Javier Sierra: “Con los 600.00 euros compraré tiempo y libertad”
El ganador del Premio Planeta asegura en esta entrevista que prefiere ser "fiel a su genio creativo que a la industria".
8 noviembre, 2017 02:27El escritor Javier Sierra habla de creatividad. En la primera fila parecen escuchar con atención Íñigo Méndez de Vigo, ministro de Educación, Cultura y Deporte, y Albert Rivera, líder de Ciudadanos. En el escenario del Instituto Cervantes también está la finalista Cristina López Barrio, la presentadora y periodista Cristina Villanueva y el omnipresente José Creuheras, líder del Planeta, del Premio Planeta y del grupo editorial que ha anunciado el cambio de sede fuera de Cataluña. Ya veremos qué pasa el año que viene con la ceremonia del premio literario mejor pagado.
Sierra tiene una historia que le quema y que quemará las listas de los más vendidos, es una historia sobre el fuego invisible, o sea, el misterio de la creatividad humana. La expresión la ha encontrado en el discurso del Nobel de Doris Lessing.
El autor tiene una sorprendente hipótesis que parte de la imagen del ábside central de la iglesia de San Clemente de Tahüll, pintada en 1123. En la parte baja del Pantocrátor, conservado en el MNAC, hay un friso de apóstoles. Entre ellos aparece la Virgen sujetando “un cáliz del que salen rayos de fuego”. Asegura que esta imagen es la primera vez que aparece como recurso iconográfico y lo hace 60 años antes de que Chrétien de Troyes inventara la palabra “grial” y la incluyese en El cuento del Grial.
No soy un escritor de factoría. Las editoriales, evidentemente, estarían encantadas de publicar un libro mío cada año y si es cada seis meses, mejor
Hay otros ocho ábsides más en otras iglesias de Los Pirineos dedicados a este tema. Para Sierra el Grial es “la gran campaña de marketing medieval para animar a la reconquista del país, que estaba en manos de los infieles”. Las casas francesas estaban muy en contacto con esta zona, Los Pirineos era la frontera con los musulmanes. Felipe de Flandes dio la orden y encargó a Chrétiene que escribiera un cuento para darle sentido a la Santa Sangre que se trajo de Tierra Santa...
Javier Sierra no puede pasar sin un buen misterio.
El Grial es la camiseta que uno tiene que poner a un libro de estas características para llegar a un público amante de los grandes misterios. Y el santo Grial es un gran misterio. Pero a mí lo que me parece un misterio mayor la creatividad, porque nosotros somos lo que somos como civilización porque algo nos pasó en el Paleolítico que nos lanzó a pintar en las paredes y a dominar el fuego para contar historias. El que descubra el misterio de la creatividad, descubrirá el misterio de la especie humana.
¿La creatividad es una fórmula?
No, no la tiene. Es un instinto que, de repente, surge.
¿La creatividad para qué sirve?
Para humanizarnos. Sin el proceso creativo no seríamos quienes somos. Quien da la pista al protagonista de mi novela y a mí es Valle Inclán, que escribe La lámpara maravillosa 1916), donde dice algo aplicable a nuestros días: para encontrar la iluminación, el artista creador debe estar en silencio. Él aboga por la quietud, es quietista. El protagonista de mi novela escribe una tesis sobre Parménides, otro quietista. Del quietismo, del apartarte del mundo y del ruido, surge la visión del mundo que te permite crear tu propio mundo.
¿Qué limita a la creatividad?
Hay una absoluta que es el lenguaje. Pero hay un cierto obstáculo en todo autor a saltarse las convenciones de su tiempo. Hay mentes prodigiosas que se las saltan, pero si se las saltan demasiado no llegan. Julio Verne se salta las convenciones de su tiempo, pero no demasiado. Imagina un mundo un poco mejor que el que tiene. El límite son 50 años, si te adelantas más de 50 años en tu literatura, fracasará en el tiempo en el que la escribes. Probablemente, tendrás reconocimiento posterior, pero te morirás de hambre.
¿La creatividad es sostenible?
No. Es muy difícil de sostener. Hay algún talento en la Historia de la humanidad, pero la creatividad viene y va.
¿Y de la creatividad se puede vivir?
Creo que sí, pero tienes que equilibrarla con la realidad. Creatividad y realidad tienen que comunicarse para vivir de ella.
¿Reformar la Constitución es un acto creativo?
La Constitución es un libro abierto, no es una novela cerrada. Las leyes son libros abiertos, que puedes revisar. De hecho, está en el ADN de las leyes poder revisarlas. Ahora, si hay voluntad, espíritu creativo y positivo eso es otra cosa.
Pero si la creatividad no atiende a normas, reformar una Constitución...
Es que la Constitución es una norma y toda norma bebe de normas antiguas. Nuestra Constitución tiene puntos de anclaje con el derecho romano, el derecho romano, a su vez, los tiene con el código de Hammurabi. Si haces una norma estás sometido a la norma: si haces una novela, no estás sometido a nada. No hay normas, puedes hacer cualquier tipo de novela.
Cavafis decía que el escritor que tiene la posibilidad de vender entera su edición y más, “se deja influir por la venta”, ¿escribir para muchos condiciona su creatividad?
A mí eso me pesó después de la publicación de La cena secreta, que se convierte en un éxito mundial, debemos ir por seis o siete millones de ejemplares vendidos. ¿Qué hago yo con la siguiente novela? Ahí te sometes a un proceso de autoscopia muy duro, porque tienes la opción de repetirte. Esa fórmula funciona, sé lo que quieren. O seguir creciendo. Como a mí la novela me había dado tranquilidad en lo económico, decidí seguir creando y siendo fiel a mí mismo. Me permito el fracaso, no quiero hacer novelas clónicas. Tampoco soy un escritor de factoría. Las editoriales, evidentemente, estarían encantadas de publicar un libro mío cada año y si es cada seis meses, mejor. Pero he tardado tres años largos en este libro y pasarán otros tantos en el nuevo. Me lo puedo permitir. Prefiero ser fiel a mi genio creativo que a la industria.
¿Pero El fuego creativo es tan distinto al resto de sus novelas?
Es más maduro. Porque no voy a sorprenderme delante de una pirámide.
Va a San Clemente de Tahüll.
Sí, pero la lección de San Clemente de Tahüll es más profunda. Sí que están esos elementos, claro. Si no, no sería yo. Pero hay una chispa de más madurez.
Es más maduro, ¿su lector fiel se sentirá traicionado?
No, el lector se va a sentir entusiasmado. Es mi mejor novela hasta la fecha. Entiendo que el lector que me ha seguido en mis seis novelas anteriores ha crecido conmigo. Por tanto, el hecho de que yo le ofrezca un camino de mayor crecimiento le va a resultar grato. Sería peor que me empezara a repetir.
¿No se ha repetido?
No.
Y dígame, ¿cómo se concilia la creatividad con la presión de la industria, el Premio más importante, la editorial más fuerte en castellano?
Se concilia bien, porque Planeta lo que hace es darme un altavoz para compartir mi hallazgo. Para mí mi novela es mi hallazgo. Estoy muy orgulloso de haber encontrado el fuego invisible. Ahora Planeta, la industria, lo que me da es la oportunidad de compartirlo. Como no se meten en mi proceso creativo, ni interfieren en lo que yo debo contar y cómo debo contarlo, estamos en un Statu Quo fantástico. Yo estoy muy cómodo con Planeta desde hace años.
¿Qué no está dispuesto a hacer para que su creatividad se vea condicionada?
A escribir por encargo. Nunca escribiré por encargo, aunque me lo han propuesto muchas veces. Una cosa muy importante que yo hago con todos mis libros es no firmar nunca un contrato precio al libro. Primero lo escribo y después ponemos las condiciones, porque eso me da libertad. Si a mí primero me ponen una fecha, unas condiciones, me cercenaría mi libertad. Lo que más aprecio en la vida es la libertad. Sé que es lo más caro de conquistar. Puedo perder dinero, fama y eso, pero la libertad es mucho más importante que eso.
¿Nunca se ha visto condicionado por el qué querrán leer?
Sí, claro. Sobre todo me vi muy condicionado y observado cuando publiqué El ángel perdido. Ahí yo hice concesiones. Quise hacer un thriller más americano. Concluí que lo más importante es ser fiel a uno mismo y que los autores lo valoran. Si yo me comprometo con terceros lo que hago es engañando a los lectores, porque me comprometo con terceros, no con ellos.
¿El Premio Planeta exige sacrificios?
Claro que sí. He hecho muchos sacrificios, pero no para el Premio Planeta, sino para el libro. Luego el libro ha recibido el Planeta. Entre otros sacrificios, he sacrificado mis veranos con mis hijos. Los dos últimos veranos he puesto a los niños y a su madre en un coche para que se fueran de vacaciones a la costa. Me tenía que quedar solo en casa trabajando. Necesitaba ese tiempo de soledad, esa cueva de Parménides para crear.
¿Con anfetaminas como Sánchez Ferlosio?
No, no, ni hablar. Ni anfetaminas, ni alcohol.
Es usted un Parménides de secano.
Soy un Parménides de Teruel.
Una de sus personajes, Victoria Goodman, dice en la novela: “La literatura nunca fue un fin en sí misma. No se inventó para ser bella o para entretener, sino para elevar nuestras conciencias hacia lo sublime”. ¿Un thriller como éste puede llevarnos a lo sublime?
Sin duda. El thriller es el anzuelo con el que pesco la atención de un lector necesitado de adrenalina, que es el lector actual. Pero el mensaje que queda después de leer el libro y que se va intuyendo a lo largo de las páginas es lo que queda. A mí no me importa el thriller, ni los muertos de la novela. Me importa el mensaje final de la obra y la inquietud que queda en ese lector y la capacidad de moverlo de su sofá una vez ha terminado su lectura.
¿Tiene claro su mensaje?
Sí.
¿Puede adelantarnos algo?
No. Pero yo avivo el fuego invisible. Soy una especie de Prometeo que le roba el fuego a los dioses y se lo traspasa a los hombres. Les he robado el fuego, mediante la búsqueda de la creatividad, y se la estoy pasando a los lectores. Pero es una novela. Llega a tanta gente y puede abrir tantas ventanas en las cabezas de la gente… Entre otras cosas, ya que me preguntabas antes por la Constitución, en mi novela conviven muy bien Madrid y Barcelona.
¿Cuál es el secreto de la convivencia?
El secreto es que haya algo superior al egoísmo de cada uno. En el caso de la novela lo superior es el fuego invisible.
¿Pero tiene alguna receta para volver a la convivencia?
La receta es elevarnos y darnos cuenta de que no existen las fronteras. Nadie las ha pintado con tiza, que es un artificio intelectual. No somos diferentes de los marroquíes, los portugueses o los belgas, por mucho que se empeñen en hacérnoslo creer. Somos el mismo Sapiens. Y somos una micropartícula en el universo.
¿Entonces?
Somos egoístas. Somos depredadores egoístas. Las fronteras, los países, son fruto de un egoísmo. Son muros a partir de los cuales te deja de interesar el resto. Eso es una catetada. Crear países es una catetada. ¿Por qué te encierras? Más en un momento como este, en el que podemos conocer al vecino más y mejor, viajar más y mejor, ¿y nos vamos a dedicar a encerrarnos? Me parece muy pobre.
¿Cuál es el enemigo de la creatividad?
Los frustradores. Son las personas que susurran por detrás, que te dicen que por ahí no se puede. El antídoto contra eso es no prestarles oídos y atender a tu fuego interior.
No parece que el exterior lo ponga muy fácil.
Claro, hay que ser consciente del alcance. Ahora cuando escribo una novela me siento responsable, porque va a llegar a mucha gente. Es un mensaje que queda y por eso mis novelas sin positivas. Trato de que el mensaje final sea positivo y enriquecedor. Todas las mentes que tenemos proyección en los demás, tenemos una responsabilidad con los que nos escuchan. Debemos hacerles crecer.
¿Con la crítica también se hace crecer?
Claro, con la crítica también. Este no es un libro de autoayuda ni es un libro de buenismos.
Por cierto, ¿qué hará con los 600.000 euros?
Compraré tiempo y libertad.