El futuro de la industria editorial multinacional no es un motivo de preocupación de los escritores en catalán. Las decisiones empresariales no parecen que les afecte en su carrera como autores, no así como en su posición política. En estos momentos, a unas horas de la declaración de independencia de Carles Puigdemont, se muestran más preocupados por el debate político que por la fuga del capital cultural de Cataluña. Tal y como aseguran los escritores con los que ha podido hablar este diario, ninguna de las grandes empresas editoriales, ya sea Planeta o Penguin Random House, ha hecho nada por la literatura en catalán.
Si el plan independentista se cumple, la sede de Planeta abandonará la Avenida Diagonal de Barcelona y se trasladará a Madrid, tal y como adelantó este periódico el sábado pasado. Penguin Random House se mantiene atenta a los acontecimientos y, a las puertas de la Feria de Fráncfort, decidirá si seguir con su sede en Barcelona.
Pero esto no les preocupa: “Son estrategias de presión, que no influirán en la sociedad”, cuenta a este periódico Jenn Díaz (Barcelona, 1988). La autora publica en Destino (Planeta), su última obra es Madre e hija. Lo que más le importa es, con la siguiente novela pendiente de entrega, ver cómo reaccionan los lectores españoles. “¿Cuántos me quedarán después de esto?”. Ella se muestra alineada en su planteamiento catalán con sus editores directos. Otra cosa son los jefes e intereses de estos últimos.
Alzar la voz
“Llevo mucho tiempo siendo prudente y ahora seré responsable”, asegura Díaz en referencia a la toma de posición política en el conflicto después del domingo uno de octubre. El día de las cargas. Estaba en uno de los colegios y se negó a salir. Desde entonces no ha sido capaz de volver a escribir y tampoco volverá a su estado latente anterior.
No es la única en la que ha fraguado una nueva conciencia que la separa de toda empresa que no respete sus planteamientos. “Ya no me puedo callar. No lo voy a tolerar. No quiero que nadie me ofenda. No voy a tener que pasar vergüenza por tener que comer”, dice. Cuando el dinero deja de ser lo primordial, llega el malestar y la necesidad de dar la vuelta al sistema. Entonces el dinero se molesta. “Nunca había ido a la Diada, pero sí fui a votar el otro día”, reconoce Díaz.
“A los escritores en catalán no nos afecta. Además, no creo que ninguno de nosotros se haya planteado vivir de la literatura como si fuera su trabajo. Publicaremos en editoriales más pequeñas, las que siempre nos han ayudado y apoyado”, comenta uno de los autores consultados que prefiere ocultar su nombre. “Si se va Planeta, no importa”, añade.
A los escritores en catalán no nos afecta. Publicaremos en editoriales más pequeñas, las que siempre nos han ayudado y apoyado
También hay autores que colaboran en medios de comunicación que, si no han sido censurados, han decidido que no se harán responsables de las palabras, ni de las ideas de sus compañeros columnistas en la misma cabecera. Las movilizaciones han acabado con los disfraces y las pelucas, pero también apuntan el final del consenso que mantenía en un mismo sello autores tan dispares como Lorenzo Silva, Álvaro Pombo o Víctor del Árbol con Jaume Cabré, Jenn Díaz o las obras completas de Josep Pla. La crisis está abriendo grietas profundas que enfrentan a firmas hasta hoy “unidos”, mañana “amigos”.
Una industria en auge
Los autores que decidan romper lazos con una gran editorial tienen una plataforma a la que arribar. Los datos indican que el libro en catalán vive un buen momento, gracias a la creación de nuevas editoriales independientes y al aumento de ventas y lectores. A pesar de que el catalán es lo que más crece en las librerías de Cataluña, el castellano sigue mandando en las preferencias del consumidor. Y esto sólo es un alivio para las grandes empresas que ahora se plantean marcharse de Cataluña. Penguin Random House todavía no se ha pronunciado al respecto.
Hace unas semanas, Lorena G. Maldonado habló con el director ejecutivo de la Federación de Gremios de Editores de España, Antonio María Ávila, quien aseguró que “las ediciones en lenguas cooficiales sólo son factibles porque la edición española es fuerte y potente”. También añadió que la edición en catalán sólo es posible gracias al empeño de la edición española. De otra manera “no sería sostenible”. Para Ávila la edición en catalán sin España sólo sería posible “con muchísimos recursos públicos”.
A pesar de que el catalán es lo que más crece en las librerías de Cataluña, el castellano sigue mandando en las preferencias del consumidor.
Los datos muestran cómo hoy las editoriales de tamaño mediano o pequeño son eficientes y sostenibles gracias al abaratamiento -sobre todo después de la crisis- de los medios de producción del libro. Unas estructuras empresariales y unas tiradas muy ajustadas permiten la supervivencia de la editorial. “Las editoriales siempre han estado en Barcelona. En el País Vasco tenían los altos hornos, nosotros la industria editorial. La tradición está aquí y sabemos gestionar los oficios vinculados a la edición”, explica otro de los autores consultados. A menos dinero, más músculo.
Sin embargo, la política lingüística implantada en la escuela catalana en los años ochenta no tiene un reflejo en el consumo de la literatura en catalán, porque el 75% de los libros vendidos en Cataluña son en castellano y el 25% en catalán. En 2011 apenas era el 21%. En el mismo periodo de tiempo, el 33,7% de la población se declara no lectora, cuatro puntos menos de hace seis años (37,7%).
Desaparecer, un favor
“Si Planeta decide irse a lo mejor nos hace un favor, porque así acabará el duopolio que vivimos en estos momentos”, asegura. Se refiere al exceso de volumen de producción que mantiene la industria española, sobre todo para un país que confirma, año tras año, estudio tras estudio, que no le encuentra gusto a la lectura.
Mientras el comercio del libro en castellano publica anualmente unos 80.000 ejemplares, en catalán no supera los 11.000. Ese exceso hace desaparecer las propuestas menos populares entre las montañas de novedades. La diversidad cultural -en castellano y en catalán- se ve arrasada por la oleada multinacional.
Si Planeta decide irse a lo mejor nos hace un favor, porque así acabará el duopolio que vivimos en estos momentos
Es posible que con una red de distribución menor, reducida a los siete millones de población en Cataluña y no compartida con las empresas que distribuyen a escala nacional, la cadena de colocación de novedades en librerías pueda ser más eficaz. Todo ello pasa por almacenar en la misma área geográfica de venta los libros que no estén colocados en librería. No parece tener mucho sentido que lo que se venda en Cataluña se almacene en Ávila.
Es un inconveniente para un sector en auge lento: el libro en catalán supone un 45,5% del mercado en Cataluña (aunque la mayoría es libro de texto). En 2014, las ventas en catalán fueron de 222,2 millones de euros; en 2015, de 229,5; y en 2016, de 238,6 millones de euros. Lo que mejor vende en catalán es la no ficción, que el último año ha crecido un 4,5%. La venta aumenta porque la oferta es mayor, gracias al nacimiento de nuevas editoriales independientes en catalán.
Una lengua aislada
El aislamiento lingüístico en un país reconocido en su Constitución como plurilingüe (artículo 3.3) es habitual también en las instituciones y no sólo en las grandes empresas (Planeta tiene al conglomerado catalán Grup 62), como denuncian los escritores. Tal y como informó este periódico hace un año, el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte no compra libros que no sean en castellano para la plataforma digital de préstamo bibliotecario. En 2015 hubo 600.000 euros destinados a la adquisición de licencias y ninguna fue para libros en catalán, gallego o euskera.
La situación no se ha revertido. No hay cabida para libros escritos en alguna de las lenguas cooficiales del Estado español cuando la partida de inversión se recorta a la mitad. Aquello de que las lenguas de España son un patrimonio cultural y como tal deben ser “objeto de especial respeto y protección” queda desterrado por incumplimiento. Sin dinero no hay lenguas bajo el mandato del Gobierno de Mariano Rajoy.