Malas noticias para la literatura: Aitana Ocaña, concursante de la anterior edición de Operación Triunfo, ha lanzado un libro llamado La tinta de mis ojos (Alfaguara), uno de esos productos de escaso contenido creativo y artístico, pura bomba comercial que trata de aprovecharse de la estela fanática que tras de sí ha dejado el programa. Son esas obras las que revitalizan la industria a cambio de una pérdida de prestigio: lo cierto es que, muy probablemente, gracias a sus prolíficas ventas, puedan publicarse otros libros más brillantes y minoritarios. No es esnobismo, es verdad cruda: este libro nunca será analizado ni degustado, sino tragado como comida rápida por los adeptos incondicionales que no cuestionan a la influencer ni están dispuestos a decepcionarse.
Los poemas low cost que contiene el libro los ha escrito Aitana, como ella misma contó, “con ayuda de una coach escritora a la cual estoy súper agradecida por toda esa ayuda y experiencia que me ha inculcado, y por todas las emociones y vivencias guardadas que me ha ayudado a plasmar”. Aunque es imposible conocer los derroteros que tomará la carrera de la joven cantante, sería apropiado que se dejase aconsejar por alguien que no pretendiese quemarla rápido, como a una estrella caduca, sino que esperase a estar preparada para escribir sus propias líneas -sin ser asesorada por un hada invisible de las letras-: este merchandising sin mensaje solvente no ayuda a su consolidación a largo plazo.
Lo ha reconocido ella misma en la presentación: ha contado que comete faltas de ortografía y que “no me sé explicar muy bien”. No era autosuficiente como autora, pero no ha importado. Se ha apoyado en explotar su bachillerato de Artes y su deseo de estudiar Diseño. Por eso los textos los ha ido intercalando con algunos de sus dibujos, pero esta no es una obra gráfica, sino engordada por un buen montaje editorial: apenas 15 imágenes ilustran 127 páginas. Unos breves trazos negros cercan glúteos femeninos, sujetadores, ojos, bocas y algún retrato. Muchos se repiten.
El índice divide el tomo en cinco capítulos: “Soñar”, “Creer”, “Sentir”, “Vivir” y “Respirar”, buena prueba de que la coach tampoco se ha roto mucho la cabeza -la verdadera autora conserva el anonimato, más parecida a una escritora fantasma, lo que se conoce despectivamente como “negra literaria”-. Las reflexiones son del tipo: “Los sueños, sueños son- escuchó decir la soñadora. Y ella se echó a dormir para poder vivir soñando”. O : “El sol hundiéndose en el horizonte cuando muere el día. Dos cuerpos fundidos en uno solo por un abrazo. El perro que menea el rabo al ver a su dueño. Un gato cazando un rayo de sol. Una coleta rebotando al ritmo de una comba. Un beso que colorea las mejillas de vergüenza. Imágenes conmovedoras, emocionantes, vivas. Visiones que inspiran”.
Usa frases de 'El Principito' sin citar
De repente roba una frase de El Principito de Saint-Exupéry: “Por creer en lo que no podía ver la llamaban ingenua. Menos mal que ella sabía que lo esencial es invisible a los ojos”. Sin citar al autor. Es cierto que la joven no tiene más de 19 años y que no se puede esperar de ella una lírica madura, pero quizá era el momento de ser responsable y esperar para respetar su propia trayectoria, además del arte de la literatura. “Creer en ti misma es mirarte en el espejo y ver que aunque tu reflejo no sea grande lo eres mucho más por dentro”.
También hay destellos dramáticos, especialmente en el capítulo “Sentir”: “El escozor de un desengaño clavado en el pecho. La presión en la boca del estómago frente a la negrura de una cueva. La suavidad de un hombro convertido en almohada. El vértigo de atreverse a dar el salto. El dolor de una herida recién abierta. El frío de los pulmones al coronar la cima. Sentimientos que palpitan, que queman, que calman. A flor de piel”.
No hay página blanca: todas están salpicadas de pintura de distintos tonos. “Ser blando no es ser débil, sino tener huecos pro los que se cuela el dolor ajeno, comprender el significado de un mal gesto, de un ceño fruncido, de un silencio, de una sonrisa. Si para ser duro hay que ser insensible, prefiero mil veces la debilidad a la blandura”, escribe Aitana. No ha nacido ninguna creadora en este libro. Sólo ha engordado un poco más la maquinaria capitalista de OT y su “todo vale, quién sabe si en tres años nos recordará alguien”.