El pecado de España hacia Gloria Fuertes fue infantilizarla no sólo toda su vida, sino toda su posteridad: se le extirpó el sexo para convertirla en un producto para todas las edades, se la encerró en sus cuentos como a una niña grande amable e inofensiva. Ella peleó lo que pudo desde aquellas míticas historias -tiernas y ácidas a la vez- editadas por Susaeta: su La pata mete la pata, su Versos fritos, su Un pulpo en un garaje. Sacaba los pies del tiesto como podía. Por ejemplo, con sus Tres Reinas Magas, fábula feminista infantil donde las haya: las tres mujeres se encargan de llevarle al Niño el regalo porque sus maridos están en la guerra y ellas sólo buscan la paz.
Pero Gloria, en realidad, bebía vino con pasión, tiraba la ceniza en el suelo, encajaba -estoica- las cornadas de la vida, ligaba con las taquilleras del metro cada vez que pensaba en lanzarse a las vías y escribía para los muertos de amor que continúan yendo a la oficina. Vestía zapatos rotos y nunca tuvo juguetes. A los catorce la pilló la guerra y a los quince se murió su madre. Trabajó de contable y de secretaria mientras, en secreto, construía poemitas colosales. La primera vez que pisó una universidad fue para dar clases en ella.
"Trabajo en un periódico / pude ser secretaria del jefe / y sólo soy mujer de la limpieza. / Sé escribir, pero en mi pueblo / no dejan escribir a las mujeres. / Mi vida es sin sustancia, / no hago nada malo. / Vivo pobre. / Duermo en casa", escribió. Decía en otro poema que por la tarde le crecía la barba de tristeza. "La gente no nota nada. / ¡Qué alegre es Gloria!- dicen al paso. / Sólo mi espejo sabe que tengo / pena de Cristo / barba de Cristo resucitado".
La Gloria adulta
En otra ocasión contó que no negó nunca, pero tampoco hizo gala de su lesbianismo porque temía que los padres de los niños para los que escribía cuentos la rechazaran por ello. El gran amor de su vida, la hispanista estadounidense Phyllis Turnbull, murió un año después de que su relación terminase. Ahí, Fuertes flaca y herida. "Todos los míos han muerto hace años / y estoy más sola que yo misma". Ahora que en 2017 se cumplen cien años de su nacimiento, el poder de la efeméride ha luchado por ponerla de moda -olvidada como estaba- y dos editoriales se han unido a la reivindicación: El libro de Gloria Fuertes (Blackie Books) y Me crece la barba (Reservoir Books), apostando también por sus poemas para mayores.
El tiempo dirá si su aniversario ha servido para recuperarla como una poeta imprescindible del siglo XX, un animal de pura lírica social y una escritora llana y sensible para escrutar la posguerra española
El tiempo dirá si su aniversario ha servido para recuperarla como una poeta imprescindible del siglo XX, un animal de pura lírica social y una escritora llana y sensible para escrutar la posguerra española. Lo cierto es que en la Feria del Libro, cuando EL ESPAÑOL preguntaba a los viandantes qué sabían de Gloria Fuertes, el primer "no sé quién es" estalló como una granada en la cara, pero después se sucedieron muchos más. Una triste mayoría de entrevistados. Era curioso: lo decían a las puertas de la caseta de Blackie Books, que casi copaba el stand con el libro estrella de la escritora, y salían pitando.
¿Qué piensa el lector de ella?
Otros señores explicaron que sí sabían quién era, pero que preferían no manifestarse porque no la habían leído nunca. Una mujer llegó a decir que "mira, ésa es muy vieja ya, yo la conozco pero poquito, poquito, está muy pasada". Unos cuantos lectores se unieron al test que proponía este periódico -ahí el vídeo-, aunque hubo quien avisó de que iba a jugar al azar.
Una mujer llegó a decir que "mira, ésa es muy vieja ya, yo la conozco pero poquito, poquito, está muy pasada"
Una profesora recordó su nombre agradecida, y contó que siempre la incluía en los títulos de recomendaciones -infantiles- de sus alumnos. Es verdad que quien la conoce, la respeta. Se la piensa con extrañísimo cariño, como a un familiar perdido -tararean una canción, evocan su capacidad de llegar al pueblo- pero aún no ha calado la revolución verdadera: la de Gloria Fuertes adulta, hembra desgarrada y entera. La Gloria Fuertes que celebraba ser mujer porque así no se mancharían sus manos con el olor del fusil.
En realidad, en aquella mañana en El Retiro, sólo una señora mayor se emocionó al escuchar su nombre y habló largo y hermoso de ella. Hasta recitó un poema de memoria. Luego nos contó que llevaba 50 años siendo librera.