es un desahogo”. Cuenta Tirado que, antes de la llegada del neoliberalismo, la clase trabajadora tenía una serie de derechos y de condiciones laborales mucho más equitativas: “La clase obrera no necesita representantes, se representa a sí misma”.