El Papa Francisco es una revolución en sí mismo, un personaje entrañable y antagónico al Young Pope de Sorrentino, un ser que hace de cada homilía una verbena de progresismo. Un buen día autorizó a los sacerdotes para “absolver” a las mujeres que hayan abortado -en América Latina supuso una verdadera sorpresa-, en otra ocasión llamó “escándalo” a la brecha salarial entre hombres y mujeres -“¡No! Ellas deben tener los mismos derechos”, espetó-, y una tercera vez abrazó a los homosexuales y a los divorciados, que ya tocaba. El Papa se va sacudiendo tabúes, convencido de que la Iglesia católica tiene que abrir los ojos y respirar sociedad moderna.
El Papa no usa móvil, ni tableta, ni ordenador, pero aún así es una de las personas con mejor reputación en Internet y el número uno de los líderes mundiales con más millones de seguidores reales en Twitter: hoy van 14,8 millones; ya quisieran los más tórridos influencers. La Iglesia no llama a lo que él hace “tuits”, sino “píldoras para el alma”, pero lo fundamental es que Juan Vicente Boo ha recogido esos pensamientos del Pontífice que respetan los 140 caracteres en un libro. Él cree -lo cuenta en el prólogo- que “no hay nada más tuitero que el Evangelio”, así que anda creando el suyo particular. Una nueva Biblia sencilla y digerible para Internet, sin mucha metáfora ni zarzas ardiendo.
El producto se llama, ya saben, Papa Francisco. Píldoras para el alma. Sus mejores tuits (Espasa) y recuerda en cuanto a formato a aquella vez que la presentadora Mónica Carrillo aglutinó sus enseñanzas emocionales también en un tomo de Planeta, del estilo: “Mi recuerdo favorito juntos es de aquel viaje / a aquel lugar donde nunca fuimos / aquel año que nunca existió”. Ahí a los “tuits” se les llamaba “microcuentos”.
"Que usen mis tuits para rezar"
“Usted tiene más de 33 millones de seguidores en Twitter [no conocemos de dónde sale esta cifra] que leen sus tuits cada día. Pero, ¿pueden meditarlos también para hacer oración?”, le preguntó Boo a Francisco en un vuelo Roma-Fátima, en mayo de 2017. Y el Papa respondió: “Sí, claro. Están siempre a su disposición… ¡Que los usen para rezar!”. Su primer tuit fue publicado cuatro días después de ser elegido como sucesor de Benedicto XVI, y desde entonces ha sido un no parar, llegando a infinidad de usuarios como pequeños mensajes de humanidad y espiritualidad.
Nuestro Papa tiene para todos: “La corrupción es un cáncer que destruye la sociedad”, dice en uno, para que se lo aplique más de un partido
El tomo está dividido por temáticas: alegría, amor, apóstoles, coherencia, confesión, creación, cruz, dios padre, esperanza, espíritu santo, eucaristía, familia, fe, humanidad, humildad, iglesia, Jesús, jóvenes, María, misericordia, oración, palabra, paz, perdonar, Santidad, servicio, sobriedad, solidaridad, ternura, testimonio, trabajo y vida. Una parte del precio del libro va a los derechos de autor del Papa Francisco, quien, a su vez, como indica Boo, “los destina a ayudar a personas necesitadas”.
Nuestro Papa tiene para todos: “La corrupción es un cáncer que destruye la sociedad”, dice en uno, para que se lo aplique más de un partido. Hace odas a la sinceridad aunque nos salga cara -“No critiquemos a los demás a sus espaldas, digámosles abiertamente lo que pensamos”-, llama a la revuelta -“Si cada uno de nosotros hace una obra de misericordia al día, se producirá una revolución en el mundo”- e insufla optimismo en las generaciones nuevas, derrotadas por el precariado y la crisis: “Queridos jóvenes, no enterréis vuestros talentos, los dones que Dios os ha regalado. No tengáis miedo de soñar cosas grandes”. Este último mensaje es un canto contra las dictaduras del capitalismo y el “producir hasta reventar”, el trabajar sólo para sobrevivir, el resignarse a ser un engranaje más de la máquina imparable del dinero. El Papa invita al joven a detenerse y recordar lo que ama.
Educación, familia y pobreza
Lo tiene claro: “La Iglesia no crece mediante el proselitismo, sino por atracción”, y recuerda que sólo “resplandece” cuando es “misionera, acogedora, libre, fiel, pobre de medios y rica de amor”. A pesar de esos guiños ácidos a antiguos papados, Francisco no deja de tener el detalle de felicitar a sus antecesores por sus cumpleaños: “Hoy es el cumpleaños de Benedicto XVI: recemos por él y demos gracias a Dios por haberlo donado a la Iglesia y al mundo”.
El Papa también da lecciones familiares en estos tiempos en el que los niños andan alienados en mil actividades extraescolares y es necesario reforzar la conciliación: “Padres, ¿saben ‘perder el tiempo’ con sus hijos’? Es una de las cosas más importantes que se pueden hacer todos los días”, lanzó. Déjense de didactismos, parece decir, y atiendan a lo importante: “El niño debe sentirse querido: no es un complemento o una solución para una inquietud personal”. Recuerda: “Las personas divorciadas que viven en nueva unión son parte de la Iglesia, no están excomulgadas”.
El consumismo nos invita a desechar. Pero la comida que se tira a la basura es el alimento que se roba al pobre, al que pasa hambre
De tan rebelde, desmitifica hasta a los santos: “Los santos no son superhombres ni nacieron perfectos. Cuando conocieron el amor de Dios, le siguieron al servicio de los demás”, escribe, y, además, azuza al creyente a superarse, a emprender: “No nos contentemos con una vida cristiana mediocre. Caminen con decisión hacia la santidad”. Cree en el amor, el Papa, y pasa del dinero. Pelea contra la aporofobia: “El consumismo nos invita a desechar. Pero la comida que se tira a la basura es el alimento que se roba al pobre, al que pasa hambre”, dice. Y remata: “Si nos apegamos a las riquezas, no somos libres. Somos esclavos”. El Papa es un poema a la ternura. La acumula rezando cuatro horas al día, y ahora la regala en 500 cápsulas. Son tan universales que sirven hasta para los ateos. Prueben.