Las Towanda Rebels interpelan ya desde el título de su libro: Hola, guerrera (Aguilar). Recuerdan que “si algo hemos sido las mujeres a lo largo de la Historia, es muy valientes”, y subrayan que hay que mirar más allá de los necesarios referentes básicos del feminismo -de Simone de Beauvoir a Ana de Miguel-: “Además de leerlas y aprender de ellas, tenemos que fijarnos en las historias que nos han contado nuestras abuelas y nuestras madres. Hay mujeres sencillas, mujeres desconocidas… que, a veces sin ser conscientes, han sido grandes feministas, hasta cuando no sabían que se llamaba así”, explica Teresa Lozano a este periódico. Esta periodista y la humanista Zua Méndez se arrancan el último pelo de la lengua para tratar cuestiones espinosas como la cultura de la violación, el abolicionismo de la prostitución, los viejos popes del machismo institucionalizado, la cosificación, el veneno didáctico del porno o el poder clitoriano.
Lo primero que intentan derribar en su obra es la existencia de un “modelo de feminidad”: “Hay que abolir eso. Una mujer puede ser de cualquier manera, igual que un hombre”, explica Lozano. “Entendemos, históricamente, que ser femenina es ser delicada, ser amable, no molestar, tener buena presencia, cuidar, ser obediente y cariñosa…”, añade Méndez. “Hemos vivido en un doble discurso. Nosotras nacimos en democracia y nos dijeron que éste era un mundo donde primaba la igualdad, pero a la vez nos pidieron: ‘siéntate bien, no hagas eso, ten cuidado, dame un besito, las niñas no dicen esas cosas, ponte guapa...’. Dobles mensajes que nos han condicionado desde siempre. Somos feministas radicales porque vamos a la raíz del asunto y queremos dinamitar la cajita del rosa y el azul o la existencia de características propias de la mujer o del hombre. Queremos personas libres que puedan expresarse e identificarse sin ser tachados de masculinos o femeninos”.
La incómoda Camille Paglia escribía en Feminismo pasado y presente (Turner Minor) que el feminismo moderno desprecia la belleza. ¿Ser o estar guapa implica, per se, ceñirse al canon o pasar por la rueda de la mirada masculina? A veces, en algunas corrientes -véase Virginie Despentes- hasta se provoca la fealdad. “La belleza está en la diversidad, eso es lo que se nos ha negado”, aseguran las Towanda. “Nosotras no vamos contra la belleza artística, pero es verdad que siempre se ha relacionado con algo tiránico que nos encorsetaba, nos constreñía. Maquillaje, tacones… son cosas que se han utilizado para someternos. Claro que puede maquillarse y depilarse quien quiera, pero tenemos que saber de dónde parte. Desde pequeñas se nos ha dicho que lo más importante era estar guapa y que nuestro valor estaba en nuestro físico. Hay que salir de ahí”.
La esclavitud del físico
Sin embargo, cuando en pleno auge del Me Too, la cineasta Isabel Coixet propuso a las mujeres de la industria del cine acudir en pijama a la gala de los Goya, no se secundó su propuesta. “A nosotras nos encantó la idea. Era genial, y punki, y tenían que haberlo hecho como forma de darle visibilidad al feminismo. Era un ‘me da igual lo que penséis y me da igual que preguntéis siempre las mismas mierdas sobre nuestros vestidos o pareja’”, opinan. “El feminismo va unido a la rebeldía”. ¿Se puede ser feminista y recurrir a la cirugía estética? Ensayistas de peso como Jessa Crispin sostienen que no. ¿Qué piensan las Towanda? “En el libro no tratamos este tema pero hablamos de la cosificación. Desde que somos unas niñas, nuestra imagen se sexualiza y cobra una importancia brutal. Se elige a la gente para trabajar por los seguidores que tenga en Instagram”, expresa Zua.
“Entiendo perfectamente que haya mujeres que para luchar contra el paso del tiempo hayan caído en la cirugía. Con los estándares que nos imponen es imposible dar a luz y estar perfectas, por ejemplo. Ahora bien: todo lo que hacemos las mujeres, por el simple hecho de ser mujeres, no es feminista”, explica Zua. “Yo no me atrevo a juzgarlas, pero siempre hay que subrayar que lo que intenta enseñar el feminismo es que no somos la talla de nuestros vaqueros ni de nuestro sujetador. No todo vale. No vale que pasemos por caja y nos hagamos ricas mediante el juego de la sexualización”. ¿Qué hay de Cristina Pedroche y de sus famosos vestidos transparentes, que se colocan en el centro del debate social cada fin de año?
Remiten a la misma idea: “La libertad individual, el hacer lo que nos dé la gana, no es feminismo. Es ir a tu bola, es decir ‘como a mí no me pasa nada, la vida es maravillosa’. El feminismo, si es algo, es solidario. Lo que valga para mí no puede ser en perjuicio de los demás”, relatan. Cuentan que ellas mismas han pasado por el punto que ahora vive Pedroche, que hay que hacer pedagogía y vivir los propios procesos. “Yo creía que me empoderaba por ponerme tacones imposibles, pero al día siguiente a lo mejor no podía andar. Si Cristina Pedroche no enseñara las bragas, nunca habría dado las campanadas. Es una tristeza, porque ella es una persona muy válida, muy divertida, que tiene muchas cosas a su favor… pero no podemos ocultar que está cosificada y sexualizada. Además en un programa como Zapeando, que supuestamente es progre y feminista, pero luego ves a los señores y son de todo menos guapos. Sin embargo, ellas tienen que ir con faldas y escotazos, y divinas de la muerte, y delgadas. ¿Qué mensaje es ese? Que para triunfar tienes que ser así”.
Cuentan que han enviado su libro a Pedroche “con todo el cariño, porque la crítica no es contra ella, sino contra el sistema”. “La idea es: ‘cuidado, tienes un altavoz, eres una persona pública y las cosas que tú haces tienen más alcance del que crees. Puedes visibilizar y ayudar a que muchas mujeres dejen de estar estandarizadas’”.
Contra la censura, a favor de la denuncia
En uno de los capítulos del libro, dejan un recadito a “viejos dinosaurios” como Carlos Herrera, Arcadi Espada, Vargas Llosa, Javier Marías… dicen que su era ha acabado. ¿Cuál es su postura ante las polémicas columnas de domingo de Marías? ¿Consideran que el medio debería responsabilizarse de la opinión del autor; apoyan la censura; prefieren que campe libre…? “Afortunadamente, no tenemos que tomar esa decisión”, sonríen. “Sabemos que invisibilizarlo u ocultarlo bajo la alfombra no va a quitar el problema. Muchos de estos hombres han escrito los relatos que hemos leído desde pequeñas, los hemos admirado, somos hijas de su cultura. No creemos en la censura. A mí no me preocupa que Marías tenga esa columna, sino que la gente tenga herramientas suficientes para entender que sus columnas son machistas. Defendemos la libertad de expresión, hasta de los machistas”.
En cuanto a las denuncias virtuales hijas del Me Too, señalan que “aquí en España no han salido los grandes casos”: “Queda mucha mierda por limpiar, queda mucho bajo la alfombra y con la complicidad de muchos espacios de la vida pública. Hay abusos y violaciones que no han salido y tienen que salir. No hay que hacer feminismo de superficie, sino alcanzar la profundidad real del problema”, sostienen. ¿Qué hacer con casos como el de Mikel Izal y Castelo? “No conozco a ninguno de los dos. En el caso de Izal, por lo que pude ver, me pareció que hacía comentarios desafortunados y sacados de contexto. Es víctima de la cultura de este país, donde músicos y futbolistas viven en un eterno creer que las mujeres estamos a su disposición. Está bien denunciarlo. Como Mikel Izal hay muchos. En el caso de Castelo, no me atrevo a pronunciarme. Es un caso más serio y tiene que acabar en manos de la Justicia. Sería un paso importantísimo que las mujeres no tuviéramos que denunciar, que la Fiscalía actuase de oficio. El sistema nos obliga a ser heroínas”.
Nadal y la desigualdad salarial
Hablando de heroicidad: ¿qué opinión les merece que un icono patrio como Rafa Nadal diga que no ve mal que las mujeres ganen menos que los hombres en el tenis? Zua dice que entiende que “lo que quiere decir es que el tenis de hombres mueve más dinero que el tenis de mujeres, y que como generan más beneficio, es normal que ganen más”. Pero, ojo: “Nadal, no todo en la vida es el dinero. Todo no se puede medir por sus beneficios. Hay unos derechos y unas oportunidades que deben ser igualitarias, y la visibilidad que tienen los hombres en todos los deportes no la tenemos las mujeres. Si tuviésemos la misma visibilidad y los mismos apoyos promocionales e institucionales, veríamos. Si acudiesen los reyes a los partidos de mujeres, si tuviésemos ocasión de generar el mismo volumen de negocio…”, resopla. “Me parece de una ignorancia y un atrevimiento total. Está fuera de la perspectiva de género. Es el mejor tenista de todos los tiempos, pero eso no le quita lo machista”.
Teresa recuerda que Nadal se refirió, además, a que las modelos mujeres cobran más que los modelos hombres. “Es muy fácil de desmontar. Él señaló la única profesión en la que las mujeres cobramos más por la cosificación de nuestros cuerpos. ¿Nos quiere vacilar? Cobramos más como modelos porque somos seres consumibles. Pero, ¿cobramos más como astronautas, como empresarios? Que lo compare con cualquier otra profesión”.
Sexo con empatía
Uno de los últimos debates del feminismo es la pertinencia -o no- de mantener relaciones sexuales con “empatía” como elemento fundamental. Si no, aseguran algunas corrientes, es violación. “Me parece surrealista que estamos discutiendo esto en el siglo XXI. Nos han enseñado desde pequeños a tener empatía en todo, en cualquier relación humana. No significa que tenga que haber amor ni nada en el sexo, pero, ¿cómo no vamos a tener empatía? Tener empatía follando no significa ser una puritana. Se trata de educación y de ponerte en la piel del otro. Me da entre risa y pena. A las feministas se nos tacha de mojigatas y puritanas cuando somos las más prosexo”, relata.
“Pero claro, no el sexo que nos han metido en la cabeza con el porno o el que satisfaga sólo al señor de turno. Sino el sexo deseado, el buen sexo. Claro que tendría que haber más empatía, más escucha y más comunicación en nuestras relaciones íntimas. No es de primero de feminismo, es de primero de sentido común”.
"Hola, putero" y "Hola, abolicionista"
Teresa Lozano y Zua Méndez se hicieron virales con su campaña “Hola, putero”, donde manifestaron su postura abolicionista y ofrecieron datos tan impactantes como que 4 de cada 10 hombres acuden a prostíbulos -y los seis restantes no hacen nada por evitarlo-. La polémica surgió cuando un grupo de prostitutas contestó a su vídeo con otro titulado “Hola, abolicionista”: ahí las trabajadoras sexuales defendían que disfrutaban de su trabajo y que quienes las cosificaban no eran sus clientes, sino las feministas como Lozano y Méndez.
Ellas responden: “Nosotras hicimos un vídeo que se llamaba ‘hola, putero’, no ‘hola, puta’. Queríamos poner el foco en ellos. Y no se nos ha dejado, se nos ha hecho la vida imposible. Yo no quiero ir contra esas mujeres, entiendo de dónde parten, pero tienen que entender que por encima de su derecho a ser prostitutas está el derecho delas demás a no serlo. El 90% de ellas quiere salir de ahí. Lo que ellas llaman profesión, yo lo llamo esclavitud. En la lucha colectiva no cabe el individualismo”, subrayan. “Lo importante era señalar al putero y hablar de su masculinidad tóxica, de cómo se aprovechan de una situación de vulnerabilidad y de un consentimiento viciado”.
Celebran los primeros gestos del equipo de Sánchez, pero apuntan que “no por haber mujeres en el Gobierno, ya va a ser feminista”: “Nos ha encantado ver la foto y ver la mayoría de ministras, pero hay que fijarse en qué va a hacer este Gobierno”. ¿Qué proponen las Towanda? Vienen cargadas: abolicionismo de la prostitución, manifiesto contra los vientres de alquiler, combatir la lacra de la violencia machista y derogar la LOMCE “para tener educación para la ciudadanía con valores feministas”. Empecemos.