Un viaje en carretera por la España profunda deja claro cuál es la realidad de nuestro país. Centenares de luces LED marcan el camino a un aparcamiento lleno de camiones que precede a un edificio presidido por la palabra ‘Club’. Algunos, más modernizados, ya muestran con colores los contornos de una mujer, otros se caen a trozos. Todos esconden la misma realidad, la de las mujeres que viven como esclavas dentro de esas cuatro paredes. Mujeres que trabajan 24 horas al día durante toda la semana para mandar dinero a sus familias, o para pagar una deuda que han contraído con la persona que pensaban que les llevaba a una vida mejor.
La trata de mujeres sucede a escasos pasos de nuestras ciudades. Lo sabíamos, pero vivíamos insensibilizados hasta que Mabel Lozano nos ha abierto los ojos. Lo hizo primero con sus documentales y sus cortometrajes, pero ahora ha dado un paso más allá con El proxeneta (Editorial Alrevés), el libro que publica hoy y que cambia el foco. Ya no recoge el testimonio de las víctimas, ahora es el de los verdugos. El de aquellos que engañan a chicas para prostituirlas, las pegan, las vejan y las obligan a tener sexo con clientes, en los que también quieren despertar un sentimiento de corresponsabilidad en esta mafia creada durante décadas.
El proxeneta nace hace dos años, cuando llaman por teléfono a la directora y alguien se identifica como un proxeneta. No era una broma, sino que se trataba de El músico, una de las personas que durante los últimos 30 años han creado una estructura delictiva que trae a mujeres del extranjero con la promesa de una vida mejor para explotarlas sexualmente. Un chaval que con 17 años entra a trabajar a un club de Barcelona y ha acabado destapando el funcionamiento detrás de los burdeles más importantes del país.
“La primera reunión que tuve con él yo no llevaba grabadora, quería ver su rostro, quería ver cómo es un esclavista, cómo es alguien que compra mujeres. Cómo es alguien que las veja, que las ve como máquinas expendedoras de dinero”, cuenta Mabel Lozano a EL ESPAÑOL. Una vez superado el shock y tras años de largas conversaciones descubrió que a pesar de que la gente cree que aquellos que explotan a las prostitutas son mafias externas, no es cierto, sino que todo ocurre orquestado por españoles que han montado una red que orquesta en países sudamericanos captándolas, trayéndolas a España y chantajeándolas.
Quería ver su rostro, quería ver cómo es un esclavista, cómo es alguien que compra mujeres. Cómo es alguien que las veja, que las ve como máquinas expendedoras de dinero
Llegó a ser el dueño de los mayores puticlubes de España y uno de los creadores de una mafia que explotó sexualmente a 1.700 mujeres. Él se definía como el puto amo. Y él, como nuestro país, hizo su particular transición, la de convertir aquella prostitución en manos de chulos, en una trata de mujeres que esclavizaba a las jóvenes que querían escapar de la pobreza. Una transición que “lo cambia todo”. “Pensamos que la trata tiene que ver con las mafias rumanas, etcétera, pero la trata de mujeres latinoamericanas la hacen los dueños de los puticlubes españoles. Esos que vemos por los carreteras, porque lo típico de las carreteras no es el toro de Osborne, sino el puticlub, los ven nuestros hijos, y los dueños de esos puticlubes son los que han captado a las mujeres”, añade Lozano.
Estos grandes burdeles son 30, pero ellos son “los dueños de la prostitución”, y no son gente de fuera, “son españolitos que hicieron la transición entre la prostitución, que ya no era libre, y que antes la coordinaban chulos y macarras y las tenían explotadas”. “Eran mujeres que salían del pueblo, muy humildes a las que se engañaba y las tenían ahí. Y de ahí llegan las olimpiadas, la expo, la gran bonanza económica, y se dan cuenta de que no hay mujeres. Necesitan carne fresca, carne joven. El músico lo dice muy claro: ‘los vicios son el termómetro de la economía’. Como no hay mujeres, ven que los portugueses captan brasileñas y se van a los países de origen y establecen complicidades allí y aquí, porque tienen en nómina a abogados, a médicos…, que también son delincuentes, pero el dinero calla muchas conciencias”.
Cuando llegan las olimpiadas y la gran bonanza económica, se dan cuenta de que no hay mujeres. Necesitan carne fresca. Los vicios son el termómetro de la economía
El proxeneta señala por primera vez a los culpables y desarticula su modus operandi, con el que conseguían hacer entrar en España a decenas de mujeres colombianas haciéndolas pasar por el equipo nacional de Teakwondo. “Hasta ahora hablábamos del putero, pero nunca se habla del tratante, del proxeneta, de los españolitos que son dueños del club, los que coaccionan, los que se asocian con los rumanos, los que llevan armas y que son crimen organizado”, dice con franqueza la directora.
En esa maquinaria mafiosa también entran grupos de presión que realizan lobby a favor de la prostitución. “Lo que El Músico me contaba, es que tienen un negocio multimillonario, que va por delante de las drogas, y sólo por detrás de las armas. Además cuentan con grupos de presión. Yo lo he vivido, a mí entraban a insultarme con tanta saña intentando desacreditarme que era incomprensible. Y él me lo confirma, que hacen anticampañas. Cuando alguien lanza una campaña contra la prostitución ellos hacen otra. No olvides que esto para ellos es un negocio, y utilizan grupos de presión para intentar legalizar la prostitución, y uno de ellos es ANELA -Asociación Nacional de Empresarios de Locales de Alterne-, que van de hombres de negocios y eran delincuentes que en tertulias han llegado a decir que si no hubiera prostitución iba a haber más violaciones, o que qué pasaría con los discapacitados…”, explica Lozano que en su libro detalla cómo se montaban locutorios para mandar el dinero y captar a otras mujeres y el trabajo para lograr que los jóvenes aceptaran y normalizaran la prostitución.
Si antes no estaba a favor de legalizar la prostitución, después de todo lo que El Músico le ha contado mucho menos. Por ello no entiende la posición de muchas mujeres y feministas que abogan por ello. “El desconocimiento es atrevido, es una postura que suena muy moderna y muy progre, pero todo lo que sea regularizar debe ser a favor de los derechos humanos, y esto es una desevolución, un paso atrás. En nuestro país la prostitución es alegal, si una mujer no tiene un proxeneta y decide gestionar así su dinero y su cuerpo no tiene problema en darse de alta en la seguridad social, en la que no hay apartado de trabajadora de sexo, si no no tiene tercerías lo puede hacer libremente, pero eso no da resultado, porque en Alemania se ha comprobado, y el porcentaje de esas mujeres que han regularizado es irrisorio, no funciona”, opina la realizadora que cree que lo que aquí se ha construido es una red de explotación en la que la mujer siempre está en deuda con el proxeneta y siempre tendrá que pagarle con su trabajo explotada. “Me gustaría saber si esas personas que hablan así prefieren que sus hijas o sus primas vayan a la universidad o ejerzan la prostitución”, zanja con rotundidad.
Hasta ahora hablábamos del putero, pero nunca se habla del tratante, del proxeneta, de los españolitos que son dueños del club, los que llevan armas y que son crimen organizado
El Músico es una excepción, uno de los pocos que ha dado un giro a su vida, y que ha incumplido la primera norma del proxeneta: ver a las mujeres como materia prima. “Ha vivido como las mujeres le lloraban por 20 euros para sus hijos, ha visto cómo se cortaban las venas, cómo muchas han caído en el alcohol”, cuenta Lozano, que ella quería ir más allá y ver esa metamorfosis de la prostitución hacia la trata, “ese cambio de las bombillas de colores a los leds y como ellos mandan y blanquean dinero, cómo cambian a las mujeres y cómo nunca hemos hablado de ellos porque no sabíamos quiénes eran”. Hasta ahora.
Ella confía en que este libro suponga “un punto de inflexión”, sobre todo porque lo que cuenta es real, se basa en testimonios, en sentencias y en operaciones policiales. No tiene miedo a las consecuencias, y lo que dese es que desde todos los sectores se trabaje más, especialmente desde las instituciones: “Claro que se puede hacer más. El proxenetismo consentido no está tipificado. Tenemos una ley en la que no están tipificadas todas las caras del proxenetismo y se nos culena muchas cosas. Además tenemos que proteger a las más vulnerables. Ahora tenemos un primer y un segundo plan contra la trata, y los planes están muy bien, pero lo que necesitamos son leyes, porque estos esclavistas están aquí, y es un escándalo”.