La resistencia es un acto de fe. Y en ello insiste Belén Gopegui en cada novela. Ahí, entre la resistencia y la ofensiva, contraprogramando la narrativa del poder y los poderosos. Quédate este día y esta noche conmigo (Literatura Random House) es eso, un libro contra Google. Olga y Mateo, sus personajes, se resisten “a una realidad que no es neutral, que está dominada por determinadas estructuras”. Ellos acometen un acto de resistencia ofensiva: en vez de cumplir con los requisitos pautados para entrar a trabajar en Google, se saltan las casillas y envían una solicitud que ronda las 50.000 palabras.
Nunca hasta ese momento la empresa había trabajado con solicitudes de una extensión semejante y la anhelada imparcialidad del robot se ha visto comprometida. Mateo y Olga hablan con Google, le interpelan y le provocan, se dirigen de forma expresa a quien vaya a revisar su solicitud para una posible contratación. Y por supuesto, en la solicitud no hay ni cartas de presentación ni currículum. Con esta suerte de “manuscrito encontrado” o “enviado”, Gopegui encierra una novela dentro de la novela e invita al lector a soñar con la literatura como fuente de cambios, capaz de reventar el mecanismo de control.
“La literatura puede actuar poco, pero poco no es nada. La literatura es un suceso altamente improbable, que puede suceder cuando menos lo esperas. Su poder es pequeño, pero es un mecanismo que se pone en marcha y siempre existe la posibilidad de que su repercusión golpee y su poder se multiplique”, asegura a este periódico. ¿Es arriesgado para una autora escribir mal sobre Google? “De momento no lo sé. No he notado nada y es probable que sea bastante indiferente para Google, pero sería bastante divertido notar algo”.
Crecer en secreto
Quédate este día y esta noche conmigo es una novela que pone en valor el mérito y la intimidad para valorar al ser humano. Porque Google odia los secretos, no son rentables para su negocio. Reniegan de ellos a golpe de etiquetas, sin embargo, como escribe el narrador de la vida de Olga y Mateo que se dirige a la multinacional de la información, “los seres humanos se encienden en secreto, florecen en la oscuridad, maduran en secreto”.
La identidad necesita ensayarse en la intimidad. “Hay cosas que crecen en la oscuridad, hace falta para ensayar antes de mostrar algo. Si los ensayos se hacen en público, no son ensayos y perdemos una forma útil de perfeccionamiento”, explica la escritora a este periódico. “Por eso quienes más fuerza tienen, son los que más secretos tienen. Mientras que las personas más débiles decimos que preferimos avanzar con la cara descubierta y es un error”, añade.
“Los secretos son una fuente de ingresos de Google, porque cuantos más datos e información tenga de cada uno de nosotros, mejor organiza la publicidad de lo que quiera vender”. Pero junto a la deriva económica, también surge el control político. “¿Por qué hemos dejado que unas organizaciones, cuyo objetivo declarado es el beneficio, se ocupen de cosas que son muy relevantes para la comunidad, como es la información, por ejemplo? La información no debería ser un bien privado, debería ser un bien público”, explica.
Contra los autoritarismos
Es una novela contra el tópico de la neutralidad, contra la falsa apariencia de amabilidad de sus colores. La bandera de ese país neutral, en el que nada pasa ni nada se impone, con sus adorables colores rojo, azul, verde y amarillo, sería la de “un gobierno autoritario, que no ha sido elegido democráticamente”. Para Gopegui, Google impone un modelo de gobierno “autoritario”. “No es tanto una dictadura”.
Las empresas que dominan las redes sociales son plataformas que han adquirido un poder muy superior al que tenían las multinacionales y los gobiernos, según la escritora. “Su poder se basa en la acumulación de datos. En su propaganda, Google quiere arreglar hasta la paz en el mundo, pero en realidad lo quiere hacer siempre de manera rentable”. Por eso se empeñan en la apariencia de la diversidad y de la variedad, mientras construyen un ser humano cortado por el mismo patrón, y lo despolitizan. “Google es más divertido que el Congreso de los diputados”, dice.
Es un libro donde apenas hay acción, para dejar espacio al diálogo y la reflexión. Es una apuesta arriesgada contra lo previsible, con asuntos que no suelen ser habituales en la lectura literaria. “He intentado que la literatura sirva para pensar en cuestiones en las que no piensa habitualmente la literatura. A lo mejor me equivoco”. Por ejemplo: el mérito. Plantea la idea del mérito como recompensa, que contribuye a hacer las sociedades más desiguales. “Vivir en una sociedad desigual es malo hasta para los privilegiados”, apunta. “Cuestionar eso puede ser útil”.
Nadie es irreemplazable
Otro asunto importante del libro: el precio que tiene el usuario para Google. “En la novela cito una frase de Carlos Piera, que dice que dos cosas nos consta a los seres humanos: somos todos distintos y somos todos iguales. Todos somos únicos, todos somos irreemplazables y esto es lo que no acepta ninguna empresa, ni Google ni nadie. Si aceptamos que la vida no debe estar regida por el beneficio, reconoceríamos que cada persona es irreemplazable y que no podemos sustituirla por otra persona”. Y se acabaría el autoritarismo y entenderíamos que la vida no es la lucha de uno solo contra el entorno, ni que nos construimos a nosotros mismos, ni que con esfuerzo lo consigues todo. Porque el entorno, Google, las empresas, los gobiernos, se resisten a las decisiones y a la libertad de cada uno.
¿Cómo se lleva Google con la libertad de expresión? “Mal. Google se lleva mal con la libertad de expresión, porque el deseo de control impide que esa libertad sea, aunque su imagen transmita lo contrario. Más que censurar, Google entierra en la búsqueda”.