Ser liberal no mola. Se quejan sus acólitos del poco eco que tienen sus ideas -especialmente cuando estalla una crisis económica-, de lo mal que calan entre los jóvenes, de que tantas personas "de bien" recelen "éticamente" de su propuesta, como escribe el catedrático Carlos Rodríguez Braun en el prólogo de Por qué soy liberal (Deusto). El libro lo firma Diego Sánchez de la Cruz, periodista, analista económico y colaborador regular de Libertad Digital.
"¿Un joven periodista liberal español? Pero ¿es que hay alguno?", lanza con acidez Rodríguez Braun, redundando en la marginalidad e incomprensión que sufren los liberales. Por eso el autor esgrime este manifiesto "sin complejos" a favor de la economía de mercado y la defiende como única vía hacia el progreso. "El colapso del comunismo y el declive de la socialdemocracia nos recuerdan que la historia está de nuestro lado", escribe. Aquí cinco razones -de las muchas que desarrolla- para poder decir que eres liberal sin que te dé vergüenza extraídos del tomo de cabecera de Esperanza Aguirre. Eso sí, según dice la ex presidenta de la Comunidad de Madrid, no es apto "para pesimistas ni para dogmáticos".
1. Porque el liberalismo 'piensa en los demás'
Sostiene Sánchez de la Cruz que "a veces se busca el descrédito de las ideas liberales apuntando que la búsqueda del beneficio conduce a la avaricia y al egoísmo". Pero él explica que "en realidad, en una economía abierta y competitiva, el lucro solamente puede llegar sirviendo a los demás: uno puede enriquecerse, sí, pero esa riqueza es inseparable del beneficio que obtiene la sociedad gracias a los emprendedores".
El autor mantiene que la economía de mercado es "la que más se basa en las personas", porque "en vez de llevarnos hacia la arbitrariedad planfiicadora de los modelos socialistas e intervencionistas, la toma de decisiones está mucho más descentralizada". Aclara que el desarrollo del mercado "es inclusivo por definición" y que, a escala mundial, "ha dado pie al ensanchamiento de las clases medias y la reducción de la pobreza".
2. Porque España es un caso de 'éxito liberal'
El autor relata que en España somos demasiado autocríticos y hay un sector muy potente de la intelectualidad ibérica que desprecia sistemáticamente "todo lo español", a pesar de que "la imagen que tienen los extranjeros de nuestro país es razonablemente favorable". Cita un estudio del Reputation Institute, que puso de manifiesto en 2014 que España es la economía desarrollada que registra una reputación más baja: apenas el 54,8 % de los españoles ve con buenos ojos su propio país.
Sánchez de la Cruz no da crédito y subraya que "la España moderna es una historia de éxito". Señala que el PIB ha crecido exponencialmente en los dos últimos siglos, pasando de 25.000 millones de euros en 1850 a un billón de euros en 2014. A lo largo del mismo período, el PIB per cápita se multiplicó desde los 1.700 euros a los 22.000 euros, y el consumo privado por habitantes pasó de 1.450 euros a 12.900 euros. Todo gracias a los "giros aperturistas" hacia el liberalismo, por los que hace un repaso histórico.
Celebra que, gracias a la Transición, España "se ha convertido en uno de los países más ricos del mundo"; describe el cambio de nuestro modelo productivo -desde el sector agrario al sector servicios-; alaba nuestro atractivo turístico y la mejora en nuestra esperanza de vida en los últimos 50 años, pasando de 69 a 83 años de edad.
3. Porque la reforma laboral de 2012 fue un triunfo
Apunta el autor que, ya que "suele decirse que no hay mejor política social que crear empleo", es de recibo aclarar que "la reforma laboral es la mejor medida de política social que se ha tomado desde que estalló la crisis": "Si España hubiese apostado en 2008 por una reforma laboral como la de 2012, habríamos evitado la destrucción de dos millones de puestos de trabajo (...) El empleo indefinido supone el 42% del total de nuevos trabajos creados desde 2014 y la temporalidad ha bajado diez puntos".
4. Porque los datos de los desahucios estaban 'abultados'
La segunda parte del libro se titula La rebelión del malestar y el autor esgrime argumentos contra el populismo, el declinismo, el igualitarismo, el pobrismo y el anticapitalismo. Señala Sánchez de la Cruz que el pobrismo va de la mano con ese "relato del miedo que presenta a nuestro país como un pozo de miseria" y que ignora los datos. "Un buen ejemplo lo tenemos con la alarma social que generó la campaña contra los desahucios que lideraron figuras de la izquierda radical como Ada Colau", cuenta. "En realidad, las abultadas cifras de desahucios que manejaban estos colectivos escondían una cruda realidad: el grueso de las expulsiones se daba en locales comerciales o segundas viviendas".
"Mientras desde el movimiento anti desahucios se decía que en España hubo casi medio millón de familias que se quedaron sin casa, los datos reales precisaban que los desahucios de primera vivienda para 2008-2013 no llegaban a 15.000 casos. Esto supone el 0,3% de los cinco millones de hipotecas vivas, y significa que España es el país que menos desahucios de primera vivienda ejecuta en el conjunto de toda la OCDE".
5. Porque la igualdad no es tan importante (y 'no es sinónimo de progreso')
Dice el autor que "conviene advertir, de entrada, que es peligroso tomar el término 'igualdad' como sinónimo de 'progreso' o 'bienestar'". Al fin y al cabo, señala, "las diferencias de ingresos son reducidas en Dinamarca, Suecia o Noruega, ¡pero también en Bielorrusia, Afganistán o Pakistán!". Cuenta que si tomamos como referencia los años 1800 y 2010 y analizamos la evolución de la esperanza de vida y la renta per cápita, vemos que ambos indicadores entre los países han aumentado, y que, por tanto, "hay más desigualdad, pero, al mismo tiempo, hay más bienestar".
Pone a examen la publicación de El capital en el siglo XXI, del economista francés superventas Piketty, y explica que éste "no ha dudado en alinearse con el populismo de izquierda autoritaria que representan figuras como Tsipras en Grecia o Iglesias en España". Relata la importancia -"olvidada"- del empleo, la importancia de la familia a la hora de generar redes asistenciales que ayudan a reducir la desigualdad, el rol transformador de la tecnología en el mercado de trabajo, la globalización y la educación.