"Tenía todo el encanto de un sepulturero: ojos hundidos rodeados de círculos oscuros, labios rígidamente apretados en un gesto de perpetuo enojo, cabello fino peinado con raya al lado y echado hacia atrás, dejando ver una frente de profundas entradas"; así definen a Alfred Rosenberg, filósofo e ideólogo del nazismo, Robert K. Wittman y David Kinney, autores de El diario del diablo: Alfred Rosenberg y los secretos robados del Tercer Reich (editorial Alguilar).
Rosenberg fue uno de los más estrechos colaboradores de Adolf Hitler. Un hombre que a pesar de haber nacido en Estonia y de tener un apellido de resonancia judía, se convirtió en uno de los personajes más poderosos de la Alemania nazi gracias a su coincidencia ideológica con el Führer, al que conoció en Múnich en 1918, mucho antes de que alcanzara el poder.
Rosenberg nunca fue un hombre de acción. Más bien era un teórico que "copiaba a escritores y pensadores anteriores y adaptaba sus ideas al público de su tiempo"
Rosenberg nunca fue un hombre de acción. Más bien era un teórico que "copiaba a escritores y pensadores anteriores y adaptaba sus ideas al público de su tiempo". A finales de los años veinte, al tiempo que publicaba en el diario nazi Völkischer Beobachter trabajaba también en lo que sería su obra cumbre: El mito del siglo XX. Este libro "acabaría por impregnar el pensamiento nazi durante los quince años siguientes" y "acabarían vendiéndose más de un millón de ejemplares del libro, que situó a su autor como una de las voces más importantes en las innumerables batallas en torno a la religión, el arte y la raza durante la época de Hitler".
El mito y el diario
Fue tal la relevancia de El mito que en las librerías de todo el país ocupaba un lugar destacado "solo por detrás de su único rival en el mundo editorial alemán, Mi lucha -las memorias de Hitler- (...) Lo que Rosenberg había escrito era la biblia del movimiento nazi".
Pero Rosenberg no se limitó únicamente a escribir para el público. También tomó la decisión de consignar en un diario cada uno de los pasos del Tercer Reich y empezó a hacerlo en mayo de 1934, en parte como reacción a los diarios escritos por el ministro de Propaganda, Joseph Goebbels. "Como diarista, Rosenberg era propenso a la falta de sensibilidad, la autocompasión y el mismo tipo de narcisismo que tanto le gustaba criticar en sus rivales (...) Era un hombre propenso a la ira, carente en absoluto de empatía hacia lo que fuera el coste humano de su ideología inflexible, volcado casi por completo en el partido nazi. En el diario no alude prácticamente nunca a su familia, ni da indicación alguna acerca de lo que era su vida más allá del trabajo".
Guerra contra la religión
Rosenberg fue medrando en el partido, escalando posiciones, e iba imponiendo su visión sobre todo tipo de asuntos, incluida la religión. Así, escribe en su dietario: "Se escribiría un quinto evangelio que reflejara las verdaderas doctrinas de Jesús. Se retirarían todos esos horribles crucifijos, pues la Iglesia no fijaría su mirada en los sufrimientos de Cristo, sino en su vida heroica. El Jesús germánico era el vigoroso predicador y el hombre airado en el Templo, y sería representado como un joven esbelto, alto, rubio, de frente elevada, pues con toda probabilidad había sido ario, no judío".
Esa guerra de Rosenberg contra la religión no sólo quedó de manifiesto en sus anotaciones personales, sino también en El mito del siglo XX, lo que llevó a la Iglesia católica a prohibir su obra cuando, curiosamente, Mi lucha "no fue puesta nunca en el Índice de libros prohibidos del Vaticano".
Se escribiría un quinto evangelio que reflejara las verdaderas doctrinas de Jesús. Se retirarían todos esos horribles crucifijos, pues la Iglesia no fijaría su mirada en los sufrimientos de Cristo, sino en su vida heroica
En las memorias que escribió cada día Rosenberg aparecen registradas todas las barbaridades del régimen nazi. Pero no solo hace alusión al exterminio de los judíos sino también a las intrigas que se vivían dentro del propio partido y a las luchas de poder entre los distintos líderes del nazismo: Göring, Goebbels, Himmler, Hess...
El expolio artístico
Incluso el expolio de obras de arte figura entre las páginas del dietario, cuando a este siniestro personaje se le puso al frente de la que se denominó Fuerza Operacional Rosenberg (Einsatzstab Reichsleiter Rosenberg). Una organización que se dedicó a saquear las colecciones de arte públicas y privadas de los territorios que los nazis iban conquistando. "Las cosas que mi Einsatzstab confiscó en París son sin duda únicas", señala en una de sus anotaciones. Se había llevado "mil doscientos veinticuatro cajones de libros en once vagones de tren".
Los nazis se apoderaron de obras de Rembrandt, Rafael o Leonardo. Se apropiaron de la colección de los Rotschild. Incluso confiscaron la obra maestra de Vermeer El astrónomo. Todo lo incautado lo trasladaron a Alemania y en estos saqueos Rosenberg tuvo que enfrentarse a algunos enemigos dentro del partido como Hermann Göring.
Desaparición y recuperación del diario
Cuando acabó la guerra y se llevaron a cabo los juicios de Núremberg por parte de los Aliados el diario de Rosenberg había desaparecido. En realidad estaba en poder de un fiscal alemán, de origen judío, que participó en el proceso: Robert Kempner.
Kempner vivió en Alemania hasta 1934 y cuando el clima ya era absolutamente irrespirable decidió emigrar, con su mujer y su secretaria (que en realidad era su amante), hasta Italia. Llegó a Florencia y tras pasar allí una temporada acabó huyendo a Francia y posteriormente encontró refugio en Estados Unidos. Se trasladó a Filadelfia , al barrio residencial de Lansdowne. Y en su vivienda almacenó toda la información que pudo sobre los dirigentes nazis. Toneladas de documentos sobre sus enemigos que fue almacenando durante toda su vida y que aprovechó cuando participó en Núremberg.
En 2013, y tras una larga investigación llevada a cabo por el exagente del FBI Robert K. Wittman, el diario de Rosenberg se recuperó y ahora está en posesión del Museo del Holocausto
Después del que fue sin duda alguna el juicio del siglo XX, Kempner siguió conservando toda la documentación. Tenía papeles que en realidad no le pertenecían, que debían estar en las instituciones públicas. Pero él los custodiaba porque pensaba que de otra forma se perderían para siempre.
Entre las montañas de documentos que se hallaban bajo su poder estaba el diario personal de Alfred Rosenberg, el arquitecto del nazismo. Sin embargo, él nunca lo reconoció y estas páginas, de un valor histórico incalculable, estuvieron ocultas durante 68 años. En 2013, y tras una larga investigación llevada a cabo por el exagente del FBI Robert K. Wittman, el diario de Rosenberg se recuperó y ahora está en posesión del Museo del Holocausto "para recordar a las generaciones venideras un horror que no debe volver a repetirse".