“Reprimir la inquietud por el destino/ aferrado al vigor de un pasaporte/ es un gran logro de la democracia”. Un lenguaje poético sin complejos. Un poemario sin las retóricas que disfrazan a la poesía de poética ni de antipoética. “Estos sitios históricos/ no garantizan que el pasado esté/ orgulloso de haber sobrevivido”. Un lenguaje que se atreve a decir sin mentir, sin forzar, sin empodrecer la obra. Es O Futuro (Pre-Textos), el esperado tercer libro de Abraham Gragera (Madrid, 1973), un ejercicio de honestidad y precisión, en el que se despoja del lenguaje camuflado.
Hoy se abusa de la retórica social con el afán de conseguir lectores y seguidores
El poeta reconoce que ha procurado que su nueva criatura sea tan honesta, que nunca pueda arrepentirse de estos poemas reunidos en siete ciclos o capítulos, en los que camina por el paisaje familiar y el panorama colectivo. De la intimidad, a la política. “He querido homenajear todo lo que me ha hecho poeta: paisajes familiares y enseñanzas recibidas. Ir abordando las inquietudes del mundo actual y del papel de la poesía y el papel del ser humano. El libro no es un punto de llegada, sino un hito más”, cuenta a este periódico Gragera.
O Futuro es un híbrido entre sus dos publicaciones anteriores, Adiós a la época de los grandes caracteres (2005) y El tiempo menos solo (2012). “Creo que lo que estoy construyendo es una obra humanista preocupada en los avatares de la condición humana en tiempos del desgaste del lenguaje y de la tiranía de los eslóganes”, cuenta. Cree que la voz entre los tres no ha cambiado mucho, aunque ha buscado otros tratamientos y ha hecho crecer la dimensión de su mirada. “No tengo un estilo determinado. No me la juego a tener una voz rígida y reconocible. Me la juego a que la poética sea proteica. O Futuro es más carnal que intelectual”.
Para prueba 19 de noviembre: “Hay/ nada nuevo bajo el sol salvo el sol que es nuevo/ cada día./ Salvo el sol/ que sale/ para todos,/ para la indiferencia/ en suma/ que nos borra./ Hay/ un lugar/ donde aprendí/ que las palabras/ tienen/ familia./ Cada vez/ que regreso/ cada grano/ de arena/ me saluda./ Y el viento/ que no pudo/ devolver/ las hojas/ a sus ramas,/ y tu mitad/ y tu mitad/ de mi vida,/ me llevan/ de la mano/ hasta donde no sé/ para que cante”.
La angustia del presente es el futuro. El poeta profeta caducó hace tiempo
El título del libro propone una lectura disyuntiva, porque lo que viene ya no es lo que era. Pero no es profecía, es un juego irónico. “La angustia del presente es el futuro. El poeta profeta caducó hace tiempo. No hay visionarios y nadie debería meterse en esos fregados. Mi tema es el presente. Mi obra es como un cancionero del alma, una autobiografía del alma. Es el retrato de un alma en marcha hasta que le llegue la muerte”, apunta a EL ESPAÑOL.
Eco múltiple
Gragera juega con la ironía y con el ritmo, sin dejar de construir tal y como ve el mundo. “No me permitiría caer en facilonerías si no son necesarias o en cosas muy barrocas si no son necesarias. Y si lo son, no me censuro en absoluto”, explica sobre un libro que va y viene y todos rebotan entre sí. Un eco múltiple y orgánico, propio de Juan Ramón Jiménez, en el que se construyen grandes símbolos.
¿Referencias? “Tengo muchos maestros, algunos anglosajones (T. S. Eliot y Auden), y en este libro Pablo Neruda, Blas de Otero o Miguel Hernández, poetas de la rehumanización de la poesía, sin llegar a ser la retórica social que viene después. Eso ya no me interesa. Hoy se abusa de esto con el afán de conseguir lectores y seguidores. Quiero asimilar a mis maestros, sin que su influencia me convierta en un epígono de ellos”.
A Gragera no hay cosa que más le horrorice que la poesía no le hable a la gente, que no hable de lo que vivimos como colectivo. “Eso sería un fracaso como poeta”. Así, entre la condición humana y los sentimientos.
Creo que un poeta tiene que atreverse a que su voz sea experiencia humana, porque si no se caducará rápidamente. Me interesa poder captar las inquietudes del mundo en el que vivo
“Sí. Somos. Existimos./ Aunque sea improbable”, leemos. La angustia de lo que vendrá, la herencia de un individualismo aterrador y una identidad alterada. Desorientada. Y Gragera va sumando capítulos como capas existenciales, preocupados por la identidad personal, política y colectiva. Todos hablan de lo mismo, pero desde dimensiones distintas. Siempre celebratorio. “Uno es muchos poetas. Y trato de que estén todos presentes”, dice.
“Creo que un poeta tiene que atreverse a que su voz sea experiencia humana, porque si no, caducará rápidamente. Me interesa poder captar las inquietudes del mundo en el que vivo y que mi experiencia esté ahí”, cuenta el autor de un libro que apuesta por lo colectivo y la comunidad. Y manda una advertencia a los nuevos poetas: “Sin trucos, sin inventarme lenguajes neopopulares. Los acercamientos actuales creo que se equivocan”.
Poema incluido en Dos espaldas:
No me acostumbro a despertar contigo.
Es como amanecer en otra casa
con un siseo de aspersores
como niños jugando a llamar al que pica,
se da la vuelta y no ve a nadie;
como el mirlo, con su pico de oro cargado,
de lombrices, es la felicidad,
y la felicidad, más que mi fuerte,
es este estarse así, desprotegido.
No me acostumbro a despertar contigo
oyéndonos latir el corazón descalzo,
en la noche de siempre, por la casa desierta.