Rafael Reig: “El nacionalismo catalán es un invento del PP”
“El que no lee está indefenso, porque se cree lo que le cuentan” / “Con Pablo Iglesias no me tomaría jamás una caña” / “La lectura me ayuda a vivir” / “Un ministro de Cultura que hable de la Marca España me parece un ignorante”
3 diciembre, 2016 01:25Después del café llega la chispa, un whisky. Aunque el autor de Un árbol caído y Señales de humo no necesita estimulantes. Se cayó en la marmita de las lecturas de pequeño -una librería gigante en la casa de sus padres- y eso le convirtió en un tipo incómodo, sensible y muy irónico. Rafael Reig publica ahora la tercera parte de sus manuales literarios, titulado La cadena trófica (también en Tusquets). Esa es la cadena de la literatura, en la que unos se devoran a otros. Es tajante en sus opiniones -entiende por derecha todo lo que hay dentro del Parlamento-, pero transigente con el resto de los seres humanos que no piensan como él.
¿No escribe siempre la misma novela?
He escrito novelas diferentes. Son novelas generacionales, porque de qué voy a hablar si no es de mi generación. A lo mejor podría hacer novela histórica.
¿No es novela histórica?
Claro, con mi edad ya no hay más remedio. De hecho, no sabía si poner un glosario al final.
¿Por qué esa necesidad de hablar sobre la lectura?
Me interesa hablar sobre cómo leer. Estoy muy orgulloso de haber aprendido a leer, porque eso me ha resuelto la vida. No económicamente, pero sí personalmente. La lectura me ayuda a vivir, justo en estos tiempos en los que vivir no es tan corriente. Leer novelas es como leer partituras: si veo a una chica en el metro leyendo una partitura y me enamoro. Me ha pasado una vez y casi le pido matrimonio. Y si me encuentro a alguien leyendo a Thomas Mann en el metro, pues también me enamoraré. Pero yo es que soy muy enamoradizo.
¿Para qué sirve leer?
Desde las cavernas nos contamos historias unos a otros para explicarnos quiénes somos. La literatura es una ocupación de la imaginación colectiva: qué es ser un buen padre, cuál es la forma de romper con tu mujer, qué hace un divorciado con los niños, qué hacemos con nuestros mayores, todo eso lo aprendemos en las narraciones. Creo que es mejor aprenderlo en las novelas que en una película de Hollywood.
¿Qué le ocurre al que no lee?
El que no lee está indefenso, porque se cree lo que le cuentan. Cree que debe ser un buen marido, un buen padre, un buen trabajador, porque es lo que le cuentan. Hay que saber leer en defensa propia.
¿Leer es resistirse?
La lectura es una actividad insurreccional. No es una lectura para destruir mitos, sino para construir otros. Porque vivimos con mitos: vivimos con la idea de que se puede vivir con una mujer toda la vida, que los padres y los hijos se quieren… Ideas que a lo mejor no son verdad.
¿La lectura rompe las falsas garantías sociales?
La lectura demuestra que nada está garantizado. La lectura trata de desengañar a la gente. Yo creo en el desengaño: pensar que las mandarinas no es justo que tengan pepitas es de idiotas. Pensar que no es justo que encuentres a la mujer de tu vida y se vaya con otro es de tontos. No es justo ni injusto, es la vida. La lectura nos ayuda a hacernos mayores.
¿No es usted un Peter Pan de libro?
Yo me veo uno de los hombres más maduros de Europa. No soy un Peter Pan. Fíjate cómo visto, tengo un negocio, ¡soy un emprendedor! Yo no soy nadie, como tú, como todo el mundo. Puedo ser cualquiera. Todos somos uno distinto.
¿Qué papel juega la lectura en la creación de nuestra identidad?
Tiene un papel en la creación y en la disolución de la identidad, porque el ser nosotros mismos sólo les interesa a las compañías de telefonía móvil. “Sé independiente”. Creo que el derecho a ser uno mismo es algo típicamente capitalista y lo defiende Amena, Vodafone, el Banco Santander… “Sé independiente con tu cuenta personal”. Creo que todos somos iguales. Suelo recordar la anécdota del senador de Roma que se le ocurrió uniformar a los esclavos para acabar con los motines. Pero si le ponemos uniforme igual se dan cuenta de cuántos son. Desestimaron la propuesta.
¿Ahora también seríamos muchos?
Si fuéramos por la calle con un cartelito que dijera: “Gano menos de 18.000 euros al año”, nos daríamos cuenta de que somos muchos. Cuántos somos los que padecen los desahucios, la pobreza energética, etc. Siempre les pasa a otros, pero cuando nos demos cuenta de que somos nosotros también… La individualidad es el enemigo, eso hay que disolverlo. Eso sólo existe para manipularlo.
¿Cómo puede llegar la lectura a quienes no son clientes convencidos de la lectura?
Eso lo inventaron los clásicos. El lazarillo de Tormes es un libro muy divertido. El Lazarillo es un libro disolvente que cuenta lo bueno que es que tu mujer sea prostituta y mires para otro lado. Ese es caso del libro. Acaba así: “Estamos todos tres muy a gusto”. Es lo más disolvente y cínico. Es poliamor.
Entonces, ¿hay que engañar al lector para que se desengañe?
Sí, sí, hay que seducirlo para atraerle. Y hay que escribir bien.
La lectura no lucha sólo contra el poder establecido, sino contra sus semejantes, contra otras lecturas. No tiene nada que ver Rafa Reig con Arturo Pérez Reverte.
¡Gracias a dios! Para ambos. La mayor parte de nosotros no hemos vivido la guerra civil. ¿Qué idea tenemos de la guerra y de la posguerra? El canon se elige. La que yo reivindico es una literatura insurrecta como La celestina, que dice que los pobres son menos felices que los ricos. Siempre ha habido una literatura a sueldo. Hoy más.
¿A sueldo de quién?
Del Premio Cervantes, por ejemplo. De la Academia…
¿Rechazaría el Premio Cervantes?
No rechazaría ninguno. Si yo estoy muerto de hambre. Prefiero no tener que rechazar nada si unos señores amables quieren darme dinero, bienvenido sea. Si me dieran un gran premio o ingresar en la Real Academia como a Pérez Reverte o Cebrián me diría que algo estoy haciendo muy mal. Lo pasaría mucho mejor con 125.000 euros y me iría a un balneario a reflexionar sobre lo podrido que estoy. Eso me haría mucho bien y podría escribir contra las prebendas, después de haberme gastado el dinero.
Hablemos de Eduardo Mendoza, ¿es un escritor que utiliza el humor para colar perlas sobre la hipocresía?
No es lo mismo que El misterio de la cripta embrujada que El tocador de señoras. No tienen nada que ver. Una es una cáscara vacía y la otra una invención suya. Las primeras novelas las leí con gusto. Eran un instrumento para divertir a la gente y dejar pensando en qué mundo vivimos. Hay una gran diferencia entre la primera novela, La verdad sobre el caso Savolta y La ciudad de los prodigios, que es un poquito insulsa y un poquito larga. Pero La verdad sobre el caso Savolta es ambiciosa y espléndida. Me parece muy apropiado que le den el Premio Cervantes, porque él hacía lo mismo: iba donde había más pasta y lo que quería era estar más cómodo en la vida. No quería cambiar el mundo, él había desistido de eso. Si había que escribir pastoril, pues pastoril. Que no funcionaba, pues bizantina. Y si no poesía, teatro, lo que hiciera falta. No era un tío molón como Mendoza y a Cervantes nunca le dieron el Premio Cervantes.
¿No le parece un hecho insólito que hayan premiado una trayectoria de humor?
El humor está demasiado bien visto. Mira, yo, que leo mucho el Cosmopolitan y otras revistas especializadas en psicología adolescente, si a una tía le preguntas qué es lo que más le gusta de un hombre te contesta que el sentido del humor, pero no es cierto. En ese momento se cruza un tío mazas y te quedas con las ganas. No es lo mismo el humor de Quevedo, un humor sádico, que el humor políticamente correcto. Siempre ha habido corrección política y la llamaban ortodoxia.
¿Usted se considera un escritor incorrecto?
Ojalá. Creo que toda construcción narrativa que se respete un poco tiene que poner sobre la página el conflicto, las áreas conflictivas del tiempo que vivimos. Tiene que mostrar las zonas de ficción. La mayor corrección es una novela sobre el machismo.
La lectura podría acabar con el nacionalismo
El nacionalismo está muy a flor de piel. Vete a Lavapiés y verás el nacionalismo contra los inmigrantes. El odio a los que vienen. Eso es de lo que hay que hablar, no del nacionalismo español contra los catalanes. Eso no lo he visto. El nacionalismo catalán es un invento del PP. Hasta Lluís Llach ha vuelto, cuando había dejado de serlo. El PP se ha cerrado en banda, pero no es un tema importante para la gente. ¿Crees que en un barrio obrero de Madrid se tiene más odio a los catalanes o a los moros o a los chinos o a los negros?
El ministro de Cultura dice que la Marca España debe dejar de ser un instrumento al servicio de la economía para ser una estrategia cultural. Es decir, usar una herramienta para dar a conocer España. ¿Como autor se ve formando parte de esa Marca?
A mí, un ministro de Cultura que hable de la Marca España me parece un ignorante, porque es una catetada. Además, sólo consideran la cultura si aporta algo al PIB y si aporta algo a nuestras relaciones comerciales con el resto del mundo.
¿La cultura no hace propaganda de un país?
Claro que no. Utilizar la cultura para atraer turistas me parece algo deleznable que no tiene nada que ver con la cultura. La Marca España es una soplapollez. Es una catetada. Yo soy marxista, leninista e internacionalista, así que me la trae al pairo la Marca España.
¿Y la utilización de la cultura como instrumento político?
La cultura se manipula, pero es que nos manipulan a todos. No me voy a rasgar las vestiduras.
Entonces, ¿mejor evitar la relación entre política y cultura?
La cultura no debe relacionarse con la política. Es como invitar a un proxeneta a que forme parte de tu matrimonio. ¿Por qué voy a hacer una cosa así? Ellos quieren aprovecharse del brillo que tiene la cultura.
¿Usted se siente orgulloso de ser español?
No, ni en broma. Es como si me sintiese orgulloso de tener dos orejas.
¿De qué te sientes orgulloso?
Procuro no sentirme orgulloso de nada. Quizás de lo que he leído y de algunas cosas que he escrito. Y de haberme equivocado muchas veces, casi siempre en la dirección correcta. No es importante sentirse orgulloso de algo, ni por qué hay que decirle a los hijos que te sientes orgulloso de ellos por sacar sobresalientes en Matemáticas. El orgullo es una creación empresarial. Los seres humanos no necesitamos eso.
¿Qué necesita el ser humano?
A otros seres humanos y vivir con otros seres humanos en condiciones de igualdad. Hoy todas las relaciones son de poder, desde las más íntimas a las laborales. Todas son jerárquicas. No te puedes sentir orgulloso por tener lo que otros no tienen. Se trata de cambiar la sociedad porque es la que nos hace ser como somos. En una sociedad más igualitaria y más justa es más probable que seamos mejores personas.
¿Y qué papel juega en eso la literatura?
No hay que minusvalorar el papel de la literatura. Hasta ahora los libros siempre han servido para algo, según lo que leas y según quién seas. Los libros tienen efecto sobre nosotros, mucho más que el que tiene un cuadro de Velázquez. No conozco a nadie que delante de uno de ellos haya dicho: “Ahora entiendo la vida”.
¿Si entrara Rajoy en tu librería qué pasaría?
Yo soy un tío amable y a mí Rajoy no me parece antipático. Trump algo más, pero tampoco especialmente.
¿Quién es el más antipático de todos ellos?
Con Pablo Iglesias no me tomaría jamás una caña, pero ni cuando estaba en la facultad.
¿Quién le sorprendería más que entrara en su librería, Mariano Rajoy o Pablo Iglesias?
Pablo Iglesias, sin duda.