Almudena Grandes: "La Guerra Civil hay que contarla de forma maniquea"
"Soy una escritora antisistema: la equidistancia es una falacia" / "Todo el mundo que dice que es de centro es de derechas" / "Ya me gustaría que los jueces españoles estuviesen tan democratizados como la guardia civil"
13 septiembre, 2017 16:39Mejor conversamos en cinco minutos. "Estoy en el Rodilla comprando sándwiches, que soy del Atleti". Almudena Grandes habla rápido, llano y seguro; hembra de izquierdas caminando hacia el estadio, escritora insurgente -ella dice "antisistema"- que sabe cuál es su lugar en el mundo y lo ejerce. Qué poderosa su Malena es un nombre de tango, su Lulú, su Inés, su Manolita: qué ejército de mujeres fascinantes ha ido dejando tras de sí, mientras atraviesa España y golpea neutralidades empuñando subordinadas.
Los pacientes del doctor García (Tusquets) es la cuarta entrega de Episodios de una Guerra Interminable, la serie de seis libros independientes en la que recorre la posguerra y la dictadura franquista hasta 1964. Aquí el relato gira en torno a la figura de Clara Stauffer -"pronuncio como leo", sonríe, y la periodista se alegra-, la falangista que organizó una red clandestina para salvar a los nazis acusados de crímenes contra la Humanidad. Murió en la cama, como uno que conocemos. Grandes hace de antídoto contra el Alzheimer ibérico: vuelve a tirarle de las orejas a España hasta retorcerle la memoria histórica.
De todas las historias de la Historia, sin duda la más triste es la de España, porque termina mal. Arranca Los pacientes del doctor García con esa cita de Gil de Biedma. ¿Por qué termina mal la Historia de España?
Bueno, termina mal porque en el statu quo que surge de la Segunda Guerra Mundial, mientras las potencias del Eje reciben apoyo, subvenciones, dignidad y orgullo por parte de los Aliados, pues Franco, que fue un aliado del Eje, se convierte en un aliado de los Aliados. En España, los aliados le dieron la vuelta a ese axioma latino que dice “el enemigo de mi enemigo es mi amigo”. Los demócratas españoles quedaron desamparados. Esa es la Historia que termina mal.
¿Qué cuentas con la Memoria Histórica hay que resolver para que pueda terminar bien, al menos esta parte de la Historia de España?
En España habría que normalizar la democracia española. No nos damos cuenta, pero vivimos en un país muy anómalo. España es el único país de la UE que no tiene política pública de memoria, España es el único país europeo surgido de una dictadura (e incluyo al Este de Europa también) que no ha echado a andar la democracia con una declaración solemne de ruptura con el régimen anterior por parte del Parlamento… y en España hay pavor por parte de los padres de la Constitución, ¡tal pavor a vincular la democracia del 78 con el anterior experimento democrático, que fue la República…! Por no volver al 31, volvimos a la Restauración. Es anómalo.
La memoria histórica no tiene que ver con el pasado, tiene que ver con el presente y el futuro. Tiene que ver con algo tan esencial como con saber a quién queremos parecernos. Nuestra democracia no ha querido parecerse a nadie. Y en la Transición se fundó una democracia sin referentes históricos. Somos también el único país de Europa cuya democracia no se basa en una tradición antifascista. Tendríamos que parecernos a democracias más consolidadas que han funcionado mejor que ésta.
¿Cuál es el mejor ejemplo para usted?
Cualquiera. Cualquier democracia europea. Francia, Italia, Bélgica, Alemania, la que quieras. Deberíamos empezar a reconocer que la memoria tiene que ver con el presente porque gran parte de las crisis actuales que está atravesando España (desde la territorial hasta el descrédito de las instituciones, el desprestigio de la política y la corrupción) arrancan de esas relaciones anómalas de la democracia española.
¿Cree que la amenaza independentista de Cataluña no existiría si efectivamente se hubiese dado esa ruptura con el anterior régimen de la que usted habla? Si hubiese crecido nuestra democracia desde el antifascismo.
Bueno, el Estado de las Autonomías fue un error, un parche que a corto plazo dio resultado, pero a medio y largo plazo resulta insostenible. Creo que ha llegado el momento de decir en voz alta que el concierto vasco que se instaló en la Constitución y los privilegios de País Vasco y Navarra se dieron por una situación muy concreta: la existencia de ETA y el sufrimiento que causaba. No se trata sólo de que Cataluña se aleje de España por eso, pero habría que replantearse la forma de Estado y el Estado de las Autonomías.
¿Franco ha muerto?
Franco ha muerto, sin duda. Y no sólo eso: además ha fracasado, porque la vida cotidiana de los españoles, la mentalidad de los españoles, su forma de estar en el mundo, de relacionarse entre ellos, sus conceptos de generosidad, de libertades, de tolerancia… no tienen nada que ver con la educación que el franquismo inculcó en la mente y los corazones de tantas generaciones de españoles.
¿Y qué pervive del franquismo?
Lo que pervive del franquismo es, casualmente, el relato. El aspecto en el que está más vivo el franquismo en la España actual es el relato del pasado, aparte de que, en determinadas instituciones… mira, la gente habla de la policía y de la guardia civil, pero ya me gustaría a mí que los jueces españoles estuviesen tan democratizados como la guardia civil.
Hablemos de Clara Stauffer.
Era una mujer muy singular, una mujer extraordinaria. Ella nació en Madrid, peros sus padres eran alemanes, y no eran cualquiera… su padre era el director de la Fábrica de Mahou de la calle Amaniel, maestro cervecero llegado de Alemania, y su madre era una Loewe. Ella se crió en el cogollo del poder económico alemán en España, y fue a formarse a Alemania. Allí asistió al nacimiento del nacionalsocialismo, y volvió aquí a tiempo para hacerse amiga íntima de Pilar Primo de Rivera, y ser socia fundacional de la sección femenina de la Falange española, donde siempre ocupó el tercer puesto del organigrama: responsable de prensa y propaganda.
Tenía una doble militancia: ella era nazi en Alemania y falangista en España, y tenía relaciones familiares y de amistad muy importantes… ella en España actuó como puente de la guerra civil y el franquismo con el Tercer Reich. Fue intérprete y guía de las autoridades franquistas que viajaron desde el Gobierno de Burgos a Alemania. Y también hacía de intérprete de misiones secretas para los que se reunían a hablar con Hitler para hablar de la ayuda militar…
Después de la Segunda Guerra Mundial, ella empezó a ayudar a los desertores alemanes que habían entrado en España por los Pirineos: al principio eran labores humanitarias (correo, comida, ropa…), y luego, como era muy ambiciosa, dirigió una red que llegó a ocuparse de 800 personas a través de la cual pudieron escapar de la justicia muchos criminales de guerra, algunos muy gravemente imputados.
He leído que el Consejo de Control aliado le pidió su extraditación al ministro de Asuntos exteriores de España, Alberto Martín-Artajo, y fue rechazada por el régimen de Franco. Era su protegida. ¿También murió en la cama, como él?
Totalmente, ella funcionaba con protección franquista y la complicidad de la Argentina de Perón. Argentina acogió con los brazos abiertos a toda clase de técnicos y nazis. Ella murió en la cama a los 84 años, y eso que estaba en la lista de los 104, la lista negra o la lista de alemanes odiosos… fue la última reclamación de la justicia aliada a la España de Franco. Y el franquismo les dio largas y largas… cuando insistieron, le hicieron una lista de irrenunciables. Pero Franco no entregó a nadie.
En el libro también trata la figura de Pilar Primo de Rivera. Todos recordamos sus palabras en La mujer ideal: que la función de la mujer es servir, que las mujeres carecen de inteligencia creativa… ¿cómo podía tener una mentalidad tan servil? ¿Por qué esa concepción de sí misma y de todas las mujeres?
Bueno, era la ideología habitual de los fascismos de la época. Pilar Primo de Rivera no era insólita. Ella hizo frases muy memorables, pero realmente en el Tercer Reich ni siquiera había organización donde pudiesen militar mujeres adultas en el partido nazi. De ellas se esperaba que se casasen a los 18 años con un marido ario, que tuviesen muchos hijos, los educaran, se hicieran soldados y su patria fuese cada vez más grande… es curioso y llamativo que Pilar y Clara de alguna forma también participaran de esa libertad, de esa primavera que los años treinta trajeron a la mujer española.
Clara era deportista, formaba parte de la organización que luego le puso el pololo a las mujeres que hacían gimnasia, se ponía monos ajustados, bañador… y Pilar fundó una organización que al principio era sólo existencial, pero luego fue política. Una organización política que llegó a tener mucho poder. Con esa libertad, ellas impusieron un modelo radicalmente distinto a las mujeres españolas.
¿Sigue habiendo Pilares Primo de Rivera a día de hoy?
De ese tamaño no hay, pero pequeñitas, jefas de escuadra, sí. Demasiadas. Estamos viviendo una época de resurrección de algunos demonios que creíamos haber exterminado y desterrado para siempre. Una resurrección 3.0 del fascismo, del racismo y del machismo. Un machismo que se reviste de una cáscara progresista y bondadosa. Ahora tenemos que alabar a Apple porque le congele los óvulos a sus trabajadoras. Es un modelo de agresión distinto, tiene un discurso diferente al machismo clásico…
Lo de Apple es liberalismo.
Sí, totalmente, como pasa con la gestación subrogada. La filosofía o el pensamiento tan machista de hace unas décadas se descalificaba por sí solo, no necesitaba grandes comentarios, pero ahora estamos ante una estrategia mucho más sibilina que hay que desmontar.
¿Cree que la solución es abordar el feminismo desde la izquierda? ¿Puede hacerse de otra forma?
En España, el movimiento feminista siempre ha estado muy politizado, cosa que en otros países no ha ocurrido. Había una dictadura y lo fundamental era derribar la dictadura, así que se politizó y se vinculó a los partidos de izquierda. En España, por dinámicas históricas e ideológicas, es complicado pensar que el feminismo pueda ser de derechas. Simplemente por la idiosincrasia del país, porque en otros lugares tal vez no sería incompatible, pero realmente en la medida en la que el feminismo es subversivo (porque está subvirtiendo un modelo de poder que es el patriarcado) es difícil que desde las filas de la gente de orden se defienda.
¿Qué partido actual cree usted que ha entendido mejor lo que necesita el feminismo moderno?
Ninguno. Y eso que el PSOE siempre ha alardeado mucho de ser un partido feminista, y a veces lo ha hecho, y a veces no tanto… pero a veces teniendo poder y facilidades para ejecutar medidas, no se ha atrevido. Yo lo escribí en una columna: creo que el movimiento feminista se tendría que organizar y todas las mujeres tendrían que ser conscientes de que somos la mayoría de la sociedad y no la minoría. A partir de ahí, hacer una agenda y una plataforma que se reuniera con los partidos y exigiera un programa de mínimos. Y si hay un partido que no lo acepta, el movimiento feminista debería pedir que no se le votara. Aunque haya algunos partidos españoles que sí tienen buenas intenciones, en la práctica las cosas se siguen incumpliendo, empezando por “igual trabajo, igual salario”.
¿Y Podemos como alternativa? ¿Se soluciona que el partido sea tan testicular sólo poniendo en primera plana a Irene Montero?
Irene Montero es muy brillante. Se puede malograr, claro, pero yo creo que tiene un enorme futuro. A partir de ahí, Podemos siempre se ha caracterizado por ser reticente a la lista cremallera y tiene pocas mujeres en las cabezas de lista. ¿Qué ocurre? Que, al final, tal y como están las cosas, no sabes con qué te quedas: si te tienes que quedar con la política de cuotas o con las iniciativas parlamentarias… o sea, que en principio creo que Podemos es un partido masculino, como todos los partidos españoles, y que debería ser más femenino.
Sabe que Leguina dijo la semana pasada en una entrevista a este periódico que usted escribe novelas sobre la guerra civil “maniqueas”.
Primero: Leguina es perfectamente capaz de decir lo que quiera, tiene todo el derecho a opinar. Segundo: cada uno tiene su propia manera de estar en este mundo y la mía no es ni provocar polémicas ni alimentarlas. En tercer lugar: habría que definir lo que es el maniqueísmo y qué es ser maniqueo desde la perspectiva de un país democrático como éste. Si somos rigurosamente democráticos, la guerra civil española hay que contarla de forma maniquea, porque sí creo que había unos buenos y unos malos.
Antes de que nadie diga nada, no hablo de las historias personales de cada uno: sé que en los dos bandos hubo gente excelente y gente horrorosa, pero estamos hablando de los valores que representaba cada bando. Lo lógico sería que un demócrata español se identifique con el bando democrático, que era el de la República, frente al bando fascista, que representaba todo lo contrario.
Entiendo que cree que las novelas sobre la guerra civil no deben abordarse sólo desde el “ser escritor”, sino desde el “ser ciudadano”. ¿Qué hay de la relación entre el escritor y la neutralidad?
Yo no soy neutral. La función de un escritor no es ser neutral. Yo aprendí en la facultad de Historia que la objetividad es un mito. Un novelista no tiene que ser objetivo, porque la objetividad no existe y escribir es mirar el mundo. No se puede pedir a nadie que adjure de sus principios, de su idea de bien y de mal o de justo o injusto cuando va a escribir.
¿Qué ser ser “extremocentrista”? Esta palabra que está tan de moda.
Creo que hay mucha corrección política encubierta en España. No se expresa muchas veces en voz alta, pero establece que la forma de contar la guerra civil es la equidistancia. Yo me considero una escritora antisistema. No escribo novelas desde un punto de vista equidistante. La equidistancia es una falacia: los dos bandos no eran iguales. Escribí una columna hace años diciendo que el centro iba a ser un lugar donde no se iba a poder respirar, porque hay tanta gente dentro del centro y tanto pánico a definirse ideológicamente… tanto fervor por el centro me hace pensar que el ambiente va a ser irrespirable allí (risas), como en un ascensor, donde hay demasiada gente que no se lava.
Aunque ahora es verdad que… de alguna forma, la enseñanza de las primarias del PSOE ha deshecho un poco la ilusión del extremocentrismo. Pedro Sánchez ganó las primarias con un discurso izquierdista, y eso es más honesto. Yo soy de izquierdas. Yo no votaría al centro. En cualquier caso, decir que uno es de centro es una estrategia. Durante muchos años, después de la dictadura, hubo una reticencia enorme a decir que se era de derechas, y todo el mundo era de centro… decíamos entre amigos: “Todo el mundo que dice que es de centro es de derechas”, y me da la impresión que esto sigue igual. La gente de centro, en realidad, no quiere reconocer que es de derechas.
¿Cree que España le debe algo a Baltasar Garzón, quien lanzó la mayor investigación sobre los desaparecidos del régimen de Franco? ¿Considera que se le ha maltratado?
Baltasar Garzón ha sido tratado injustamente por sus propios compañeros, lo cual debe ser muy doloroso. La memoria histórica sólo fue una excusa más para fumigarlo por su investigación sobre la Gürtel. La institución a la que perteneció le debe, como mínimo, una disculpa, si no una habilitación. Además, los materiales que Pablo Ruz usó en la Gürtel se basaron en el trabajo de Garzón. Esto es una percepción personal, pero no me creo que la memoria histórica fuese ni siquiera el origen de su inhabilitación.