Alicia Aza reivindica la poesía como forma de humanizar la Historia
La autora publica su cuarto poemario, Arquitectura del silencio (Valparaíso Ediciones), en el que centra la atención en la conciencia de la verdad.
17 octubre, 2017 14:01La abogada Alicia Aza (Madrid, 1966) ha publicado su cuarto poemario, Arquitectura del silencio (Valparaíso Ediciones), en el que reivindica la vuelta al humanismo de una sociedad que se empeña en levantar muros para dividir y clasificar a sus ciudadanos. “Los muros se levantan y destruyen, / humillan las conciencias de los hombres, / arrebatan el hálito de vida, / como la nieve mata al agapanto, / y aquella pared fue premonición”, escribe en uno de los poemas con los que arranca este libro de imágenes potentes e ideas certeras.
“La vanidad persigue a los grandes / y los empequeñece como arañas”. Son las cargas de fondo que la autora cuela, contra la lectura complaciente y la poesía de decoración. Sus miras son históricas, quiere revisar el siglo XX para descubrir cuáles son sus miserias, cuáles las esperanzas. Y, sobre todo, qué puede aprender el XXI de todo aquello.
La memoria juega un papel esencial en la herida de lo sufrido. La memoria es una llaga, un sufrido olvido y un compromiso vital del que no podemos huir aunque no queramos mirar. “Vivimos en un mundo sin memoria, / quiero recordarme en Auschwitz-Bikernau, / el silencio en mi cuerpo y en mi boca”. La Historia compromete y hace supervivientes del holocausto a todos los que nacieron después de él.
Todos víctimas:“¿Resistir como hombre esta arquitectura? / Moriré cada vez que suba a un tren / desnuda bajo duchas de hojalata, / ante vallas de alambre que limiten, / ante campos nevados de traviesas. / Moriré ante un zapato abandonado, / unas gafas quebradas y perdidas, / ante restos de pelo de los otros”.
Con la poesía Aza viaja por todos los conflictos del sangriento siglo, por lugares desconocidos en los que el ser humano se mostró el peor enemigo del ser humano. En Yugoslavia comprobó el “silencio robado en los pueblos”, “la lucha constante contra el negro insomnio”. La autora denuncia la religión, las etnias, la “podredumbre nacionalista”, el sueño independiente como gen del exterminio. “El mal brota en la voz de un alfabeto, / un discurso precede al estallido / y la desolación barre por años / la vida de los Balcanes y sus rostros”. Hoy es ayer, desde las orillas de la guerra, con la fortaleza de los héroes.