El poeta chileno Nicanor Parra, creador de la antipoesía y ganador de numerosos galardones literarios, entre ellos el Premio Cervantes, ha muerto hoy en Santiago, a los 103 años. El deceso del autor de Hojas de Parra, Poesía y Antipoesía, y Versos de Salón, entre otras obras, fue confirmado por el ministro chileno de Cultura, Ernesto Ottone.
El poeta humanista, de palabras sin orden previsible, de guiños verbales para llamar la atención del lector, el poeta de las redundancias y las reiteraciones, que logró reemplazar la expresión literaria por la expresión hablada. Para Parra un verso bueno era un verso que se podía usar en un diálogo: "Nada de lo que es humano puede serle extraño al poeta", decía.
Creador de unas perfectas bombas poéticas llamadas Atefactos, tienen la virtud de tocar puntos sensibles del lector con la punta de una aguja. Son interjecciones que no dejan supervivientes. Armas de construcción masiva que hacen estallar la risa, la sorpresa, la luz: "Chistes paRRa desorientar a la poesía". Y la palabra se une a la imagen y al objeto para explotar delante de nuestros ojos. "Los Artefactos son más bien como los fragmentos de una granada. La granada no se lanza entera contra la muchedumbre. Primero tiene que explotar: los fragmentos salen disparados a altas velocidades".
Para aclararnos: los artefactos de Parra son tan potentes como para atravesar al lector. Por eso para el poeta chileno "los artefactos resultan ser la explosión del antipoema". ¿Para qué? "Para sacarle de su modorra y pincharlo". No soportaba al lector o al mirón muerto en vida.
Parra aseguraba haber inventado en Chile el Pop. Junto con Enrique Linh y Jodorowski hacían el Quebrantahuesos, una especie de diario mural hecho a base de recortes de diario. Lo pegaban en las vitrinas del restaurante Naturista. Tenían mucho éxito. "Componíamos estos textos a base de titulares de prensa, los más grandotes, más gordos, espectaculares. Los componíamos prácticamente de acuerdo con las normas de los collages, del pop, y agregábamos ilustraciones insólitas". Una obra pop. La intención era quebrar huesos: "La idea era no dejar títere con cabeza".
Beber de los surrealistas
En su adolescencia amó a Walt Whitman. De ahí saltó a su atracción por Franz Kafka, en el que los dogmas del surrealismo "no estaban perfectamente integrados" a una obra literaria. Por eso amaba también a Charles Chaplin.
Nada de leer: los antipoemas de Nicanor Parra se ven. Es el resultado de la desintegración de la palabra hasta dejarla en los huesos, en esquemas. La poesía de Parra se ve. En su esencia es visual y nace de las raíces oníricas surrealistas.
"Los poemas surrealistas en general eran ultra fragmentarios: no se sostenían estados de ánimo siquiera, no se sabía de qué trataba”. Por eso no le interesaban, por ser ejercicios retóricos. "El arte moderno fundamentalmente es la televisión y la televisión es precisamente una sucesión de imágenes visuales". Por ello decía que las imágenes visuales son las imágenes por excelencia. "Sinceramente, a mí no me interesa una poesía auditiva. No me interesa para nada".
Y Violeta
Nicanor consideraba a su hermana Violeta parte de su propia persona. Ella decía que sin Nicanor no había Violeta. He aquí una antiprueba antipoema: “La Viola y yo somos la misma persona / Sí: / no me tomen en serio pero créanmelo”. Nicanor siempre se entregó a la inteligencia musical de su hermana pequeña... a pesar de que Neruda no la tragó nunca, ni la entendió. "La Violeta opacaba a todo el mundo. Y en las reuniones sociales hasta ese momento el florero centro de mesa era Neruda. Pero aparecía la Violeta con su guitarra y…”
Siempre se dijo a sí mismo que podría haber evitado su suicidio. "Si yo hubiera estado preparado como estoy ahora... Pero yo en la época en que ella se suicidó, no había llegado al taoísmo. De manera que no sabía nada sobre las relaciones humanas”.
"Como las palabras de Parra están en perpetuo movimiento, no sabemos lo que entonces aparecerá; pero no hay duda: serán palabras que nos unen en la lengua de Cervantes y ensanchan nuestra vida”, leyó Felipe VI en su discurso al Premio Cervantes, en el paraninfo de la Universidad de Alcalá, hace siete años.
"Sólo podemos vivir
De pensamientos prestados
El arte me degenera
La ciencia me degenera
El sexo me degenera
Convénzase que no hay dios".