La Gran Novela Vasca. Así podríamos llamar a la carrera desatada por la necesidad urgente de los autores vascos de ordenar el relato de los años de plomo y tortura en Euskadi. Es el inicio de un fenómeno literario extraordinario, en el que varias generaciones se funden en un mismo asunto, con perspectivas políticas, sociales y narrativas tan dispares como se le presupone al grito que llega una vez rota la amenaza etarra. Edurne Portela (Santurce, 1974) ha escrito una novela contra el peor de los enemigos de la democracia: el silencio.
Mejor la ausencia (Galaxia Gutenberg) es la historia de una familia en la margen del Nervión, en los años ochenta, asfixiada por los efectos de la reconversión industrial, la heroína, la kale borrola y un futuro sin posibilidad de escapatoria. Por resumirlo: “Es mucho más oscura que Patria”, dice su autora sobre el texto de Fernando Aramburu, empujada por este periodista a que compare su obra con el fenómeno de masas -todavía caliente-, que quiere pasar como la obra de referencia del canon de la Gran Novela Vasca, con todos sus peros.
Portela explica a este periódico que tanto novela como ensayo parten de una duda común: “¿Qué significa vivir en un contexto violento?”
Portela ha reunido un conflicto familiar en plena tormenta política, para tratar de resolver cuestiones que dejó pendientes en el ensayo El eco de los disparos (Galaxia Gutenberg), donde montó un recorrido por el reflejo literario y cinematográfico del terrorismo de ETA. La doctora en Literaturas Hispánicas por la Universidad de Chapel Hill (Carolina del Norte) explica a este periódico que tanto novela como ensayo parten de una duda común: “¿Qué significa vivir en un contexto violento?”.
Una novela feminista
Al terminar El eco de los disparos echó en falta el tratamiento de los “elementos oscuros”, propios de las relaciones humanas. Y de ahí Mejor la ausencia, un relato sobre la violencia. Es un conflicto emocional y político en tiempo real, a lo largo de tres décadas, desde 1979 a 2009. El lector asiste al crecimiento de Amaia, en un relato en primera persona que desvela la angustia de una familia agrietada por la presión exterior y la figura de un padre autoritario, incapaz de crear un refugio para los suyos. Ahí ninguno de los hermanos está a salvo: ni Amaia, la pequeña, ni Aníbal, el yonki, ni Aitor, el filósofo, ni Kepa, el borroka. Ni, por supuesto, su madre, arruinada por haberse sometido a la dictadura de un ser sin nociones de respeto y protección.
“Me gustaría que se entendiera como una novela feminista”, aclara. Porque es un libro sobre cómo la violencia patriarcal y machista, en una sociedad brutal aceptada, con el maltrato como modo de relación asumido, determina la formación de las personas. La mirada de esa niña que crece es la que introduce en las primeras vivencias y recuerdos de la violencia. “Eso quería explorar, cómo la violencia afecta en nuestra formación”.
La erupción de novelas del conflicto forma parte del proceso pacificador. Una vez acaban las armas, entran las letras. Ahora la lucha está en la construcción del relato y en los múltiples puntos de vista que vamos a leer sobre el terrorismo. ¿Antes habría sido más difícil? “Ahora es más fácil escribir sobre ETA que hace una década. La crispación social era mucho mayor y si vivías en la sociedad vasca, la violencia era demasiado tangible. Escribir sobre ello suponía un riesgo”, cuenta. Reconoce la labor anterior de Ramon Saizarbitoria e Iban Zaldua.
Han pasado seis años, la sangre caliente se va templando. Aunque la sangre no se enfría del todo. A mí esta novela me ha removido muchísimo, yo esta novela no la he escrito con sangre fría
Portela pide a la novela “dar luz” para adentrarse en este mundo tan opaco, del que tan poco se ha hablado: “Cada uno desde sus principios éticos, desde sus principios políticos y desde su imaginación”.
Es un asunto personal. “Han pasado seis años, la sangre caliente se va templando. Aunque la sangre no se enfría del todo. A mí esta novela me ha removido muchísimo, yo esta novela no la he escrito con sangre fría”, dice. Ha desaparecido la inmediatez de la muerte, el dolor y la amenaza, pero... “No se puede escribir una novela sobre ETA con sangre fría”, añade. ¿Y equidistante? “¡No! No he querido hacer una novela equidistante”.
Contra el silencio
El primer flash es por alguna carretera de montaña, las metralletas de la Policía en la frontera con Francia y el viaje con su padre y su madre a visitar a su tío y sus amigos “los señores de las barbas”, escondidos en el monte. Portela quiere que el fenómeno de la novela vasca sea una herramienta para que sirve la gente pueda posicionarse en el pasado común. “Esto es fundamental para afrontar el trabajo que queda por hacer a favor de la convivencia y en contra del silencio”.
Lo más llamativo de Mejor la ausencia es cómo desmonta la idea de la asepsia política en el relato del seno de una familia. Esta novela llega con la intención de aclarar que la despolitización de la cultura es imposible. “La Academia tiende a no vincular lo personal con lo político, porque lo personal lo embarulla todo con los afectos. Y en lo político es mucho más discernible los blancos y negros. La ficción da la oportunidad de abandonar esa visión polarizada, para transitar por los matices y por las zonas más oscuras”, explica.
Mi novela es la margen izquierda del Nervión, en una época de violencia brutal de ETA, de los GAL, el paro, la desindustrialización y una juventud desarraigada
Los afectos y la objetividad se relacionan a la perfección en la obra de Portela, gracias a la exploración de unos personajes condicionados por el entorno, como peleles incapaces de alterar el desastre al que están abocados. “La ficción es una herramienta de conocimiento”, asegura la ensayista. “No pretendo dar una tesis sobre la formación de ETA, porque es un tema muy complejo. Mi novela es la margen izquierda del Nervión, en una época de violencia brutal de ETA, de los GAL, el paro, la desindustrialización y una juventud desarraigada”.
Son seres desengañados que transitan de Eskorbuto a Kortatu, de la insatisfacción vital a la lucha callejera de la izquierda abertzale. “Esta no es la Euskadi idílica del pueblito. Es la Euskadi dura del conflicto industrial”.
La esperanza es Amaia, hambrienta lectora de 16 años, que se permite sacudirle al Gran Ego Literario Patrio: “Hace una tarde muy agradable y bajo al jardín a leer Cien años de soledad. La del pesado de Marías no la he acabado”. Dulce venganza de la autora. “Es una chavalita de 16 años, cómo no le va a aburrir Javier Marías. Es una pequeña pulla”, reconoce Portela.