“TBO no se propone cansar las jóvenes imaginaciones con arduos problemas ni serias doctrinas que, a veces, por una retorcida interpretación, llevan a la juventud por senderos perjudiciales… Un algo superficial, fácil, alegre y chistoso, sin traspasar los justos límites ni llegar a lo chabacano. TBO es el juguete que hemos confeccionado”. En el primer número de la publicación que fue tan popular “que acabó por dar nombre a todas las publicaciones con viñetas”, los creadores dejaban claras sus intenciones: no traspasarían los límites.
El primer número, en marzo de 1917, iba impreso en tinta azul, con ocho páginas sin grapa y costaba cinco céntimos. Todo empezó en la litografía de Arturo Suárez y en aquel número fundacional se advertía que sus intereses eran todo lo que los padres esperaban para sus hijos: “Ocho páginas de una hermosa novela moral e instructiva, adornada con bonitos dibujos intercalados en el texto”. Todo el aparato gráfico iba firmado por Donaz, y complementaban los dibujos e historietas diversos textos humorísticos, un relato y algún pasatiempo.
Así fueron los nueve primeros números, con poca profusión visual y poco éxito. A Suárez le compró la cabecera Joaquim Buigas, recién llegado de Latinoamérica, y creó la marca que ha pasado a formar parte del patrimonio cultural de las letras españolas. Entre los cambios ejecutados se encuentra el diseño de la cabecera, realizado por Ricard Opisso, que terminó convirtiéndose en el portadista oficial dos años después.
Novela moral
En la del número 144 recoge “el asombro de una tribu” negra africana que van a degollar a un explorador: “Los salvajes más bárbaros de la corte de Pakicharro lo atan al tronco de una palmera y preparan la cuchilla”. Los estereotipos y los tópicos se disparan a la velocidad de la luz cuando los dibujantes se enfrentan a la diferencia cultural. La “novela moral e instructiva” hace aguas en la superioridad occidental.
Han pasado cien años desde aquel primer número y Toni Guiral es el responsable del ensayo visual 100 años de TBO. La revista que dio nombre a los tebeos, que publica Ediciones B. Explica el especialista -junto con Lluís Guirlat- que la publicación es algo más que una revista que sobrevivió entre 1917 y 1998, es “cultura popular por todos sus poros”, felicidad, tensión, crítica social, costumbrista, perplejidad, ingenuidad… “Es patrimonio cultural”.
Libertad de expresión
El libro es un homenaje a los guionistas, escritores, ilustradores, humoristas gráficos e historietistas. A los profesionales de la palabra y de la imagen. Treinta de ellos aparecen destacados entre los cientos que pasaron por las diversas etapas de la cabecera, silenciada entre 1938 y 1941, por la Guerra Civil española e intermitente desde 1983 hasta su cierre, ¿definitivo? Su refundación hoy cumpliría a la perfección los parámetros de la Fiscalía, tan sensible al ejercicio de la libertad de expresión y sus límites.
“Eran tiempos de corrección. La moral era muy estricta en 1917. Después de la Guerra Civil hay historietas más crudas que retratan la realidad de la población”, explica Toni Guiral a este periódico, en referencia a una historieta de una familia que comparte la miseria a la hora de comer. Recuerda que la familia Ulises habla del estraperlo. “De 1943 a 1951 es la etapa más crítica, porque se aprovechó del vacío censor sobre las publicaciones infantiles. Los censores dejaban pasar cosas hasta 1954, año en que el franquismo empezó a legislar la censura”, añade.
De 1943 a 1951 es la etapa más crítica, porque se aprovechó del vacío censor sobre las publicaciones infantiles. Los censores dejaban pasar cosas hasta 1954
Como recuerdan los especialistas, la frase que daba la bienvenida a la portada de un TBO de 1942 era: “La alegría es la riqueza de los pobres”. Directa leyenda que explicaba la tristeza de aquellos tiempos en los que empezó a leer la publicación abarrotada de historietas inocentes. Guiral subraya que era una publicación que integraba la vida familiar, que era el espejo de la calle, la cultura sentimental de aquellos difíciles años.
Cumplía con la corrección incluso en sus prejuicios. “Es un reflejo real de la clase media de los españoles de los años cuarenta. El padre de la familia Ulises es un oficinista, compran una segunda residencia, consumen y la serie descubre la evolución sociológica de la clase media”, cuenta Guiral. En 1957 abre el primer supermercado español en Madrid y se matricula el primer Seat 600… en 1972 los españoles viajan a Perpiñán a ver la película El último tango en París. España necesitaba escapar de la corrección para sobrevivir.