La librería Berkana es un reducto de libertad literaria que aguanta cada vez más a duras penas los embates de la crisis, el boom de Amazon y las fluctuaciones de los hábitos culturales -condensados en el olvido del libro y la exaltación de los textitos cortos en pantallas móviles-: antes hacía también las veces de centro psicológico por donde peregrinaban los niños escondidos en el armario, allá por los noventa.
Allí se iba a llorar, a hablar, a pedir asesoramiento, a dejar de tener miedo. A volverse impermeable al rechazo social, a la mirada decepcionada de los padres retrógrados. A Berkana se iba a confirmar quién era uno, a ponerse por fin en pie y a sentirse avalado por ficciones y ensayos que hablan de la realidad LGTB y que no podían encontrarse en ninguna otra librería. Porque estaban fuera del pensamiento dominante. Porque no interesaba abastecer al público mayoritario con nuevas verdades.
Una ONG privada
La labor de Mili Hernández, su fundadora, lleva 23 años trascendiendo el el papel de librera: ha sido -es- un puerto seguro y cálido, casi un oráculo de la diversidad sentimental, una mujer valiente, cultísima y empática que se ha volcado en carne, hueso y alma en convertirse en una suerte de "ONG privada". Ahora ese rinconcito especializado está en peligro de cierre. Las cuentas no salen. La situación es crítica. Ante la amenaza de clausura, han puesto en marcha una campaña de crowdfunding y han recibido unos 180 pedidos en 48 horas. Están abrumadas, felices, pero saben que no basta con paliativos: hay que hacerle a Berkana un boca a boca que la devuelva a la vida y para eso es necesario concienciar al público. Al mismo que, durante tantos años, ha acudido allí a arreglarse por dentro.
Recuerdo que una vez apareció una madre en la Feria del Libro para pedirme ayuda: me contó que estaba separada y que tenía un hijo de cuatro años que sólo quería vestirse de mujer
“Recuerdo que una vez apareció una madre en la Feria del Libro, una chica de treinta y tantos años que me contó que estaba separada y que tenía un hijo de cuatro años que sólo quería vestirse de mujer”, cuenta Hernández. “Decía la chica que ella le dejaba, y que le compraba diademas y faldas rosas en los chollos, pero que cuando se iba con su marido, al crío le prohibían vestirse como quería y lo pasaba muy mal”. Ella la redirigió a los equipos de expertos pertinentes -COGAM y a los servicios de gays y lesbianas de la Comunidad de Madrid- y le recomendó un par de libros.
“Le dije que a lo mejor su hijo era transexual o gay o que quizá sólo era una fase, pero que esa división del niño entre dos bandos enfrentados podía destrozarle. Esa madre le salvó la vida a su hijo. Y me siento muy orgullosa de haber estado ahí”. Mientras lo relata, se emociona. Se pasa los dedos por su flequillo cano. Mili Hernández no sólo tiene en mente el libro perfecto como guía o como estímulo -según lo requiera el espíritu del lector-, sino una serie de consejos sabios ya aplicados en primera persona.
Otro caso. Cuando la pionera Berkana llevaba sólo diez días con las puertas abiertas, Mili recibió una llamada. Era una mujer que le contó que se quería suicidar, porque estaba casada y tenía tres hijos pero era lesbiana “de toda la vida, y además mormona”. Hernández llegó a un acuerdo con ella: hablarían todos los días a la una de la tarde “y lo arreglábamos”: “Se separó del marido, que lo entendió todo, conservó maravillosamente a sus hijos y ha tenido un montón de novias”.
Contra la educación heterosexista
Aquí se mezcla disfrute y servicio social. “No sólo recomendamos libros para que la gente se lo pase bien, sino también libros de ayuda, que son herramientas para deconstruirse como heterosexual y volverse a construir como gay o lesbiana”, reflexiona. “Hemos recibido, todos, una educación heterosexista, y ya no te cuento en mi época, que soy del 59”. Relata que a ella le cambiaron la vida dos librerías. Una mientras vivía en Londres (Gay’s the Word); otra, en Nueva York (Oscar Wilde).
“Me ayudaron a deconstruir toda esa educación de los años sesenta y me impulsaron como la mujer lesbiana y feminista que soy hoy. Los libros me enseñaron a amar. En los sesenta era imposible encontrar una novela llena de referentes lésbicos”, evoca. Ella iba por las librerías de Madrid, buceando entre tomos, tanteando las secciones de psicología, y nunca encontraba nada. Ahí tenía solo 16 años y estaba perdida.
Hubo dos librerías que me ayudaron a deconstruir toda esa educación de los años sesenta y me impulsaron como la mujer lesbiana y feminista que soy hoy. Los libros me enseñaron a amar
Mili Hernández ha sido presidenta de la Federación Estatal de Gais y Lesbianas, portavoz de COGAM -donde montó el primer grupo de mujeres en un colectivo que aún era principalmente de gays- y promotora de Egal, editorial también especializada. “Lo hice con mis socias de Barcelona. Necesitábamos editar las novelas que nuestro público quería leer. Novelas llenas de referentes y que por una vez acabaran bien. Todas habían leído a Virginia Woolf, pero había que ir más allá”, explica. “Hemos hecho libros a medida de nuestros lectores. Empezamos a editar en el 95”.
Marginación LGTB en grandes cadenas
Si Berkana cierra, se quedarían desamparadas “las cuatro o cinco editoriales LGTB que hay en España, porque la presencia de nuestros libros en las librerías generales es escasa”. La pugna de Hernández también se ha centrado en que las librerías generalistas tengan sección gay, cosa que en España aún no se da, al contrario que en otros países. “¡Igual que hay sección de novela negra o autoayuda o esoterismo! Parece que somos ‘lo otro’ todavía. El 80% de los libros que tenemos aquí no se pueden conseguir en librerías generales. Si nos vamos, perderían también las editoriales gays”.
Y los escritores, dice, que ya se atreven a publicar con su nombre y sus apellidos. “Autores jóvenes como Ramón Martínez, que ha escrito La cultura de la homofobia y cómo acabar con ella. O Fernando López Rodríguez con su De puertas para adentro, un ensayo sobre la homosexualidad y el flamenco, único en el mercado. Perderíamos autoras de novela lésbica, como Mila Martínez, Clara Asunción García, Josa Fructoso, Emma Mars… toda esa literatura, tal y como están las cosas hoy, desaparecería. No sé si vendría alguien a abrir otra librería gay”.
Dice Mili que muchas mujeres mayores acuden a la librería encantadas y le cuentan que “esta literatura les fascina porque es lo más cerca que han estado de tener una relación con una mujer"
Dice Mili que muchas mujeres mayores acuden a la librería encantadas y le cuentan que “esta literatura les fascina porque es lo más cerca que han estado de tener una relación con una mujer”: “Es gente que no ha tenido tanta suerte o que ha nacido en los años cuarenta o cincuenta y no ha vivido los últimos 20 años como los hemos vivido aquí. Gente que vive en ciudades pequeñas o pueblos… donde es difícil socializar y encontrar pareja. La literatura LGTB les ha ayudado a tener una vida un poquito más fácil”.
En Berkana salió del armario el teniente coronel Sánchez Silva. Mili sonríe. “Era cliente nuestro, pero nunca venía vestido de militar. ¡Se llevaba todo el ensayo de la librería…! Un día vino y me dijo oye, ¿puedo comer contigo? Y le dije: hombre vale…”, relata. Él le contó que quería declararse gay públicamente y entonces le enseñó su carnet de militar. “Era la época del PP, de Trillo. Yo le dije ¿pero tú estás en activo?, y él, sí, sí… búscame una revista para contarlo, necesito hacer algo ya. Y yo hablé con el director y el redactor jefe de ZERO”.
Amazon no te contesta
Su labor es innegable y el diagnóstico de la decadencia del local, cruel. Una anécdota ilustrativa. Esta misma mañana, un chico ha acudido a la librería y unos periodistas de RTVE le han preguntado que por qué iba. Él ha dicho que siempre compra en La Casa del Libro, pero al enterarse de que el cierre acecha ha preferido acercarse allí. “¿Ves? Esa es la vuelta de tuerca. La verdad es que Amazon puede ser un peligro. Está gestando un futuro sin librerías, igual que pasa en EEUU. Las grandes cadenas no te asesoran”, asevera Mili. “Me ha escrito hoy un email un joven que me pedía que le recomendase un libro contra la homofobia interiorizada porque tiene mucho miedo a salir del armario. ¿Crees que en Amazon le van a contestar y le van a decir ‘espera, que te voy a recomendar dos’?”.
Me ha escrito hoy un email un joven que me pedía que le recomendase un libro contra la homofobia interiorizada porque tiene mucho miedo a salir del armario
Hernández recuerda que ella no va a ser eterna. Sueña con alguien que recoja su legado cuando ella ya no pueda más. Tiene miedo de que cerrar la librería suponga un fracaso simbólico. “Significaría que nos han derrotado. Que nos han derrotado los sectores más retrógrados de la sociedad. La iglesia católica estaría encantada, porque los obispos últimamente tienen tanto odio a la literatura de género… dicen que es el demonio. Estarían felices”, resopla. Ella ha sido una larga donante de dinero y de tiempo. Ha estado ahí, al pie de la causa, para quien la necesitase.
Ahora está en el otro lado y necesita de jóvenes concienciados que no sólo se atrevan a salir del armario frente a su familia, sino que quieran construir culturalmente su identidad. “Algunos no saben ni qué significa el triángulo rosa”, lanza, con tristeza, haciendo referencia al símbolo con el que estigmatizaban a los homosexuales en el Holocausto. Mientras, las agresiones homófobas siguen haciendo huella en Madrid y los autobús de Hazte Oír se tirana las carreteras. No hay mejor momento para salvar Berkana que hoy.